A pocos meses del golpe de Estado que derrocó al gobierno democrático del PRD y estableció una dictadura criminal y corrupta, Juan Bosch analiza todas las variables que se conjugaron en el crimen político más nefasto en la historia dominicana. Y en especial estudia la manera en que se emplearon armas ideológicas como el anticomunismo, tanto por parte de representantes de Estados Unidos, como de la élite de la Unión Cívica, los militares, muchos periodistas, políticos resentidos con Bosch y hasta sacerdotes. Listar los responsables de ese hecho atroz es una tarea pendiente, ya que son los responsables de la orgía de sangre que se desató sobre el pueblo, y especialmente los jóvenes, durante 5 lustros. Renovamos la pregunta que ya había hecho nuestro autor en el texto que venimos analizando: “¿Para quién trabaja, en esta hora del mundo, el que mata una democracia?” (Bosch, 2009, v. XI, p. 158). Pregunta obligada hasta el presente. Deuda pendiente en la conciencia de nuestro pueblo.
En 1964 Bosch pronostica lo que ocurrirá si a las democracias se les acusa de comunistas para poder defender regímenes de explotación en que minorías y sectores foráneos extraen riqueza de la gran masa del pueblo y los deja hambrientos y en harapos. “…la revolución americana, que es inevitable, aunque demore quince años, veinte años, veinticinco años, no debe ser comunista, pero por miedo a la revolución democrática, caeremos más tarde o más temprano en la revolución comunista” (Bosch, 2009, v. XI, p. 160-161). En el Bosch previo a la intervención militar estadounidense del 1965, ejecutada para evitar el retorno a la democracia, comunismo implicaba un gobierno de fuerza que no favorece la libertad, y sin libertad no era posible un verdadero desarrollo humano para todo el pueblo. Era el estalinismo lo que identificaba Bosch con comunismo en ese momento.
La acusación de comunista se intensificó en la medida que los demás actores políticos percibían que el PRD ganaría las elecciones del 20 de diciembre del 1962. “La explicación de esto que digo está en mi propio caso y en el caso de Ángel Miolán. Los dos habíamos dedicado un cuarto de siglo a luchar por la democracia, pero como nos habíamos propuesto que la democracia dominicana que debía surgir a la caída de Trujillo tendría que ser una democracia reformadora, revolucionaria —a fin de evitar que permanecieran intactos los males económicos, políticos y sociales que hicieron posible la tiranía trujillista—, fuimos acusados de comunistas tan pronto se advirtió que íbamos a ganar las elecciones de 1962. Nosotros —en tanto líderes del PRD, no como personas— íbamos al poder por la vía democrática, abierta y franca del voto, a pesar de lo cual se nos calificó de comunistas; ahora queda el lector en libertad de pensar a qué acusación no hubiéramos dado pie si en vez de organizar un partido político para lanzarnos a la lucha electoral hubiéramos tomado el camino de la insurrección armada para establecer la democracia en la República Dominicana” (Bosch, 2009, v. XI, p. 161). Únicamente en dos ocasiones Bosch participó en acciones armadas para fines políticos. La primera en 1947 con la expedición de Cayo Confite para derrocar la dictadura de Trujillo y en 1965 para recuperar la democracia dominicana.
La defensa de las dictaduras más violentas que haya conocido nuestra historia latinoamericana de parte de los intereses económicos estadounidenses y de las oligarquías y burguesías criollas, explica que la democracia no floreciera y que los jóvenes con legítimos deseos de justicia social se adscribieran a partidos políticos que buscaban una revolución comunista. “…la juventud latinoamericana, indignada por la injusticia que se comete con los líderes democráticos honestos, reacciona inclinándose al comunismo. Si la acusación viene de los círculos más odiados del hemisferio, la juventud responde a ella colocándose precisamente en el punto extremo que se opone a los acusadores; y así, día tras día, los jóvenes más osados de América, encabezados por los de la alta clase media y los de mediana clase media, van engrosando las filas comunistas en todos nuestros países” (Bosch, 2009, v. XI, p. 161-162). En el caso dominicano el derrocamiento de Bosch y su proyecto democrático fue una convocatoria para el alzamiento guerrillero del 14 de Junio. El argumento de Manolo y sus compañeros era simple y contundente, ya que no se permite la democracia, entonces frente a la tiranía oligárquica e imperialista la respuesta era el alzamiento guerrillero como lo hizo Fidel Castro en Cuba.
El caso cubano, que Bosch lo vivió directamente por su estancia desde 1939 hasta 1953, trabajando de cerca con los máximos líderes del PRC-A, es una demostración de que la democracia siempre está en peligro y que amerita la defensa del pueblo para que permanezca. “No es posible mantener una democracia sin demócratas, y en Cuba había sucedido que la burguesía criolla y la clase media, especialmente en sus sectores alto y mediano, así como gran parte de las masas populares, habían vivido doce años bajo el régimen democrático y no aprendieron a conocer la democracia, a estimar sus beneficios y defenderla de sus enemigos. Desde 1940, con muchas debilidades en el orden moral, pero con pocas en otros aspectos, en Cuba hubo una democracia; y sin embargo, cuando ella fue destruida por el golpe de Batista en marzo de 1952, el Pueblo cubano se comportó con una indiferencia glacial; no salió a defender la democracia, no tuvo ningún inconveniente en aceptar el golpe militar que llevó a Batista al poder, a pesar de que los cubanos sabían que Batista había sido dictador, y un dictador duro, por lo menos entre 1934 y 1940. Al cabo del tiempo, se rebelaron una parte de la mediana clase media y sobre todo la pequeña clase media —y ni una porción del proletariado— y el fruto de esa rebelión fue la revolución de Fidel Castro. En 1963 se aseguraba que había doscientos cincuenta mil cubanos en el destierro; si esa cantidad de cubanos hubiera defendido la democracia en 1952, cuando Batista la destruyó, el Gobierno de este no hubiera durado una semana y la revolución de Fidel Castro no se hubiera producido” (Bosch, 2009, v. XI, p. 163). Pocos análisis sobre la historia cubana son tan lúcidos como este breve párrafo de Bosch en Crisis de la democracia de América en la República Dominicana.