La creciente importancia que cobra el turismo en nuestra economía torna necesario una mayor conciencia del crucial requisito de paz social que este implica. Las razones por las cuales se considera “volátil” a esta industria son variopintas, pero la tranquilidad y la seguridad son las condiciones subyacentes esenciales para que el visitante pueda disfrutar de su ocio. Por eso debemos siempre preocuparnos por las contingencias de las campañas electorales. Ante la que se avecina debemos prepararnos para que se revista de cordura y civilidad, por el bien del turismo.
Hace añales que nuestros “tutumpotes” políticos debieron adecentar el debate electoral. A juzgar por lo que percola actualmente, eso sigue siendo una quimera. El “debate” sigue superficial y se decanta entre las loas de los gobiernistas a sus realizaciones, mientras los de oposición denigran y denotan la gestión gubernativa. En la actual coyuntura, pretender eliminar de golpe y porrazo esa malsana cultura política no es realista. Para el pueblo llano las caravanas y mítines seguirán flagrantes e incólumes por largo tiempo. La reciente desobediencia de los partidos de oposición al mandato de la JCE para que cese su proselitismo a destiempo es señal de que esas prácticas están demasiado arraigadas para desaparecer de un día para otro.
El segmento de la población que protagonizó la Marcha Verde, sin embargo, ansía todavía una redención en por lo menos algunas de las prácticas partidarias. Se requiere que el entramado partidario, y más particularmente sus máximos dirigentes, se decida a convertir sus vocinglerías en postulados que sean heraldos de la esperanza. Y tal aspiración puede materializarse si por lo menos los candidatos presidenciales de los tres principales partidos se comprometen a debates televisados que se enfoquen en los principales retos de la gobernanza en el siguiente periodo de gobierno.
Pero no es solo la clase media de la Marcha Verde que anhela ese salto de civilidad. La talentosa periodista Millizen Uribe, Editora de Hoy Digital, también ha señalado esa necesidad en un artículo de este mismo martes. Al referirse a un estudio patrocinado por ANJE sobre las expectativas electorales de los jóvenes –que representan el 35% del padrón electoral—, Uribe reporta que “la juventud tiene altas expectativas de la campaña, tanto así que espera las mismas se enfoquen en cambios estructurales a largo plazo y no solo en la cotidianidad”.
Además de los mencionados requisitos del turismo, el grueso de los electores está demandando mejoras en las prácticas electoralistas. Los jóvenes aspiran a que los debates no se queden en los temas cotidianos de la seguridad ciudadana y el empleo; deben también enfocar los más trascendentes temas de la educación, la salud y la corrupción. Los jóvenes “esperan y demandan que sus representantes rindan cuentas y se comprometan a gestionar los problemas del país de manera efectiva, y que participen de debates electorales (71.2% de las y los encuestados lo considera necesario para conocer cuáles son los planes de los aspirantes a cargos electivos).”
Este trasfondo electoral anima a proponer que los tres candidatos principales de la próxima contienda presidencial se comprometan, cuando la JCE abra la campaña, a los debates presidenciales. Idealmente, tres organizaciones de la sociedad civil deben patrocinar y convocar los debates: FINJUS, Participacion Ciudadana y ANJE. Tomando en consideración el rango de atención de una audiencia televisiva, lo preferible sería que fueran cuatro debates de tres horas de duración cada uno. Es decir, cada candidato dispondría de una hora en cada debate para formular una síntesis de sus propuestas, con algunos minutos para criticar alguna propuesta de sus adversarios.
Por lo mismo del rango de atención de los televidentes cada debate se limitaría a tocar dos temas fundamentales. A guisa de ejemplo los temas serían: 1) corrupción y ministerio público, 2) pacto fiscal, 3) protección social, 4) seguridad social, 5) educación, 6) salud, 7) migración ilegal y frontera, y 8) minería y turismo. Los patrocinadores de los debates escogerían los pares de temas para cada debate y lo notificarían a los candidatos con suficiente tiempo de antelación como para que puedan preparar sus respectivas síntesis. Ya en el debate mismo cada síntesis se tomaría 20 minutos y el resto de la hora de cada ponente podría utilizarse en la criticas y contrapropuestas.
A lo anterior podría añadírsele un sistema de retroalimentación de la audiencia televisiva al estilo de lo que hacen algunos programas de televisión de países del primer mundo (p. ej. America Got Talent). Pero esta opción se dejaría en manos de los candidatos para que ellos evalúen sus pros y sus contras. Aunque sería una herramienta útil para que ellos puedan calibrar el grado de aceptación de sus propuestas, también es posible que esa retroalimentación no les convenga. No cabe duda de que sería una forma de contar sus votos, aunque solo entre un segmento de la población. Ya en Estonia se usa el método en elecciones mediante este tipo de herramienta.
Sin duda, el país no puede continuar siendo víctima de la chachara electoralista y el clientelismo comprado. Eso lo rechaza una gran parte de la población y quienes no estén dispuestos a mudar la piel serán considerados tutumpotes políticos o “honorables avivatos”. El país demanda un salto cualitativo en las prácticas políticas y aceptar la participación en los debates presidenciales sería una muestra de que nuestros líderes y sus partidos están dispuestos a evolucionar con los tiempos. El turismo requiere un mayor grado de civilidad en nuestras prácticas políticas y dejar atrás el mesianismo barato. Los líderes máximos deben dar el ejemplo y convertirse en verdaderos heraldos de la esperanza.
Crear esperanza no es solo un método que compagina con el turismo. Es también un método para promover la paz mundial a través del turismo. El turismo, en verdad, es un agente de la paz. Así lo afirmó el secretario general de la Organización Mundial de Turismo cuando en el 2014, y junto con la Klagenfert University de Austria, pusieron en circulación el Handbook on Tourism and Peace (Manual de Turismo y la Paz). “La experiencia fundamental del turismo –visitas a nuevos lugares y encuentros con su gente y su cultura—es un aspecto transformativo que define el rol del turismo como un agente de paz”.
Desde entonces han surgido varias entidades que promueven la construcción de la paz a través del turismo y hasta existe un segmento del mercado que genera “turismo de la paz”. Existe inclusive una entidad cuya visión consiste en “a hacer de los viajes y el turismo la industria más grande del mundo, la primera "Industria de Paz Global" del mundo y la creencia de que cada viajero es potencialmente un "Embajador para la Paz". De ahí que el turismo no solo requiere paz para existir, sino que también la promueve. Nuestros líderes políticos, por tanto, deben asimilar esto como su mantra en favor de la nación y de la paz mundial.