Cuando el dictador Rafael L. Trujillo asumió el poder, en agosto de 1930, era uno de los hombres más acaudalados de la República Dominicana, con una fortuna estimada en un millón de dólares. En una carta enviada por el Lic. Ángel Morales a su amigo Benjamín Sumner Welles, desde San Juan, Puerto Rico, el 30 de julio de 1930, depara numerosos datos sobre los procedimientos dolosos utilizados por Trujillo para enriquecerse cuyo catálogo incluía la extorsión, la expropiación, felonías, el crimen, la violencia despiadada contra quienes se interponían en sus propósitos, entre otros. (1)

Lic. Ángel Morales (1894-1959)

Como se han publicado muchísimas biografías de Trujillo, (2) nos limitaremos al análisis de los procedimientos utilizados por el jefe del Ejército para enriquecerse y haremos abstracción de los datos biográficos aportados por Morales sobre el personaje, quien, para construir su relato debió nutrirse de las informaciones orales que circulaban en las primeras tres décadas de 1900, y ahí reside precisamente su valor pues luego de Trujillo tomar el poder se encargó de destruir todas las  certezas documentales que lo incriminaban, tal lo indica el periodista Germán E. Ornes Coiscou:

“La falta de evidencia documentada no es extraña. Durante años Trujillo ha estado escondiendo sus primeros años en el misterio, y como exclusivo custodio de los archivos de la República Dominicana, le ha sido fácil ocultar la vida de sus primeros años tan lindamente como le ha placido. La población recuerda el extraño incendio que en 1927 destruyó el edificio de la Corte Suprema donde todos los expedientes de los crímenes se conservaban por ese tiempo”. (2)

Trujillo como pandillero

Las andanzas punibles de Trujillo se iniciaron a partir de la primera década de 1900 en las calles de San Cristóbal, junto a sus hermanos José Arismendy Trujillo (Petán), California y Virgilio, en las cuales cometían “toda clase de malicias y pollerías que desesperaban a la población” que los motejó como Los nietos de Pepito, en alusión a su padre José Trujillo, o Los Nietos de Silveria, su abuela.

Uno de los primeros actos de pillaje de Trujillo se produjo en 1911 cuando se desempeñaba como telegrafista de la oficina de Correos y Telégrafos en San Cristóbal, puesto al cual había accedido en 1907 por mediación de su tío Plinio Pina Chevalier, de donde sustrajo los fondos allí depositados, luego de lo cual fue perseguido judicialmente, pero logró salir de manera furtiva hacia Saint-Thomas donde permaneció hasta después de la muerte del presidente Ramón Cáceres, acaecida el 11 de noviembre de 1911.

Al año siguiente, fue nuevamente perseguido y apresado junto a su hermano Virgilio, por el robo de animales; en Zorra Buena, colonia del Ingenio Angelina, lo apresaron y resultó agredido por un español de apellido Suragna, por robo de caballos.

En su carta, Morales no menciona las actividades criminales desarrolladas por Trujillo entre 1912 y 1918. Aunque el escritor Robert Crassweller afirma que no existían pruebas documentales sobre el período, admite que durante el mismo ya Trujillo era un “adulto delincuente” dedicado al robo de ganado entre Santo Domingo y las provincias azucareras de El Seibo y San Pedro de Macorís. En este intervalo de tiempo lo prendieron de nuevo por la falsificación de un cheque o pagaré y el juez del Tribunal Primera Instancia de esta última ciudad le impuso una multa y pena de cárcel, aunque logró evadir esto último.

Alrededor de 1916, Trujillo formó parte de la banda de delincuentes llamada La 44, en alusión a la sangrienta reputación de la 44 Compañía de la Infantería de Marina de los Estados Unidos. La pandilla, de la que formaba parte también Miguel Ángel Paulino, se dedicaba al asalto de las bodegas de los ingenios azucareros, pequeños almacenes y pulperías, al chantaje, al sicariato, etc.

