Los inmigrantes roban empleos y hacen bajar los salarios, el mito 8 que examina en su citado libro el sociólogo neerlandés Hein de Hass, expresa la idea de que al estar dispuestos los inmigrantes a realizar trabajos duros por salarios más bajos y más horas, la inmigración ejerce presión a la baja sobre los salarios y aumenta la inseguridad laboral, creando así una competencia desleal para los trabajadores locales, que se ven desplazados de empleos estables y bien remunerados.

Como bien señala de Hass, esta idea se apoya o sustenta en una relación causal espuria entre dos tendencias globales económicas y demográficas del último medio siglo: el aumento de la migración y el incremento del desempleo y el estancamiento en los salarios e ingresos reales de la mayoría de los trabajadores, esto último pese al importante incremento en la productividad, debido a la innovación tecnológica y a los crecientes niveles de educación y especialización. A esto se suma el aumento del empleo precario e informal y la inseguridad laboral. Todo ello ha provocado una tendencia regresiva en la distribución funcional de ingreso, en la que ha salido perdiendo el recurso trabajo frente al capital, con una concentración progresiva de la riqueza en el 1% de los más ricos.

Empero, la idea de que la inmigración es una de las principales causas del desempleo y del estancamiento salarial no se basa en evidencia alguna, y “lo que parece una conexión causal es en realidad una correlación espuria”, aprovechada políticamente por la derecha y la ultraderecha para culpar a la inmigración por la disminución de la seguridad laboral y el estancamiento salarial, convirtiendo maniqueamente de esta manera un problema de la clase trabajadora en una cuestión de orden nacionalista, afirma Hein de Hass.

Si bien efectivamente existe una correlación (negativa) entre los niveles de inmigración y los niveles de desempleo, esta relación es falaz, pues la razón principal por la que la inmigración aumenta en las economías occidentales precisamente durante los períodos de alto crecimiento en que el desempleo disminuye. Y, por otro lado, la afirmación de que los inmigrantes roban empleos a los trabajadores nativos está invirtiendo la principal causalidad de la relación, ya que la inmigración, más que la causa del desempleo y el estancamiento salarial, es principalmente una reacción a la escasez de mano de obra causada por una oferta cada vez menor de trabajadores locales dispuestos y capaces de realizar diversos trabajos manuales en agricultura, construcción, limpieza, trabajo doméstico y varios otros servicios.

Un grupo de mujeres haitianas en República Dominicana, en una fotografía de archivo. EFE/Orlando Barría

Incluso los estudios sobre la reacción del desempleo ante shock de inmigración o de un gran aumento repentino provocado por factores externos (por ejemplo, políticos, como en el caso de refugiados) han mostrado que los efectos son nulos o muy pequeños, y a menudo insignificantes. No obstante, la medición del impacto de la inmigración en el mercado laboral no ha estado exenta de controversia metodológica. La polémica entre los economistas David Card -premio Nobel de Economía- y George Borjas ha sido una de la más notables, en la que el primero refuta los resultados de Borjas en los que muestra un efecto importante y significativo. En todo caso, la evidencia acumulada confirma que, incluso en el caso de shocks migratorios extremadamente altos, los efectos sobre los salarios y el empleo son mínimos.

Estos hallazgos suenan contradictorios para quienes están familiarizados con las leyes económicas de la oferta y la demanda, y desafían la teoría económica estándar, según la cual una mayor competencia por los empleos debería deprimir los salarios y aumentar el desempleo entre los trabajadores nativos.

En el caso específico del impacto de la inmigración en los salarios, los resultados varían dependiendo de los métodos y datos utilizados, y de los países, grupos de migrantes y períodos cubiertos. Algunos estudios han encontrado un efecto ligeramente positivo, otros uno ligeramente negativo, mientras que muchos otros no han logrado encontrar ningún efecto significativo.

Así por ejemplo, un estudio-informe de especialistas en migración de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos de 2017, que resumió una gran cantidad de evidencia sobre las consecuencias económicas de la inmigración a Estados Unidos, mostró que la inmigración prácticamente no tiene ningún efecto sobre el empleo, aunque hay evidencia de que la migración menos calificada puede reducir el número de horas trabajadas tanto por los adolescentes como por los inmigrantes anteriores, y, en cierta medida, a los nativos que abandonaron la escuela secundaria, nuevamente porque a menudo realizan trabajos similares a los de los inmigrantes.

