El tema de la muerte es tabú por el temor que nos produce. Incluso algunos creyentes la enfrentan con serenidad solo mientras no sea la de ellos o la de alguien muy cercano. Sin embargo, nada define mejor la vida que ella. Si la ignoramos, nuestro conocimiento de la vida resulta deficiente. Aunque hay múltiples razones para considerar a la muerte como una transición o cambio de estado y no como un final, ahora simplemente estaremos enfocando un fenómeno del que nunca hablamos, pero que todos conocemos y ni siquiera sabemos por qué lo conocemos.
Nuestra mente es más compleja de lo que pensamos y realmente algunas situaciones difíciles que experimentamos las atraemos nosotros mismos, tal como la muerte y las enfermedades. Por ejemplo, cuando desesperadamente quieres evadir una situación y no puedes, una enfermedad “oportunamente” llega. Y hasta cierto punto, la muerte llega cuando tú así lo deseas, por lo que es importante que verdaderamente ames la vida.
Analiza en tu memoria o la de tus contactos cercanos las siguientes situaciones:
Quien haya acompañado a una persona en el trance de morir, posiblemente recordará que en algún momento un familiar podría suplicarle: “todavía no te vayas” e intenta convencerle de que permanezca en este plano por más tiempo. Podría atribuirse simplemente a una postura emocional, no racional, ante el dolor que se siente por la inminente pérdida.
Pero aun más, el moribundo podría decir que ya está cansado y que quiere irse, o que ya no tiene algo pendiente aquí o incluso pide a sus parientes que lo dejen ir (esto último es todavía más complejo). ¿Por qué esa persona se expresa como si tuviera alguna posibilidad de decidir sobre su final? Realmente conocemos muy poco de nosotros mismos, pero quien escribe, por ser médico, está comentando algo de lo que ha sido testigo frecuentemente.
Es más impactante el hecho de que el moribundo en ocasiones “programa” el momento de su partida. Por ejemplo, podría decir cuándo morirá o que esperará la llegada de alguien antes de partir. Se relatan también diversas manifestaciones extrañas en esos momentos que actualmente carecen de explicaciones científicas. Evidentemente, hay algunos que se resisten a morir hasta el último momento.
Los médicos a menudo reconocen con pesar cuando el enfermo grave ya no quiere luchar y algunos cirujanos podrían evitar operar pacientes que muestren que no quieren vivir (porque tienden a complicarse). Dirigimos nuestros procesos internos más de lo que creemos posible.
Nacemos con un condicionamiento biológico o programación que terminará nuestro tiempo de existencia. En un momento determinado se activa el proceso de la apoptosis por el que nuestras células voluntariamente se “suicidan”; aunque un fuerte deseo de vivir podría retrasarlo. Algunos científicos están luchando por encontrar la forma de reprogramar esa “alarma” con el fin de alargar la vida en este plano.
En ocasiones alguien cercano comenta que ya no vale la pena vivir e inmediatamente activa inconscientemente procesos biológicos que rápidamente le llevan a la muerte. Usualmente de forma normal creemos que nunca querremos morir, pero en niveles superiores de nuestra consciencia, hay momentos en que entendemos que ya hemos vivido lo necesario (pero pocos tienen comunicación con esos niveles de consciencia).
Hemos mencionado que tenemos una conciencia superior (presente tanto en el filósofo, el sacerdote, como en la prostituta y el delincuente) y ese nivel mental está en contacto con entidades superiores, pero mientras algunos logran grados de compresión más amplios y mejoran su apertura a una inteligencia de mayor nivel, otros duermen. En momentos claves, solemos enfrentar la muerte con mucha naturalidad y nos damos cuenta de que no nos resulta extraña ni aterradora, por razones que nuestra conciencia normalmente no maneja. No tenemos idea de quiénes somos realmente.
Muchas personas consideran que somos marionetas de Dios y él simplemente nos manda la muerte, como un destino programado en el que no existe el libre albedrío, por lo que aquello que usted haga o deje de hacer no determinaría nada. Para bien o para mal, se nos ha permitido tomar el control de nuestras vidas y se espera que actuemos. La Biblia nos dice que no podemos ver a Dios en esta vida (Éxodo 33:20), pero tampoco podemos comprender exactamente lo que él es (por más inteligentes que creamos ser). Realmente nunca lo sabremos todo y debemos “descargar esa aplicación” que llamamos fe a nuestra conciencia y que permite relacionarnos con lo desconocido.
Actualmente, con el conocimiento del internet, de la “Nube”, de las comunicaciones digitales, etc., tenemos más posibilidades de comprender los misterios divinos que las que tuvieron los primeros cristianos.
Por un momento considera la posibilidad de que Dios fuera tu padre, de que su espíritu habite en tu interior y que por tanto tengas capacidades ilimitadas, y entonces analiza desde esa consciencia, las mejores opciones para tu vida actual. Mientras camines en esa dirección, decidirás vivir y cuando decidas marcharte, lo harás sin angustias innecesarias.