Su ingreso al Ejército a fines de 1918

En 1918, Trujillo falsificó la firma al señor Bernardino, del cual era empleado, hecho por el cual procesaron y recibió una condena de seis meses de prisión en una cárcel de Santo Domingo. En diciembre de este año, se enlistó en la Guardia Nacional, organizada primero como Policía Nacional Dominicana (PND), gracias a la amistad de su tío, Teódulo Pina Chevalier, con el mayor James J. McLean, entidad donde también continuó sus tropelías. Sin la Ocupación militar, dice Ornes Coicou, “Trujillo se habría hundido en el olvido como una figura insignificante de los bajos fondos”. (3)

En Ramón Santana, por ejemplo, “abusó del señor Coss, a quien le compró un automóvil mediante pagarés que nunca le pagó, obligándole por la fuerza ante un pelotón del Ejército a devolverle dichos pagarés”. (4)

Durante la Ocupación militar norteamericana, el mayor James J. McLean, quien dirigía el cuerpo de la Policía Nacional en Santo Domingo, le consiguió una plaza a Trujillo como agente secreto y en lugar de denunciar y perseguir las casas de juego, se combinó con estas para recibir un estipendio cada semana que compartía con su tío Teódulo Pina Chevalier; cuando McLean lo descubrió inmediatamente lo canceló.

En la sección Paso del Medio, San Pedro de Macorís, Trujillo violó una hija al tío de Raúl Mieses y además lo despojó de ochocientos pesos en efectivo. Cuando este lo amenazó con denunciarlo ante los oficiales estadounidenses, Trujillo le firmó un pagaré a noventa días por la suma sustraída y cuando solo faltaban quince días para su vencimiento, citó a Mieses para que fuera a llevar el pagaré y recibir el dinero, pero al día siguiente este apareció asesinado a balazos.

Asimismo, en La Ceibita, del Central Quisqueya, capturó, en unión de otros dos oficiales, tres jóvenes mujeres, “y en presencia de su padre amarrado fueron violadas; para liberar al padre encarnecido, le exigieron dinero, que el infeliz tuvo que entregar para escapar a la amenaza de ser fusilado como gavillero. Estas fechorías fueron objeto de procesos y consejos de guerra por oficiales americanos que pedían su expulsión del ejército, pero la protección de McLean siempre lo ayudaba y hacía descargarlo”. (4)

De acuerdo con Morales tanto Trujillo como Teódulo Pina fungían como celestinos del mayor McLean para quien buscaban mujeres. En Haina y San Cristóbal llegaron al extremo de apresar y amarrar mujeres negras para que McLean saciara con ellas su erotismo. Cita a Mateo Allou, peón al servicio del Dr. García Mella en aquel entonces, quien debió intervenir en cierta ocasión y denunció el caso a los oficiales de la capital.

En la ciudad de San Pedro de Macorís, Trujillo fue procesado por trapacería pues aplicaba la justicia mediante el cobro de multas y además cobraba dinero por perdonar faltas. Igualmente, dice Morales, “en el mismo lugar perseguía y prendía a personas inocentes amenazándolas de hacerlas pasar como gavilleros y fusilarlas si no le entregaban dinero”.

De acuerdo a Morales, Trujillo “fue el inventor de las célebres “encerronas”, ayudado por Emilio Franco, Diego Machado y Miguel Berroa, quienes, ocultos detrás de un tablado indicaban a los culpables de gavillería, mientras Trujillo hacía desfilar a los moradores del campo.

Los que observaban desde el escondite conocían a los pobres y a los pudientes de cada campo y solamente declaraban culpables de gavillerismo, a fin de exigirles dinero, a los que podían pagar”. El capitán Merckle, un oficial de la Infantería de Marina, descubrió el plan y procesó a Trujillo. Para el Lic. Morales, Trujillo fue en aquel entonces el principal autor de los crímenes, robos y fechorías que se le atribuyeron al capitán Merckle. (5)

Las andanzas delictivas de Trujillo no terminan ahí. El mayor del cuerpo de Marines, Omar T. Pheiffer asevera que cuando Trujillo salía a patrullar se le entregaba dinero para racionar a la tropa que lo acompañaba, y en sus funciones de supervisor de las regulaciones sanitarias, en lugar de entregarle el dinero, este procedía a incautar a todas latas con algún nivel de oxidación existentes en las bodegas y tiendas aisladas y se las utilizaba para alimentar a sus conmilitones.

