Con Gaza y el Líbano en el corazón

Lamentablemente, este es el signo de nuestra época: estamos sumergidos en nuestras propias contradicciones y en las contradicciones colectivas. Partimos de lo individual hacia lo colectivo, esforzándonos por contrarrestar el incesante bombardeo de conceptos e informaciones contradictorias. La estructura de los mensajes informativos actúa como un generador de pensamientos, creencias, prejuicios, y también de beneficios comerciales. El “enemigo humano” se presenta como alguien que viene a robar, a despojarnos de nuestra propiedad e incluso de nuestra identidad. Así, se construyen múltiples cápsulas de miedo hacia el otro y la venganza se convierte en una forma de defensa.

En respuesta, se disparan las ventas de alarmas y dispositivos de seguridad, alcanzando niveles máximos de consumo. Este “enemigo” se enfoca en determinados grupos y nuestras reacciones se ven mediatizadas. La repetición constante de ciertos conceptos se incorpora de manera inconsciente a nuestro sistema de creencias, haciéndonos pensar de una forma determinada según la información que consumimos, lo que genera en nosotros sentimientos profundamente contradictorios.

Nos encontramos en una crisis absoluta de la verdad. Cada persona parece tener su “verdad personal”, posiblemente construida y manipulada por toda la información que recibe a lo largo del día. ¿Somos realmente capaces de construir un pensamiento crítico en medio de esta confusión? ¿Cómo podemos mantener el equilibrio mental frente a un suministro constante de información y versiones tan dispares?

Sabemos que la representación del tiempo es posible gracias a la conexión entre las neuronas prefrontales y las neuronas límbicas, que son fundamentales para procesos como la memoria. Sin embargo, en esta realidad actual estamos en riesgo de crear representaciones de los acontecimientos totalmente descontextualizadas. No solo respondemos emocionalmente a lo que percibimos, sino también a las representaciones que generamos en nuestra mente, como sucede con los sueños y los recuerdos. Este complejo engranaje individual de la percepción y el procesamiento de la información nos lleva a vivir con profundas contradicciones, alimentadas por el sistema de creencias y la cantidad de información contradictoria a que estamos expuestos.

Pero mantenerse al margen de esta vorágine informativa ¿nos hace mejores o peores? Estas son preguntas que me hago constantemente. No tomar parte o ser insensible a lo que le sucede a la mayoría ¿te convierte en mejor o peor ciudadano? Personalmente, creo que ser indiferente a los dolores colectivos siempre te hará peor ser humano.