Dana parecería ser una palabra de nuestra lengua, el español, utilizada para designar, desde la arbitrariedad del signo lingüístico, a una bella niña o a una elegante dama. Después de la tragedia de Valencia, en España, este término tendrá el olor amargo de un dolor que te cala hasta los huesos. Nadie osaría con nombrar a alguien, a quien ama, con este fatídico nombre. Sin embargo, Dana no es simplemente Depresión Aislada en Niveles Altos, de donde viene su nombre.

Lo ocurrido en Valencia está ocurriendo en todo el planeta, en mayor o menor grado y forma, como respuesta de la naturaleza a los daños y crímenes ambientales causados por los seres humanos. Estos daños ambientales han sido producidos por ricos y pobres; por multinacionales y pequeños negocios; por las personas de todos los colores y todas las razas. Aunque para esto último, debemos aclarar que sólo hay una raza: la raza humana.

Nadie quisiera soñarse con las trágicas imágenes dantescas de Dana en Valencia. No hay que describirlas ni recordarlas porque laceran hoy, mañana y siempre. De por vida, llevaremos el triste recuerdo vivo en la mente humana de un hecho que tiene sus causas y que hubo tiempo para escuchar a los consagrados ambientalistas, pero nos tapamos los oídos y cerramos los ojos para no verlos ni escucharlos. Ahora todo es más costoso, hasta la propia muerte.

No hay un solo lugar en el mundo, y esto lo vemos a diario a través de los medios de comunicación y las redes, donde no se produzcan grandes y pequeñas Danas. La naturaleza va respondiendo, de manera distinta, según las circunstancias y el momento, cada herida que recibe de los seres humanos y no distingue en su respuesta, el origen, color de la piel ni la fortuna o no de sus atacantes. En esto, supera al ser humano. Esta es su arma más poderosa. Ella no discrimina. Sus armas universales son: agua, fuego y aire.

Lo ocurrido en Valencia, y todos lo sabemos, fue una gran y dolorosa tragedia; sin embargo, frente a ese lamentable hecho, los ejemplos de solidaridad humana fueron testimonios vivos y conmovedores que hablan de que todavía hay esperanza, ante el horrible egoísmo que nos cerca cada día.