En la travesía conceptual y dinámica de la historia del arte el investigador y el académico asisten al conocimiento de los elementos, conceptos, procesos, expresiones, categorías y formaciones que revelan una mentalidad social, artística, científica y cultural. La base tecnológica, los procedimientos, los empleos de técnicas y las realizaciones artesanales y artísticas conducen a la explicación de funcionamientos mentales y creadores en culturas históricamente determinadas. El historiador de las artes entiende que los recursos, las producciones artísticas, la evolución de los medios y los esquemas de productividad deben estudiarse como formaciones históricas y productivas del arte. (A. Warburg (1928), E. Gombrich (1992), Hans Belting (2002, 2007).
Las periodizaciones históricas del arte intentan demarcar las travesías estéticas y creativas que le permiten al espectador o al estudioso un reconocimiento de las diferentes actitudes históricas del arte. Los modelos figurales, así como los particulares desarrollos artísticos y simbólicos, inciden en el entendimiento y la productividad de las formas, de tal manera que las evoluciones históricas de los estilos, las técnicas y los lenguajes parten de un modelo del mundo natural y social entendidos sobre la base de una conjunción de elementos. (P. Francastel (1990), D. Freedberg (2009).
Se trata, para la historia del arte, de un conocimiento de las diversas tipologías artísticas y de los diversos registros productivos que se expresan en términos de cultura, artisticidad y arte. Los tipos artísticos producidos en las etapas de creación o creaciones históricas, revelan una forma y una sustancia temporal y espacial, pues las formas históricas y artísticas viven en el tiempo y en el espacio, pero también en la visión del espectador de obras de arte.
La producción artística del periodo preclásico y clásico se apoya en los elementos y formas de las fases prehistóricas, protohistóricas e históricas. Los diversos modos de creación, así como el desarrollo progresivo de las técnicas artísticas promueven las tendencias conocidas históricamente como procesos de instrucción, creación y producción sensible.
El paleocristiano, el románico, el gótico, el arte corolingio, el arte otoniano, humanista y el renacentista, constituyen estilísticamente la traducción y la tradición histórica de la artisticidad. Estos estilos y modos de realización artística suponen en sus diferentes desarrollos actitudes técnicas, tal y como sucede en la modernidad y la altomodernidad, con las prácticas artísticas y artesanales. Lo que implica una concepción del trabajo en el arte y en la historia.
En las diferentes periodizaciones históricas asistimos a concepciones y realizaciones que tienen su propia significación en los mismos productos artísticos creados por el hombre. La relación entre producto artístico y sujeto consumidor de la obra de arte conduce a un tipo de comprensión ligado necesariamente a la mentalidad cultural. De ahí la denominación de arte egipcio, arte griego, arte persa, arte mesopotámico, arte romano, arte etrusco, arte azteca, arte andimo, arte indígena, arte africano de América. etc.
En efecto, la obra de arte revela, en la historia, fenómenos especificos, las actitudes técnicas y artísticas, pero también, los contenidos y las formas que surgen artísticamente de la observación, la praxis y el lenguaje del arte. Las diversas relaciones artísticas también funcionan en los niveles del empleo artístico, así como en los tipos y realizaciones humanizados por el artista y el espectador.
El fundamento semiótico de la historia del arte parte del conocimiento y revelación de los diferentes sistemas de signos y significaciones que operan en el marco histórico de la cultura tal y como podemos ver en Iuri M. lotmam (1974, 1998, 2000). Se puede decir que tanto lo semiótico, así como lo sincrónico en la historia del arte dialogan en un estilo interdisciplinario, cuya base es la cultura entendida como sistema de pluralidades significantes (conjunto comunicativo, significativo y productivo).
Los signos del arte o las obras de arte se entienden históricamente como signos estéticos y culturales que interactúan entre sí para significar objetiva y formalmente la cultura en sus diferentes modos de significación y comunicación. Así, el signo artístico, la técnica, el lenguaje y los materiales se explican en la vertiente histórica del arte y en las actitudes de los sujetos creadores y receptores de mensajes desde la artisticidad de los signos.
Ciertamente, la historia del arte como disciplina crítica y transdisciplinaria conoce las diversas temporalidades y los diversos procesos de producción de imágenes artísticas clasificándolos, estudiándolos y asumiéndolos como prácticas culturales y significantes. La incidente iconografía y las signografías artísticas producen efectos en la interacción sociocultural. Los estilos de producción artística, así también como las tecnologías específicas se reconocen en la historicidad y función de la obra de arte. Lo que quiere decir que la actitud de los sujetos artísticos y culturales puede ser abierta o restringida en el contexto o la determinación de la historia de los diferentes gestos artísticos.
La idea de una forma histórica, cultural y una forma simbólica produce una interpretación mediante la cual, todo objeto de arte es un depósito de cultura que engendra significaciones estéticas. Es por eso que, las diversas actitudes ante la productividad del arte, se pueden observar en la materialidad artística y en las formas estables o variadas del objeto de arte.
En el contexto de la historia de la producción artística se estudian los diferentes sistemas sincrónicos y diacrónicos de creación y representación, a partir de las imágenes representativas de determinados núcleos históricos y socio-culturales. Las diferentes semiologías, así como los diversos códigos visuales utilizados por los artistas revelan una estructura biocognitiva y una estructura de trabajo en un determinado grado de desarrollo y acentuación de las formas artísticas y culturales.