El portavoz de la Presidencia, Roberto Rodríguez Marchena, entiende que el turismo es la “locomotora del desarrollo nacional” y, por tanto, las autoridades dominicanas deben manejarse con “mucha prudencia”.

Lo ha afirmado en el televisual mañanero Hoy Mismo del 2 de marzo de 2020 al ser preguntado sobre el ciudadano italiano de 62 años, aislado en el hospital militar Ramón de Lara, en Santo Domingo Este, y declarado por Salud Pública como el primer caso de la enfermedad del coronavirus 19 en la República Dominicana y el Caribe.

Pero, ¿cuál sería el tamaño y la salud de esa prudencia si, muchas veces, en nombre de ella se sacrifica a la población para favorecer a unos cuantos?

De entrada, su concepción sobre el turismo parece inocua y hasta madura; mas, en la realidad, es profundamente cosificadora y un mito que coloca como accesorio al ser humano dueño del destino turístico. Peligroso por salir de la boca de un emisor de su estatura.   

“Locomotora del desarrollo nacional” es un lugar común y un mito que refiere a industria (máquina, infraestructura, insumos, productos, oferta demanda), y el turismo no es eso, sino un fenómeno social contemporáneo, complejo, multidisciplinario y ubicuo que opera en un contexto. Sí, fenómeno social que tiene a los seres humanos en el centro de su dinámica (influidos los trabajadores hoteleros, comunidades vecinas, profesionales). No es máquina, ni infraestructuras inanimadas. 

NUEVA REALIDAD

El especialista Miguel Ledhesma, en Manual de Periodistas Turísticos (2017, P. 14), nos ayuda a entenderlo mejor: “Turismo es todo el espectro que se genera a partir de la idea y/o de la acción que implica el desplazamiento de los seres humanos a un lugar diferente al de su residencia, con posibilidades recreativas…

… El turismo se presenta entonces como un fenómeno social complejo y multidisciplinario que comprende aristas económicas, sociales, políticas, artísticas, antropológicas, medioambientales, históricas, geográficas, educativas, psicológicas, comunicativas… que involucra simultáneamente al sector empresarial, al estatal, al no gubernamental, al sector profesional, a las poblaciones que habitan cada destino turístico y a los turistas”.

En el discurso oficial se cae en el terreno del reduccionismo al asumirlo como industria en la que sólo importan la cifra de extranjeros que entran por los aeropuertos y puertos, sin importar su calidad; los ingresos en dólares a la economía, la llegada de la temporada alta, las instalaciones hoteleras y el impacto en otros sectores, como el agropecuario, al demandar sus productos. Bajo ese enfoque es válido el “dejar hacer, dejar pasar” y no entra a la agenda la superación de la pobreza, ni la salud, ni el entorno, de las comunidades dueñas de los destinos porque no son consideradas como protagonistas.

¿DÓNDE ESTABAN ELLOS?

El mejor ejemplo lo tenemos ahora con el tratamiento al primer caso de COVID19 en el país. De los discursos se infiere que turismo y turista son sagrados porque representan dólares para la economía. 

En la mañana del domingo 1 de marzo, el Gobierno, a través de Salud Pública, había confirmado la versión que ya corría de boca en boca. Primer caso de la enfermedad: un masculino procedente de Pesaro, Región Marcas, en Italia, donde un brote desde enero de 2020 y ha afectado a 888 personas. Se limitó a decir hospedado en un hotel de la región este (debió identificar el nombre de la empresa), y que han rastreado a todo el que ha tenido contacto con él. Enfatizó en que es un caso aislado, es decir, no hay propagación comunitaria. https://www.youtube.com/watch?v=OVOBpnyTXGg.

Fue en la tarde de ese día que la Cadena Viva Resorts,  mediante comunicado, confirmó el runrún de que el viajero procedente de Milán se había hospedado, sin síntomas, el 22 de febrero hasta el 29, en su hotel Viva Dominicus Beach, Bayahíbe, provincia Altagracia, pero presentó síntomas el 24. Dijo que han cumplido los protocolos de manejo locales e internacionales, y su local sometido a un proceso de higienización y a controles extremos. https://www.diariolibre.com/actualidad/viva-resorts-informa-italiano-que-tiene-coronavirus-se-hospedo-en-uno-de-sus-hoteles-FC17403420.

Muy bien. Pero, ¿con cuántas personas se relacionó el turista desde que se montó en el avión, en Milán, hasta el 24, en que presentó síntomas y fue llevado a aislamiento? ¿Y las que se relacionaron con él, con quiénes han compartido? ¿Cuál es su estado de salud actual? En los otros países donde impacta el virus, la propagación está detrás de preguntas similares.

Las respuestas precisas no están, sin embargo, en el discurso oficial, como no estuvo la identificación del hotel, pese a que son de preocupación en la sociedad. Tal vez es muy temprano para saberlo; tal vez, la “prudencia” manda al silencio para evitar “alarma”.

El ministro Rafael Sánchez sólo ha dicho que tienen los listados y Epidemiología sigue la trazabilidad. Su palabra rodaría, si en los focos de atención se presenta en los próximos días un brote epidémico por propagación comunitaria, que sería difícil de contener en vista de la fragilidad del sistema de salud nacional. 

La prudencia respecto del turismo y el huésped italiano ha sido larga. La atención a él ha tenido hasta su dosis de dramaturgia, al visibilizar su silueta con una bata y haciendo ademanes a través de la cristalería de la sala de aislamiento del hospital. Han dicho que ha sido muy responsable y colaborador con su caso.

Pero, tratándose de un ciudadano procedente de un país impactado por el virus, ¿quién le dio seguimiento al entrar por el aeropuerto? ¿No era obligatoria esa acción? 

Por lo que ha dicho este lunes Rodríguez Marchena, la “prudencia” viene de una decisión gubernamental producto de un enfoque miope ya superado sobre la conceptualización de turismo, seña que Salud Pública ha tenido que seguir con los ojos cerrados.

La provisión de información veraz, suficiente y oportuna a la sociedad no daña al turismo y a los turistas. Todo lo contrario: empodera, previene, gana aliados, credibilidad y, a la corta o a la larga, evita fuertes dolores de cabeza al país. Las crisis son inherentes a los seres humanos y a las instituciones. No hay que temerles. La prudencia no es mala, siempre que no obvie el contexto, ni sea tan larga que opaque la realidad y deje campo abierto a las informaciones no oficiales, a los Fake news o noticias falsas y a los memes de las redes sociales.

El periodismo responsable no apuesta al ocultamiento de datos, ni huye a las denuncias bajo el pretexto de que turismo y turistas son sagrados porque “traen dólares” necesarios para la estabilidad macroeconómica. Con toda la verdad a tiempo es mejor.