En su búsqueda por brillo y posición social, un segmento de la clase media dominicana (la cual incluye a personas de tez clara o blancos con o sin descendencia europea; y a personas  afrodescendientes y de otros orígenes) reproduce estigmas sociales al etiquetar a las personas que consideran inferiores, perpetuando los estereotipos y las jerarquías basadas en la clase, la construcción racial y la cultura.

Estas actitudes clasemedieras no surgen de la nada; en realidad forman parte de un patrón que refuerza el conservadurismo de los naripará dominicanos. Y como consecuencia de esta conducta arribista también se refuerza la pobreza y se sustenta este putrefacto sistema de opresión y explotación capitalista donde racismo y aspiraciones de clase o escala social representan dos caras de la misma moneda, justificando la exclusión y la marginalización de personas negras de nacionalidad dominicana o haitiana u orígenes mixtos no reconocidos por el Estado dominicano.

Reproducción social

La reproducción social del sistema de opresión que sustenta el poder político de las clases altas tiene como pilar la ideología conservadora transmitida a la sociedad a través de instituciones educativas, religiosas y medios propagandísticos. La comunicación no existe en un vacío ni es neutral. Cuando nos comunicamos nos dirigimos a un grupo o comunidad de receptores, a una audiencia que recibe lo que expresamos desde el ámbito político, cultural y social y la cual puede estar de acuerdo o en desacuerdo con nuestra forma de ver el mundo. El lenguaje juega un rol vital en la reproducción social de las clases dominantes. En ese sentido, la forma en que hablamos tiene que ver mucho con nuestra posición material en el mundo lo cual determina nuestra relación con los demás.

En Santo Domingo existe una larga tradición de deshumanización, ninguneo y humillación de las personas negras por parte de los sectores de poder.

Un claro ejemplo de cómo algunos sectores de la clase media y alta denigran a sectores obreros y populares es mediante el uso del término “chopo” el cual ha sido empleado de manera peyorativa para referirse a comunidades humanas que provienen de los barrios populares. Esta palabra, la cual consideramos sumamente ofensiva, clasista y racista, también tiene connotaciones sexistas y machistas. De acuerdo a la definición del Diccionario de Dominicanismos [1] de la autoría del historiador gallego-dominicano Carlos Esteban Deive (1935-2019) la palabra “chopa” en el contexto dominicano significa “sirvienta” y “criada”, dos palabras que tienen hoy día una connotación negativa gracias a la apertura cultural impulsada por las luchas feministas de las últimas décadas.

En su diccionario de dominicanismos, Deive dejó claro que el término “chopa” es una palabra despectiva. Partiendo de la investigación etimológica de Deive, intuimos que “chopo” es un derivado del vocablo “chopa” la cual tiene mucho que ver con relaciones de poder, patriarcado, explotación laboral, objetificación sexual y sumisión de la mujer en nuestra media isla.

A nuestro parecer, el uso de “chopo” o “chopa” para referirse a sectores populares tiene como eje la demarcación de espacios físicos tales como residenciales, plazas comerciales, centros educativos privados y lugares de esparcimiento social. En fin, espacios de la ciudad en pugna constante por sectores de clase alta, media y baja (muchos de estos grupos forman parte de los nuevos ricos que han surgido a través de la corrupción política) guiados por viejas actitudes racistas y “civilizatorias” o colonialistas en que el tejido social parte de relaciones binarias tales como sucio-limpio, pobre-rico, ignorante-culta/o, barrial-jevito, plebeya-señorito o hijas/os de papi y mami, etc.

Desafortunadamente, la ideología conservadora de las clases medias y altas se ha normalizado en la sociedad, diseminando la enajenación social que tiene como rol dividir a las clases trabajadoras al atomizar la solidaridad, y a última instancia, integrarlas al sistema de opresión. Entendemos que no todo está dicho con relación al tema en estas líneas y por lo tanto estudiar más a fondo el lenguaje clasemediero al servicio del poder queda pendiente como tarea vital y esencial dentro del campo de pensamiento crítico, alternativo y contracultural dominicano.

Clasismo y arrogancia

Como podemos observar, los términos “chopa” y “chopo” son insultos hirientes y denigrantes a la dignidad humana, lo cual refleja una indiscutible actitud discriminatoria que permea las opiniones de una parte de la clase media dominicana. Y cuando decimos una “parte de la clase media” hacemos hincapié en denunciar los sectores no críticos de la clase media, es decir, personas que ideológicamente pertenecen —abiertamente o sin admitirlo—a la franja reaccionaria, algunas ocultando su clasismo detrás de máscaras o poses progres o manteniendo una postura pública meramente apolítica e individualista, es decir, sin compromiso social con las luchas y el porvenir del pueblo dominicano.

Por ende, el uso de “chopa/chopo”para referirse a personas de orígenes humildes y/o a habitantes de los barrios y de los cordones de la pobreza que arropan el territorio nacional es una noción arrogante y clasista que no sólo denota un vil desprecio (o violencia) hacia amplios segmentos de la población, sino que también se inscribe en un marco más amplio de concepciones racistas, afro-fóbicas, elitistas, provincialistas y eurocéntricas que encuentran eco en el imaginario colectivo a través de diversos espacios públicos y privados, la prensa y las redes sociales.

Notas

1.En este texto hacemos referencia a la segunda edición del Diccionario de Dominicanismos (Ediciones Librería La Trinitaria/Editorial Manatí) publicado en el 2002.