El más grande líder revolucionario internacionalista dominicano de todos los tiempos, sin dudas, es el Generalísimo Máximo Gómez, nacido en un popular barrio de Baní, trabajador de la tierra, el cuál junto a Martí, patriotas cubanos, banilejos y dominicanos, lucharon y consiguieron la Independencia de Cuba, que culminó realmente años después con la Revolución del 26 de julio simbolizada por Fidel y el Che.
Máximo Gómez, genio militar, estratega de la guerra de guerrilla, de militar español pasó, machete en mano a ser el máximo mando del ejército mambí y en un momento dado cabeza política de esa epopeya, donde sobresalió de tal manera que llenó de admiración al incólume de Juan Bosch que lo rebautizó como “el Napoleón de la Guerrilla”.
A pesar de su identidad y orgullo canario españolizado, se dieron muchas reacciones de repudió en Baní cuando se produjo la anexión a España en 1863, sobresaliendo la poetisa María Encarnación Echeverria Vilaseca y Encarnación Mota y Contín, mejor conocida como “Canela”, simbolizada en sus versos de rebeldía:
“Mi bandera no se baja
ella siempre estuvo arriba
es el alma de mi patria
y por ella doy mi vida.”
La dictadura Trujillista fue otro escenario para la rebeldía y el patriotismo banilejo, de repudios clandestinos como mi amigo Héctor Gerardo, mártires como Felito Peguero, guerrilleros como José Homero Bello y patriotas como Huáscar Tejeda, Miguel A. Báez Díaz, los miembros del Movimiento Clandestino del 14 de Junio y mujeres sobresalientes como Carmita Landestoy.
Carmen Leonor Landestoy Félix, mejor conocida como “Carmita Landestoy”, vio al sol salir por vez primera por el Cucurucho de Peravia el 10 de Septiembre de 1894. La familia Landestoy siempre ha sido una familia de prestigio y de prestancia en Baní, con una tradición política, cultural y social de superación. La trayectoria de vida de Carmita, así lo atestigua: estudiante universitaria, maestra, periodista, profesional, gestora social-cultural y escritora.
Fue a residir a Estados Unidos a los tres años del fin de la primera intervención norteamericana (1916-24) en 1927, siendo ya reconocida por círculos de trascendencia del país, a tal punto que la importante “Revista Blanco y Negro”, le dedicó su portada como despedida. Regresó al país en plena dictadura Trujillista, integrándose a la misma a través del Partido Dominicano en acciones sociales y promociones feministas, desarrollando sus habilidades periodistas y poniendo en práctica sus conocimientos como egresada de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Santo Domingo, hoy autónoma.
Fue corresponsal del periódico Listín Diario, fundó la Revista Hogar y el periódico “Práctica y Acción”. Es interesante constatar sus niveles de identidad con la cotidianidad al resaltar el valor de la cultura popular con temas como Los Convites, el Gallo Enterrao, Los Bailes, El Palo Encebao, La Sabana, La Escuela de mi Pueblo, Las Corridas de Sortijas, etc. Además escribió para la enseñanza escolar “Temas de Lecturas” y para lectura general “Temas Históricos”. Después de la caída de la dictadura, la revista Páginas Banilejas, publicó varios de sus poemas.
En la medida que recorría el país, que conocía la problematización del pueblo en respuestas sociales, que se enteraba de las atrocidades del régimen, de las mentiras del sistema, se llenó de rabia, impotencia y nausea, comenzó asumir posturas de indiferencia y criticidad, por estas razones fue aislada de la maquinaria trujillista en 1944.
Tomó como pretexto la salud de su madre que vivía en Nueva York y le escribió una carta a Trujillo de acuerdo con el código egocéntrico de la dictadura y el Jefe la autorizó a salir del país, uniéndose a los exiliados antitrujillistas en Nueva York. En 1946, en función de sus investigaciones en la Biblioteca del Congreso Norteamericano y sus vivencias, escribió el libro antitrujillista “Yo También Acuso”, con una edición en La Habana, Cuba y otra en Nueva York, el cual fue desconocida por los dominicanos, obra prohibida lógicamente por la dictadura, convirtiéndose en la primera mujer que escribió un libro denunciante de la Era de Trujillo.
Trujillo se enteró antes de que el libro saliera y su maquinaria maquiavélica como el Foro Público y la existencia de pasquines venenosos dirigidos enfilaron sus cañones en contra de Carmita. Uno de esos pasquines, firmado “por una amiga que te estima”, le decía: “Carmita he sabido que vas a publicar una obra que llena de risa tu propósito porque todo el mundo sabe que tú no eres escritora ni nada que se parezca. Lo que todo el mundo sabe que eres una aventurera que siempre ha vivido comodante engañando al prójimo y haciéndote pasar por feminista…”
Incluso pusieron a circular las cartas antiguas de Carmita de loas a Trujillo y un folleto sobre “Mis relaciones con el Presidente Trujillo”, para desacreditarla, pero resultó al revés.
En el país, lógicamente este libro de Carmita era ignorado. Según testimonio del historiador Alejandro Paulino él encontró un ejemplar del mismo en la antigua biblioteca de la UASD. Pero para una publicación del Ministerio de Cultura-Archivo General de la Nación, con prólogo de Bernardo Vega, por iniciativa del Ministro José Rafal Santigua se tomó como referencia un ejemplar de la Biblioteca del Congreso Norteamericano. Mientras tanto, yo tenía un ejemplar original clandestinsado en Baní, responsabilidad de la profesora Luisa James.
El Centro Cultural Perelló le rindió un homenaje a Carmita en un conversatorio sobre su vida, al igual que La Alcaldía del Distrito Nacional este año al reconocer a mujeres “Heroínas de la Cotidianidad” con motivo del Día Internacional de la Mujer.
Gracias a José Rafael Lantigua, Bernardo Vega, Santiago Castro Ventura, Don Chichí Peña, Julia Castillo y Carolina Mejía, el pueblo dominicano comienza a conocer a Carmita Landestoy en una lucha contra el olvido.