Un pueblo que en 1804 fue la primera República negra en independizarse, que fraguó batallas contra el gran ejército napoleónico; sin embargo la propia diatriba de sus males internos congénitos no le ha permitido salir de la pobreza extrema. La forma diplomática de llamarlo seria “país en vía de desarrollo” por aquello de no estigmatizar esa tierra como una nación de calamidades.
La falta de institucionalidad y el irrespeto a su marco jurídico han convertido esa sociedad en ingobernable. Las conspiraciones, los golpes de Estado y cualquier otro medio para quitar del mando del poder al gobernante legitimo ha llevado incluso a la eliminación física de presidentes (el reciente caso de magnicidio no es el primero en ocurrir). Una radiografía clara de “abajo el que este arriba” sin pensar en el bien colectivo.
Las enfermedades, la pobreza, desnutrición de niños, el elevado índice de personas con VIH SIDA, la falta de empleos formales, la limitada producción de alimentos, el acceso ineficaz a la educación son algunos de los factores que alimentan la vorágine de mal gobernanza que padece ese pueblo.
Los conflictos entre la República Dominicana y Haití no son cosa nueva. En 1822 cuando aún teníamos la denominación de colonia, nuestra parte de la isla fue tomada por espacio de 22 años, hasta la proclamación de la independencia el 27 de febrero de 1844. Los eventos de 1937 con el llamado “corte de Trujillo” en el cual murieron un sinnúmero de nacionales haitiano conjugando con la creencia colectiva en el imaginario popular haitiano que nuestro país les tomo territorio (amen de los tratados de limites fronterizo) son aspectos que históricamente han mantenido una tensa calma entre estos 2 pueblos que comparten isla.
La construcción de un canal sobre el rio Dajabón por parte de nacionales haitianos es el evento más reciente. El Estado Dominicano hace alrededor de 2 meses que dispuso medidas para resguardar la integridad del territorio nacional. Dentro de dichas acciones el cierre del comercio fronterizo ha sido de las más drásticas a los fines de ser un medio de presión para forzar al vecino a una negociación.
El problema es que el “vecino no tiene cabeza”, el propio primer ministro tenía una posición ante conversaciones con las autoridades dominicanas en la cual establecía que no tenía control sobre los elementos que construyen el canal y que el Estado Haitiano nada tenía que ver con tal obra; es dicho funcionario haitiano que se destapa ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) con otra posición cual truco de magia barata.
El gobierno Dominicano en un ejercicio de reflexión de manera escalonada ha ido flexibilizando las acciones, en post de reconocer las pérdidas cuantiosas para los comerciantes de la zona, pero también la insoslayable necesidad de abastecimiento de productos de primera necesidad que tiene el pueblo haitiano.
Sorpresa, han continuado su construcción de toma de agua. Han realizado continuos actos de provocación a los soldados dominicanos apostados en la línea fronteriza, al extremo de intentar destruir una de las pirámides que delimitan el territorio; pero sobre todas las cosas ahora son las autoridades haitianas que prohíben a sus nacionales venir al mercado, que amenazan con poner multas a quienes encuentren con mercancía proveniente de República Dominicana y es que los gobernantes vecinos no ven que ese pueblo se muere de hambre? ¿No ven que no tiene su población las necesidades básicas para dignamente vivir?
¿Que pretende el vecino país? ¿Seguir provocando a los soldados dominicanos para luego ante la mínima reacción victimizarse ante la comunidad internacional? La intención de las presentes líneas no es justificar las medidas del gobierno nacional, no es cuestión que estén bien o mal. Es cuestión de intentar abrir los ojos, que como nación no podemos dejarnos llevar por la efervescencia del sentimiento patrio, sino que debemos proteger la identidad nacional, que actuemos como pueblo apegados al debido proceso del derecho internacional; por los canales diplomáticos correspondientes, a pesar de lo difícil de tal conversación ya que la falta de institucionalidad en Haití hace cualquier negociación incierta.
Tener ojo visor para poder determinar ¿Cuál es el juego haitiano?