Para la doctrina judeo-cristiana, el número “cuarenta” (XL, 40) tiene una connotación simbólica en las escrituras del Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia) y en las profecías. Para los cristianos, esa cifra posee fundamento místico en los Santos Evangelios, las Epístolas, las prácticas devocionales; así como en las ordenanzas y preceptos emitidos por la Iglesia durante siglos.
El número cuarenta (40) se presenta en más de cien ocasiones en las Santas Escrituras, y generalmente ocurre en momentos claves de acontecimientos significativos y trascendentales. Se debe señalar que, para los hebreos, exponer cuarenta días de duración de un período, es una forma de decir “por largo o prolongado tiempo”. No es una cantidad de días contados como lo hacemos ahora; más bien, es informar un lapso o tiempo de duración.
Entre las anotaciones más relevantes del Antiguo Testamento, se pueden resaltar los eventos más enigmáticos y trascendentales, por todos conocidos:
El diluvio
Acontecimiento apoteósico con el que Dios decidió purificar la humanidad para tener una nueva generación. La tierra estaba llena de maldad y violencia… al ver que había tanta perversidad, el Señor se dispuso a terminar con toda la gente y los animales vivientes. Ordenó a Noé construir un arca y dijo: “Yo voy a mandar un diluvio que inundará la tierra y destruirá todo lo que tiene vida…; pero contigo estableceré mi alianza, y en el arca entrarán tus hijos, tu esposa, tus nueras y tú. También llevarás al arca un macho y una hembra de todos los animales que hay en el mundo, para que queden con vida igual que tú” (Génesis 6:17-19). “Haré que llueva durante cuarenta días y cuarenta noches” (Génesis 7:4). Cuarenta días con sus noches estuvo lloviendo sobre la tierra.
Cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto
Luego de una serie de desavenencias con el faraón de Egipto, los esclavizados israelitas salieron, bajo la dirección de Moisés, en busca de su libertad; después de haber cruzado el Mar Rojo se establecieron en el desierto. Esa travesía, conocida como el Éxodo, está registrada con una duración de cuarenta años.
En algún momento, durante el trayecto de los hebreos desde Egipto a Canaán, la llamada Tierra Prometida de Dios a Abraham, Moisés amonestó al pueblo diciéndole: “Acuérdense de todo el camino que el Señor su Dios les hizo recorrer en el desierto durante 40 años, para humillarlos y ponerlos a prueba” (Deuteronomio 8:2).
Moisés en el Monte Sinaí
Otro connotado acontecimiento de cuarenta días de permanencia consistió en la subida de Moisés al Monte Sinaí. El Señor Dios le dijo: “Sube al monte, donde yo estoy, y espérame allí, pues voy a darte unas tablas de piedra en las que he escrito la ley y los mandamientos para instruir a los israelitas” (Éxodo 24: 12). Moisés se levantó y subió al monte de Dios; entró en las nubes… y allí se quedó cuarenta días y cuarenta noches” (Éxodo 24:18).
La tentación de Jesús después de su bautismo
Jesús fue bautizado por Juan en el río Jordán, y luego el Espíritu Santo lo llevó al desierto. Allí estuvo cuarenta días y el diablo lo puso a prueba (Lucas 4:1).
Las referencias a períodos de cuarenta días o cuarenta años en las narraciones bíblicas, tanto del Antiguo como el Nuevo Testamento, son elementos enigmáticos que han dado lugar a la observancia de la “Cuaresma”, que los cristianos de hoy practican con devoción, ejercicios espirituales y actos litúrgicos.