Investigaciones disponibles sobre Europa arrojan resultados en gran medida similares. Como en Estados Unidos, si se encuentran efectos negativos, se concentran entre las personas con ingresos más bajos y, en particular, entre los trabajadores migrantes. Un estudio encontró que la inmigración redujo los salarios entre las personas con ingresos más bajos, pero provocó ligeros aumentos salariales entre las personas con ingresos más altos. El estudio estimó que cada aumento del 1 por ciento en la población inmigrante (como porcentaje de la población nativa en edad de trabajar) conducía a una disminución del 0,5 por ciento en los salarios entre el 10 por ciento inferior de personas con ingresos, un aumento del 0,6 por ciento entre los ingresos medios y un aumento del 0,4 por ciento en los salarios entre el 10 por ciento de los que más ganan. Pero, nuevamente, la idea más importante es que la magnitud de cualquier efecto salarial –ya sea positivo o negativo– es en realidad muy pequeño.

En síntesis, concluye de Hass que “La evidencia es clara: los inmigrantes generalmente no roban empleos a los trabajadores locales, y la inmigración no ha jugado ningún papel importante en el estancamiento salarial. Esto suena contradictorio para quienes están familiarizados con las leyes económicas de la oferta y la demanda. Desafía la teoría económica estándar, según la cual una mayor competencia por los empleos debería deprimir los salarios y aumentar el desempleo entre los trabajadores nativos. “¿Cómo es esto posible? ¿Por qué los salarios no bajarían y el desempleo aumentaría si la inmigración aumenta la oferta de trabajadores y mano de obra?” La respuesta a estas preguntas, según de Hass, es que la teoría se basa en dos suposiciones erróneas: (1) que los inmigrantes compiten por los mismos puestos de trabajo que los trabajadores nativos; y (2) que la demanda de mano de obra es fija e independiente de la inmigración.

Respecto del primer supuesto, como los trabajadores migrantes tienden a concentrarse en sectores concretos, la inmigración afecta principalmente al empleo y a los salarios de los trabajadores que realizan los mismos trabajos. Es poco probable que la inmigración de, digamos, trabajadores agrícolas, domésticos y de restaurantes afecte directamente los salarios y el empleo de los maestros, contadores y empleados gubernamentales locales. De hecho, la inmigración puede aumentar los salarios de todos los trabajadores siempre que sus habilidades sean complementarias, y los trabajadores migrantes pueden ayudar a los trabajadores nativos a ser más productivos.  El segundo supuesto erróneo es lo que los economistas llaman la "falacia del trozo de trabajo". En realidad, las economías y los mercados laborales se expanden a medida que aumenta la población, ya sea debido al crecimiento natural de la población en edad activa o debido a la inmigración, o ambas cosas. La inmigración aumenta el tamaño total de la economía en términos de productividad, así como el número total de puestos de trabajo.

Cañeros haitianos e indocumentados debajo del elevado de la 27 de Febrero con Leopoldo Navarro y en los alrededores del edificio de oficinas gubernamentales para exigir que se cumpla con los acuerdos migratorios.
Fotos: Carmen Suárez/acento.com.do
Fecha: 16/05/2015

Los inmigrantes impulsan las ganancias y la expansión de las empresas no son sólo empleados que reciben salarios, sino también consumidores que gastan sus salarios en bienes y servicios, alentado así a estas empresas a contratar más trabajadores, y a su vez, estos trabajadores adicionales gastarán parte de sus salarios en otros bienes y servicios, impulsando aún más las ganancias de las empresas y llevándolas a expandirse y crear aún más empleos. Este círculo virtuoso en el que el gasto y el consumo de bienes y servicios crean más empleos es lo que los economistas llaman el "efecto multiplicador". Debido a esto, los inmigrantes aumentan el tamaño total del pastel económico y, por tanto, también el número total de puestos de trabajo. Además, la expansión de la fuerza laboral debido a la inmigración reduce los costos de varios bienes y servicios, como el cuidado de niños, la preparación de alimentos, la construcción, y limpieza y reparación de la casa.

La inmigración tiende a aumentar el tamaño total de la economía y la fuerza laboral aproximadamente al mismo ritmo que el aumento del número de empleos. Este mecanismo explica la notable capacidad de las economías nacionales para absorber grandes flujos de migrantes sin efectos duraderos importantes sobre los salarios y el desempleo. Pero si bien la inmigración expande el tamaño total de las economías en términos del PIB, el efecto sobre el ingreso per cápita y los salarios promedio es insignificante. El pastel económico crece a medida que crece la población, pero, en promedio, las porciones siguen siendo aproximadamente del mismo tamaño.

