Comienzo por aclarar que la crucifixión no fue un método inventado por los romanos, ellos entraron en contacto con esta práctica durante su expansión por el Mediterráneo: griegos y cartagineses la conocían por mano de los persas, y el propio Alejando Magno la practicó contra los supervivientes de ciudades que se habían opuesto con más tesón a su conquista. Para estos pueblos no zoroastrianos, la crucifixión representaba un método de ejecución particularmente cruel y humillante. El condenado podía morir en cuestión de horas o al cabo de varios días, dependiendo de las circunstancias, pero en cualquier caso resultaba una imagen terrible que servía de escarmiento y advertencia en el siglo I a.C.
Por ello, la cruz despertaba en el mundo antiguo un horror particularmente intenso. Solo a partir del siglo V d.C. se difunde ampliamente como símbolo del cristianismo, y ello es debido al cambio de mentalidad que ejerce la fe cristiana y al interés del hombre que la favorece: el emperador Constantino el Grande.
El pez, primer símbolo cristiano
Durante los siglos siguientes a la muerte de Jesús, el cristianismo sufrió una persecución generalizada, interrumpida a veces por algunos períodos de tolerancia. Las particularidades de esta religión la convertían en una amenaza para el poder romano, por lo general bastante tolerante en lo que se refería a las costumbres de los pueblos conquistados: su negativa a rendir culto a los emperadores y a los dioses oficiales, considerados garantes de la prosperidad del Imperio, era vista como un desafío a la autoridad de Roma.
Las ejecuciones de cristianos, a menudo realizadas por medio de la crucifixión, daban a la cruz un significado infamante, pues era un método reservado a los peores criminales.
San Agustín de Hipona, que vivió en el siglo IV d.C. -pocas décadas después de que Constantino promulgara el Edicto de Milán, que garantizaba el fin de las persecuciones-, describe que en los primeros tiempos el símbolo del cristianismo era un pez, que representaba la búsqueda de la verdad profunda oculta a simple vista, como los peces se ocultan bajo las aguas. Por otra parte, su nombre en griego -ΙΧΘΥΣ, ictys– se corresponde con la sigla de Iēsous Christos Theou Yios Sōtēr: “Jesucristo, Hijo de Dios, el Salvador”.
El ictys era un símbolo de reconocimiento mutuo entre cristianos cuando esta religión era practicada clandestinamente: al encontrarse, uno de ellos dibujaba una línea curva y, si el otro la dibujaba a la inversa completando el símbolo de un pez, podían estar seguros de que ambos eran cristianos. Al ser un símbolo secreto, si uno de ellos resultaba ser un espía era descubierto enseguida; además, a ojos de extraños no era más que un simple garabato y no delataba la presencia de una comunidad cristiana.
Los coptos fueron una de las primeras comunidades que abrazaron el cristianismo incluso antes de su legalización en el imperio -según la tradición, fue el propio evangelista Marcos quien la fundó en el siglo I d.C.-, siendo de gran importancia en la estructuración de la Iglesia como culto organizado. Su iconografía fusionaba las ideas cristianas con los símbolos usados en el Egipto faraónico -como el propio ankh o el disco solar que se convertiría en la aureola de los personajes bíblicos- y fue adoptada por la naciente Iglesia cristiana.
La cruz se difundió como símbolo del cristianismo durante el siglo V. A medida que el poder imperial se debilitaba, el religioso emergía como el nuevo elemento unificador, especialmente en el Imperio de Oriente o Bizantino.