Que gran verdad tenía nuestro genial Cuquín Victoria cuando decía que este es un país muy especial.
Tan especial que teniendo tanto, tanto y tanto que ofrecer en tantos ámbitos humanos, productivos y de naturaleza, se da el lujo, o mejor dicho el lujazo, de no tener y explotar una Marca País decente, como mandan los cánones del Branding actual, que lo posicione a nivel interno con el debido orgullo e identidad para sus ciudadanos, y con buenos réditos económicos al externo con ganancias tangibles de divisas y aún más en los valiosos beneficios intangibles de la imagen y prestigio nacional frente al resto mundo.
Pero somos así y así somos como muy bien decían en aquel programa de Cornelia Margarita, y en pleno 2023 aún no tenemos una Marca País y sí la tenemos está hecha tan toyosamente -de mi autoría- que no se han atrevido a mostrarla en eventos internacionales por miedo a hacer el ridículo.
Prueba de ello es que en el pasado congreso de FITUR celebrado en Madrid, nuestro flamante ministro de turismo en una entrevista televisada tenía detrás de sí, bien visible y legible, el lema anterior de Lo tiene todo en lugar de la República del (o para) el Mundo. Y en nuestro medio luego de una efímera y no muy bien acertada cuña de radio desapareció para siempre.
Esa última Marca País ha sido desde sus inicios seriamente cuestionada por numerosos profesionales de sectores de la comunicación, especialmente los publicistas que bregan a diario con marcas y diseños.
En lo que el hacha va y no viene, la escondemos en algún rincón oficial habiendo perdido así un dinero en su realización y, sobre todo y mucho más importante, una participación en el competido mercado internacional de quién se lleva el gato al agua -el visitante, el inversionista- en un momento en que el turismo después de la pandemia experimenta un gran auge.
Otros países con mucho menor potencial que la República Dominicana hacen buen uso de esa importante herramienta de Marketing aprovechándose de parte de lo que podríamos obtener si estuviéramos compitiendo, y también nosotros mientras nos tomamos unas frías y bailamos una bachatas en el colmadón de la esquina estamos perdiendo los múltiples beneficios de la utilización de una Marca País correcta.
Este gobierno que quiere cambiar a toda costa y anuncios hasta el mismísimo concepto de cambio debería asumir que por la inexperiencia del recién llegado, o por la influencia malévola marciana, o por el dengue que nos azota desde siempre, o cualquier otra causa, pues excusas para los políticos nunca faltan, no dio pie con bola o metió una extremidad inferior en el asunto como se dice de manera coloquial en el patio.
Que haga acto de contrición, reconozca sus errores, todos tenemos derecho y hasta casi el deber de equivocarnos para aprender de ellos, y que se vuelva humildemente a recomenzar. Pero esta vez por el librito, como se debe hacer, con profesionales de aquí o de fuera que sepan y tengan la necesaria experiencia sobre la compleja y delicada materia de la construcción y manejo de la Marca, que los hay, y muy buenos por cierto.
Y sobre todo que dejen fuera la politización, la subjetividad, y el show. Nada de concursos populistas de diseños entre estudiantes, nada de cambiar alegremente el nombre de República Dominicana por Dominicana, nada de crear logos que recuerdan otros logos de Marca País latinoamericanos, nada de líneas de comunicación tan grandilocuentes que quieren devorarse al Mundo y que no se entienden ni corresponden con la realidad del país.
Tenemos enormes rollos tela como los de las tiendas de la Duarte repletos de ventajas y cualidades por donde cortar, buenos sastres que saben medir, coser y entallar el elegante traje de la Marca País que nos corresponde. De verdad, no se concibe que a estas alturas del juego estemos fuera del mismo, y lo que es peor que, según parece por la actitud del gobierno, se quisiera estar fuera como a propósito.
¡Ah! El gran Cuquín tan conocedor del alma dominicana se adelantó con aquel eslogan muchos años a cualquier Marca País que se pudiera hacer: Este es un país muy especial. Tan especial que no la tiene.