Este año cumpliremos 60 años de las primeras elecciones democráticas celebras en nuestro país desde su independencia. El 20 de diciembre del 1962 se celebraron esas primeras elecciones a las que el pueblo acudió y escogió al PRD y a Juan Bosch para que les gobernara por cuatro años con el respaldo favorable de cerca del 60% de los votantes. Si la vida democrática dominicana no hubiese sido asesinada por los sectores sociales dominicanos más nefasto con el respaldo del Departamento de Estado de Estados Unidos, las siguientes elecciones hubiesen ocurrido el 20 de diciembre 1966, pero el golpe de Estado canceló el proceso. Entre 1962 y el 2020 tuvimos 23 elecciones, incluida una fallida en el 2020.
Al igual que Trujillo siempre celebró elecciones, sin que fueran democráticas en lo más mínimo, tuvimos elecciones en 1966, 1970, 1974, 1990 y 1994 carentes de los aspectos mínimos que garantizaran la libertad de los votantes y la participación de los partidos políticos en igualdad de condiciones. No es de extrañar que en todas ellas el factor desnaturalizante de la democracia electoral fue Balaguer. Las elecciones por tanto no son la condición necesaria para que consideremos un régimen como democrático, pero es indudable que no hay régimen democrático sin elecciones.
La transición de la dictadura trujillista hacia una democracia representativa tuvo grandes saltos cualitativos en las elecciones del 1962, la Constitución del 1963 y el gobierno de Bosch, para luego ser frenada con el golpe de Estado y retrocedido hacia niveles de autoritarismo propios de la tiranía. La epopeya más grande de nuestra historia en el siglo XX, el levantamiento de militares y civiles el 24 de abril de 1965 para revertir el golpe de Estado y reestablecer la Constitución del 1963 y el gobierno de Bosch, tuvo 4 días gloriosos al derrotar a las fuerzas políticas y militares reaccionarias, pero la invasión de los Estados Unidos obligó a que la guerra revolucionaria se tornara en guerra patria. Los mismos actores que ejecutaron el golpe de Estado de nuevo se articularon para ahogar el esfuerzo democrático del pueblo dominicano a través de los jóvenes más valientes y generosos de nuestra sociedad.
El asesinato de miles de jóvenes y patriotas se prolongó desde el 25 de septiembre del 1963 hasta la salida de Balaguer del poder el 16 de agosto del 1978. La vocación por la libertad y la democracia fue ratificada una y otra vez por los dominicanos y dominicanas. Este vocación ya la había develado Bosch al analizar en 1964 el golpe de Estado: “El Pueblo dominicano es una tierra buena para la semilla de la democracia, y el Pueblo dominicano está representado en las fuerzas armadas por soldados y clases, y así como la pequeña clase media en la vida civil se halla cerca del Pueblo porque de él sale y mientras no avanza hacia la mediana clase media se mantiene en contacto estrecho con el Pueblo, así la pequeña clase media militar —tenientes y capitanes y muchos mayores— sienten y piensan casi como las clases y los rasos. En esa tierra, más temprano o más tarde, van a germinar las semillas de la renovación” (Bosch, 2009, v. XI, p. 242). Esto lo escribió Bosch un año antes de que ocurriera el levantamiento de abril del 1965. Él estaba consciente de que en poco tiempo esa vocación por la democracia lanzaría a militares y civiles a derrocar al gobierno golpista y que tendrían éxito, ya que les asistía, la razón, la voluntad de la mayoría, el valor y la moral más pura que pudiéramos imaginar. Les antecedía el martirio de Manolo y sus compañeros en Manaclas. Lo que Bosch no preveía en ese momento es que el mazazo brutal contra la democracia dominicana provendría del gobierno de los Estados Unidos. Ese hecho, esa traición con la democracia dominicana de parte del Estado que se vendía como el campeón de la democracia, marcó profundamente a Bosch y lo llevó a revisar toda su concepción de la política.
Al igual que el pueblo dominicano tiene la vocación democrática, en el seno de nuestra sociedad se incuban sectores que son enemigos de la democracia por ser enemigos del pueblo mismo. Bosch los analiza con detalle. “Bajo el régimen democrático la alta clase media y una parte de la mediana clase media de las fuerzas armadas actuó de acuerdo con la alta clase media y la mediana clase del campo civil. En el sector militar, el golpe fue dado sólo por veintiséis generales y coroneles, conducidos por el miedo y la ambición en la misma forma en que el miedo a cambios en las estructuras sociales y la ambición de poder para asegurar y conquistar riquezas produjo en el campo civil el movimiento golpista. Si se hubiera consultado a las masas civiles y a las masas militares, no hubiera habido golpe. Pero los golpes no se dan —salvo contadas veces— para mejorar la suerte de las masas sino para que saquen provecho las minorías que tienen los mandos civiles y militares; por tanto, sería de tontos esperar que los golpistas hagan consultas a las masas. Eso sólo lo hacen los demócratas que creen que el origen legítimo del poder está en la voluntad de las mayorías, no los conspiradores que consideran que el poder reside en la fuerza” (Bosch, 2009, v. XI, p. 243). La regla política que nos ofrece nuestro autor es precisa: los golpes de Estado mayoritariamente se dan para beneficiar a minorías explotadoras y corruptas, salvo que se den contra dichas minorías para regresar el poder al pueblo.
Demasiados análisis políticos académicos, demasiados análisis periodísticos, tratando de cambios de poder y golpes de Estado, terminan hablando tonterías, o respondiendo a intereses ideológicos de quienes se enriquecen con el sudor del pueblo, cuando intentan explicar las causas y motivaciones reales de convulsiones políticas. La democracia, en la inmensa mayoría de las referencias, es un concepto vacío. Sigue siendo la tarea del pueblo, los partidos y las academias promover la democracia y profundizar en su articulación.