El mayor Pheiffer cita el caso también de un fabricante de ruedas que laboraba para el Central Romana, quien era el artesano mejor pagado de la compañía azucarera, a quien Trujillo, para extorsionarlo, lo hizo marchar a pie durante varias millas al lado de su caballo. Este pudo escabullirse antes de que Trujillo lograra sacar su arma. La queja la presentó el administrador del ingenio, T. L. Klock, ante Pheiffer, quien de inmediato arrestó a Trujillo, aunque luego lo liberó por presiones de sus superiores. (6)

Trujillo en el gobierno de Horacio Vásquez

A pesar de que con los procedimientos antes señalados Trujillo logró acumular una cuantiosa fortuna, fue entre 1925 y 1930 cuando logró amasar el mayor volumen de riquezas, mientras el presidente Vásquez permanecía impertérrito.

El sistema de multas, contribuciones, descuentos y gastos extras que exigían los oficiales representantes de Trujillo, bajo amenaza formal, a los miembros del Ejército constituían las principales modalidades de latrocinio del clan mafioso instalado en ese cuerpo. “Nunca ningún soldado recibió completa su asignación y de diecisiete dólares mensuales al que mejor consideraban, solamente le dejaban doce dólares.

A la mayor parte solo le entregaba siete, ocho o diez dólares; al que protestaba lo apaleaban; lo herían o secuestraban en la cárcel. El Ejército, que estaba compuesto de dos mil hombres aproximadamente, nunca tuvo este efectivo, aunque el completo de las sumas asignadas en el presupuesto se cobrara regularmente”. (7)

Asimismo, para expoliar a los miembros del Ejército, “se inventaban regalos a altos funcionarios con motivo de onomásticos o cumpleaños y para comprar un objeto de quinientos dólares se imponía una contribución de un dólar por cada miembro del Ejército, recaudando el general Trujillo sumas que a veces pasaban de dos mil dólares y que nunca se invertían ni parcialmente en el fin invocado”. (8)

La Misión Dawes y la corrupción en el Ejército

El Informe de la Comisión Económica de 1929, presidida por el general Charles G. Dawes, desenmascaró la gran corrupción que existía en el Ejército de Trujillo.  “En el presupuesto se consignaban anualmente los fondos para los diferentes servicios del Ejército, sin embargo, al finalizar el año aparecían cuentas ilegalmente contraídas, porque los servicios eran cubiertos con órdenes a crédito, mientras las sumas señaladas en presupuesto eran retiradas anticipadamente cada mes”.

Las cuentas se pagaban por Tesorería con sumas distintas a las indicadas en el presupuesto. De este modo constató Henry P. Seideman, miembro de la Comisión Dawes, el sistema de presupuestos dobles que llevaba el general Trujillo y la causa de la deuda que anualmente acumulaba el Ejército”. (9)

El señor Seideman acusó directamente al mayor Federico Fiallo, quien representaba a Trujillo en la Oficina de presupuesto, ya que Trujillo no aceptó que fuera el ministro de Defensa Nacional, el empresario Alfredo Ricart Olives, quien ejerciera las funciones de representar y controlar el Ejército, como lo establecía una ley creada por el presidente Vásquez por sugerencia de la Misión Dawes. Trujillo le impidió al señor Ricart hasta su ingreso a la fortaleza Ozama, por lo cual su cargo se convirtió en una sinecura.

Frente a las restricciones que imponía el Plan Dawes en 1929, los negocios fraudulentos y manejos económicos oscuros de Trujillo en el Ejército se vieron “amenazados”, pero este respondió con un “plan malicioso, desleal y frustratorio”, dice Morales.

De este modo, en lugar de disminuir los gastos, procedió a cancelar de forma violenta a 300 soldados sin alterar el número de oficiales que era desproporcionado en relación a los primeros y le solicitó al presidente Vásquez la autorización para adquirir igual número de trajes de dril para que estos no retornaran a sus hogares con la ropa que usaban en el Ejército.

Sin embargo, compró 600 trajes de dril que utilizó para vestir a los militares que participaron en el golpe de Estado contra Vásquez el 23 de febrero de 1930, quienes llevaban debajo su uniforme militar de kaki, hecho que pudieron constatar los empleados de la Receptoría de Aduanas, así como los ciudadanos estadounidenses residentes en Santo Domingo y Puerto Plata.

