Navegar en los archivos, pescar emociones, recuperar esas líneas energéticas que fluyen en momentos en que estabas en otra cosa y ya estás, estás ahí, frente a esos “tú mismos” que de todos modos tienen sus encantos.
En el 2014 tuve la gran alegría de recibir a cuatro mujeres fabulosas. Quisqueya Henríquez, Jenny Polanco, Sara Hermann y Lucy García venían de no recuerdo cuál festival de arte y me cayeron en Berlín. Por suerte que se hospedaron en Mitte, mi barrio, y bien cerca de mi casa.
Ahora que los álbumes familiares asumen nuevas dimensiones, que ya no son ese amasijo de imágenes destiñéndose y con el riesgo de que las polillas o el descuido los reduzca, sino reliquias o constancias o amparos, regreso a ese archivo de imágenes. Vuelvo a pasear con cuatro mujeres que han hecho historia en los senderos del arte dominicano desde los más diversos espacios.
A diferencia de muchísimas otras visitas, en esa tarde de principios del verano, cuando el Spree todavía lanza sus paqueticos de frío y todo comienza a ponerse un poco más animado con la promesa de cálido verano, me asumí en un rol que me encanta pero que me da miedo: el de fotógrafo, en este caso, cronista.
Aquí están ellas, dos que ya se han ido físicamente pero que nos siguen rondando en el alma, porque de ellas heredamos imágenes, palabras, siluetas, sombras que todavía, como en el Tao Te King, nos permiten utilizar el vacío que contienen.