En 1888 Pedro Henríquez Ureña tenía 4 años. Su papá se había trasladado a París, a continuar estudios de Medicina. En ese año aprendió a leer y a escribir, alfabetizado por su madre, Salomé.

Tan pronto entró a ese espacio mágico donde lo que piensas y lo que oyes asume la materia del carbón y el papel, Pedro le escribió una carta a su padre, a quien todos le decían “Papá Pancho”.

El original se conserva en el archivo de Pedro Henríquez Ureña depositado en el Colegio de México. Para los curiosos: en la caja 4, el documento número 25, con el número de inscripción 6.

Transcribo el hallazgo, el inicio de un camino de bondad:

“Papá Pancho: Ya yo sé leer i contar i me gustan mucho los números. Mándame muchos libros que tengan números.

De los juguetes que mandaste ahora me gusta la lotería i la juego con mamá.

Yo quiero saber qué hay más allá del Sena i si ese río tiene barcos como el Ozama.

Yo no quiero libros de papel solo, solo de cartón, como el de Fran, para que no se rompan.

Nana dice que le mande unos espejuelos.

Tu hijito Pibín.”