Con Gaza en el corazón

“La falta de amor tiene un efecto devastador en el cerebro del niño”, afirma Boris Cyrulnik (Burdeos, 1937), uno de los grandes referentes de la psiquiatría y la psicología de nuestra época. Su vida, marcada por la huella de ser un superviviente del Holocausto, la orfandad y una profunda carencia afectiva, lo ha llevado a desarrollar una personalidad analítica brillante y a buscar en los estudios la comprensión de situaciones emocionales complejas. Es el creador del concepto de “resiliencia”, que deriva de su trabajo con niños víctimas de las guerras y su exploración sobre el sentido de la existencia en condiciones extremas. Su evolución personal es tan inspiradora como sus tesis e hipótesis de trabajo.

En su artículo más reciente, publicado en El País el pasado 28 de julio, Cyrulnik reflexiona sobre la violencia y sus orígenes y asegura: “No hay nada más natural que una pelea; no hay nada más civilizado que una guerra”. La dureza de esta afirmación invita a una profunda reflexión, ya que se refiere a que los humanos tenemos reacciones similares a las de los animales, como la defensa de la propiedad o de objetos a los que atribuimos valor.

Cyrulnik explica también cómo los instigadores de las guerras son capaces de encontrar las palabras necesarias para justificar el fanatismo, haciendo que los soldados se sientan orgullosos de matar… Es aterrador pensar en la capacidad de captar un sentimiento de odio y transformarlo en una defensa justificada.

Lo que sabemos con certeza es que la falta de afecto influye directamente en el desarrollo cerebral humano, especialmente en las conexiones en zonas del lóbulo prefrontal, responsables de la toma de decisiones, y el sistema límbico, que procesa la información y la memoria. Los comportamientos violentos en situaciones de carencia o conflicto son patrones de defensa del entorno, productos de la adaptación.

La importancia de la afectividad en la infancia es un hecho más que demostrado, un área sensible que debemos cuidar. Los conceptos de apego son uno de los campos más estudiados por el Dr. Cyrulnik, porque en sus investigaciones sobre los niños de la guerra ha observado que las conductas impulsivas y la falta de empatía son producto de trastornos en el desarrollo cerebral, especialmente en estructuras que hasta hace poco no se habían podido evidenciar. Se ha demostrado que en estos niños las zonas afectadas durante el proceso madurativo presentan un retraso significativo.

El “desierto afectivo” resultante, en el que no hay nada que recordar, ni emociones que experimentar, lleva a una atrofia del sistema límbico. En su último libro, Cuarenta ladrones con carencias afectivas, peleas animales y guerras humanas (publicado por la editorial Gedisa) Cyrulnik explora a fondo estas ideas.

Conocer a este gran psiquiatra y neurólogo francés de origen polaco es embarcarse en un viaje hacia lo más profundo de los sentimientos.