Trujillo, asevera Morales, boicoteó la aplicación de todas las sugerencias contenidas en el informe elaborado por la Comisión Dawes, pues desorganizó el almacén de suministros, intentó hacer desaparecer los inventarios y cambiar los libros de contabilidad para alterar los datos, a lo cual se opuso el capitán Báez, encargado de ese servicio, por lo cual fue amenazado de muerte y tuvo que huir de forma clandestina al extranjero.

Tras la salida, o huida de Báez, Trujillo y sus allegados se entregaron a expoliar los almacenes de donde se llevaron la ropa elaborada, las telas, los artículos de uso doméstico y todo cuanto de valor hubiera allí. La denuncia del saqueo la hizo el jefe de suministro e intendente del Ejército, Ramón Aristy, al presidente Vásquez en la última semana de octubre de 1929, y de acuerdo con Morales provocó la tentativa de asalto a la Mansión presidencial por Estrella Ureña.

Probablemente para atemorizar a los miembros del gabinete del presidente Vásquez, o para que nadie osara molestarlo, “en todas sus maquinaciones e intrigas el general Trujillo ha puesto empeño en hacer creer, con apariencias hábilmente preparadas, que el interés y las influencias americanas se solidarizan con él y que él no ha hecho nunca otra cosa que seguir instrucciones americanas. Para esto ha querido utilizar relaciones con algunos oficiales que estuvieron en Santo Domingo durante la Intervención”.  (10)

A la Comisión Económica, o Plan Dawes, le llamó la atención que se destinaran US$113,934.75 para la compra de ropa y se calculara sobre una base arbitraria de 15 centavos por día, por alistado; US$189,891.25 para las raciones alimenticias, calculada a 25 centavos por día, por hombre alistado; US$47,500.00 para gasolina, aceite, reparaciones y US$17,100.00 para gastos contingentes, para un total de US$529,875.00 sin que se hiciera una “supervisión estrecha y más científica de estas cuantiosas sumas”. (11)

Los miembros de la Comisión recomendaron una reducción de US$300,000 en el presupuesto del Ejército, pero Vásquez aprobó la disminución presupuestaria confeccionada por Trujillo, ascendente a US$180,000, y rechazó la elaborada por Alfredo Ricart Olives, ministro de Defensa Nacional. Por esta acción y la preferencia del presidente Vásquez por Trujillo, por encima de otros oficiales serios, se puede inferir que el mandatario en cierto modo prohijó al futuro dictador. Los miembros de la Misión Dawes estimaron que en el ministerio de Guerra y Marina, o Ejército, se robaban $400,000,000 anualmente.

Lic. Gustavo Díaz, quien criticó a Rafael Estrella Ureña cuando lo juramentó como presidente y luego se integró a la dictadura de Trujillo. Foto cortesía de Andrés Blanco Díaz.

 

Referencias

(1) Sobre Trujillo se han escrito numerosas biografías, la mayoría de ellas apologéticas, como las de J. Bienvenido Ledesma P (s/f), Gilberto Sánchez Lustrino (1938), Rafael Damirón (1938), Pedro L. Vergés Vidal (1954), Ramón Emilio Jiménez (1955), Ernesto Vega Pagán (1956), Abelardo Nanita, entre otras.

(2) Germán Emilio Ornes, Trujillo, pequeño César del Caribe, Caracas, Editorial Las Novedades, 1958, p. 48.

(3) Ibidem, p. 47.

(2) Germán Emilio Ornes, Trujillo, pequeño César del Caribe, Caracas, Editorial Las Novedades, 1958, p. 47.

(4) B. Vega (editor), Correspondencia entre Ángel Morales y Sumner Welles, p. 101.

(5) Ibidem, p. 102.

(6) B. Vega, Trujillo ante una Corte Marcial por violación y extorsión, Santo Domingo, 1995, pp. 23-24.

(7) B. Vega (editor), Correspondencia entre Ángel Morales y Sumner Welles, p. 108.

(8) Ibidem.

(9) Ibidem.

(10) Ibidem, p. 109.

(11) Informe de la Comisión Económica de 1929, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 2018, p. 105.