Incluso, apunta de Hass, en casos de afluencia de refugiados a gran escala, la extraordinaria expansión resultante de la fuerza laboral ha tenido efectos a largo plazo sorprendentemente pequeños sobre los salarios y el empleo, lo que muestra que los mercados laborales tienen una capacidad mucho mayor para absorber la inmigración de lo que los economistas anteriormente suponían. Aun así, para muchos la pregunta sigue siendo: “¿por qué continúa la inmigración cuando hay un desempleo significativo? ¿No deberían los gobiernos obligar a los empleadores a poner a trabajar a trabajadores locales desempleados en lugar de importar trabajadores extranjeros?” Esta idea es la base de afirmaciones políticas como "empleos nativos para trabajadores nativos".

Sin embargo, no es así como funcionan los mercados laborales en la práctica, señala Hein de Hass. En primer lugar, porque no son homogéneos sino fuertemente segmentados. Esto significa que los mercados laborales están altamente especializados en términos de las habilidades y motivaciones necesarias para cada trabajo. Y, por otro lado, debido al aumento de la educación, el envejecimiento de la población y la mayor participación laboral de las mujeres, la oferta interna de trabajadores menos calificados ha disminuido dramáticamente, mientras que la demanda de todo tipo de empleos menos calificados ha aumentado.

En segundo lugar, el grado en que los trabajadores locales menos calificados que están desempleados pueden volver a capacitarse y motivarse para realizar otros trabajos es limitado. Por consiguiente, no se deben exagerar los impactos de programas que intentan la reinserción de nativos en los puestos de inmigrantes. Muchas personas desempleadas son demasiado mayores, están demasiado enfermas o están demasiado desmotivadas para realizar los tipos de trabajos que realizan los inmigrantes, que normalmente implican trabajo físico duro y turnos largos en horarios irregulares que requieren una excelente salud y una alta motivación personal.

La verdad es que la oferta de trabajadores locales capaces y dispuestos a realizar trabajos agotadores en los campos agrícolas, fábricas, restaurantes y hoteles se ha reducido drásticamente, a medida que las nuevas generaciones, mejor educadas, aspiran a empleos mejor remunerados y de mejor estatus, y prefieren no trabajar en aquellos que consideran degradantes o que creen que pueden empañar su currículum. Los trabajadores nativos sencillamente no quieren realizar trabajos de nivel inferior, especialmente cuando se les tilda de "trabajos de inmigrantes". En particular, el bajo estatus social de esos empleos explica por qué muchas personas prefieren no trabajar y a menudo prefieren renunciar a ingresos antes que realizarlos.

Hein de Hass culpa a los gobiernos, no a los inmigrantes, de la economía de bajos salarios. Por lo tanto, las declaraciones generalizadas sobre inmigrantes que quitan empleos o hacen que los salarios caigan en espiral no tienen base en evidencia. Esto no significa que la inmigración no pueda en ningún caso tener efectos negativos sobre los salarios o el empleo de los trabajadores menos cualificados. Sin embargo, el impacto general de la inmigración sobre los salarios promedio y el empleo es mínimo.

Advierte finalmente que estos hallazgos deberían calmar los debates y dar motivos para el escepticismo ante cualquier afirmación grandilocuente sobre los beneficios –o daños– económicos de la inmigración, ya que es la tendencia de los bandos pro y antiinmigración a exagerar enormemente los argumentos económicos a favor o en contra de la inmigración. La inmigración es un factor menor de lo que a menudo se piensa, y las políticas de inmigración deberían decidirse por motivos distintos de las consideraciones económicas únicamente.

Si bien nuestras sociedades son más ricas que nunca, la desigualdad ha aumentado, los salarios se han estancado o incluso disminuido, y las nuevas generaciones están creciendo con más ansiedad económica que sus padres. Sin embargo, las verdaderas causas de estos problemas no son la inmigración, sino decisiones políticas deliberadas que desregularon los mercados laborales, disminuyeron la seguridad laboral, debilitaron a los sindicatos, erosionaron los derechos de los trabajadores, deprimieron los salarios y aumentaron la desigualdad de ingresos.

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