Según las estadísticas económicas del Banco Central, Haití ocupa el segundo en el intercambio comercial con nuestro país, antecedido por los Estados Unidos de Norteamérica; mientras que, la mano de obra nacida en Haití, es mayoría en 9 de las 11 ramas de las actividades productivas y de servicios de la RD” (BCRD, 2023 y Reporte FLACSO, 2012).
Como se sabe, la crisis política y de gobernabilidad de Haití, se agudizó con la salida del Presidente Jean Bertrand Aristide en Febrero 2004, cuando éste fue enviado a Europa en una aeronave custodiada por marines de los USA.
Con la salida de Aristide, los USA, Francia y Canadá debieron involucrarse y discutir, consensuar, aprobar y poner en marcha, un Plan Estratégico de gobernabilidad en Haití, con miras a fortalecer la democracia, las instituciones y el propio Estado Haitiano, pero esto nunca ocurrió.
Por su lado, la crisis haitiana se profundizó a raíz del asesinato del presidente haitiano Jovenel Moise el 7 de julio del 2021, dejando un vacío de Estado que favoreció el recrudecimiento de la violencia, sin que los USA, Francia y Canadá, se ocuparan en buscar una solución pacífica para detener el caos y el derramamiento de sangre en Haití.
En tal sentido, todo parece que, la crisis haitiana va para largo, pues solo quienes creen en santería y brujería, están esperanzados que los mil policías de Kenia y, los 10 millones de dólares que acaba de donar los USA a la Policía Haitiana, son suficientes para controlar la violencia brutal por la que está atravesando el pueblo haitiano.
Desde nuestro punto de vista, el abordaje de la crisis haitiana debe partir de un análisis riguroso sobre los aspectos antropológicos, sociológicos, psicológicos y de su cultura ancestral, que no permiten sentar en una misma mesa a los interesados en discutir, consensuar, estructurar y poner en marcha un Plan de Nación que, fomente la reconciliación de todos los haitianos bajo el concepto ganar-ganar.
El análisis que estamos proponiendo debe ser financiado por los USA, Canadá y Francia y liderado por expertos en prevención y resolución de conflictos de la ONU y asesorados por sociólogos y psicólogos sociales de la Universidad LAVAL, Quebec-Canadá, quienes tienen más de 60 años trabajando en la reubicación, organización y acompañamiento de las distintas comunidades indígenas canadienses, dado que la sociedad haitiana está cimentada con los descendientes de varios grupos étnicos traídos como esclavos desde África a América, entre el siglo XVII y el siglo XIX.
Según los tratados de Psicología Social, “las crisis de gobernabilidad complejas documentadas se han resuelto, involucrando a todos los actores políticos, sociales, económicos, académicos y religiosos, incluyendo a los propiciadores de las crisis, como es el caso de Jimmy Barbecue Cherizier, Jean Beltrand Aristide y otros líderes políticos, sociales y empresariales que residen en Haití y, en el exterior.
En el caso de nuestro país, existe un clima de tensión e incertidumbre en las fronteras dominico-haitianas que está afectando y/o alterado las relaciones diplomáticas, por un lado, y el otro, el intercambio comercial y migratorio entre ambas naciones, clima que podría agudizarse aún más, según se agudice la violencia y la crisis de gobernabilidad en Haití.
En tal sentido, soy de los que creen que, el Estado y el Gobierno Dominicano deben de estructurar tres Planes de Contingencias (A, B y C) para enfrentar, estratégicamente, una avalancha o estampida masiva de haitianos hambrientos y enfermos que lleguen a las líneas fronterizas entre Haití y la República Dominicana.
Por lo antes expuesto, los planes a los que hicimos referencia en el párrafo anterior deben contemplar el manejo migratorio y humanitario, cuya implementación la debe conducir la Cancillería Dominicana en coordinación, entre otros, con los Ministerio de Defensa, Interior y Policía y Salud Pública, la Dirección General de Migración, el COE, la Defensa Civil, la Cruz Roja, los comedores económicos y las ONG con programas y proyectos en las provincias que colinden con Haití.
Como se sabe, nuestro país es signatario de varios acuerdos con las Naciones Unidas sobre migración en casos de desastres humanitarios y, al firmar dichos acuerdos, la República Dominicana asume el compromiso de prestar ayuda humanitaria a los ciudadanos de cualquier nacionalidad que se encuentren en sus fronteras o, en su territorio, y demuestren que sus vidas está en peligro.
Finalmente, yo soy de los que creen que, la respuesta dominicana ante una avalancha o estampida de 200 mil ó 500 mil haitianos que lleguen desde Haití a las fronteras entre ambos países, deberá manejarse inteligente y estratégicamente, haciendo uso de los planes A, B y C a los que hemos hecho mención, según lo considere el Poder Ejecutivo, atendiendo a las recomendaciones de nuestra Cancillería.
“Si la crisis de gobernabilidad en Haití se agudiza, la RD debe estar preparada para hacer frente estratégicamente a la misma, no solo haciendo uso de su músculo militar, sino utilizando todas las prerrogativas y las herramientas logísticas y humanitarias que estén a nuestro alcance” (DTGM, 2024).