El chisme es una pauta social de connotaciones duales en el imaginario de nuestra cotidianidad.

El chisme tiene una función en la convivencia social. Es el principal mecanismo de información y difusión de la vida cotidiana de la gente en su barrio, su campo, su espacio laboral, fortaleciendo las redes de reciprocidad y la cohesión social.  Las personas acceden al chisme (hombres y mujeres) para conocer e indagar sobre la vida íntima de otras (relaciones de pareja, embarazos no-deseados, poligamia, opciones sexuales distintas) o de sucesos- acontecimientos como son: muertes, peleas, partos, enfermedades o cualquier situación que sea motivo de tristeza o alegría para una familia dentro de la localidad. A veces el chisme favorece la solidaridad y apoyo en casos de dificultad, enfermedad o muerte..

Los chismes se cuentan diariamente en distintos espacios del barrio o localidad (salones de belleza, juntadera, juego de domino, bingo, billares, paradas de motoconcho, colmados-colmadones, centros educativos, grupos de iglesias) así como también en lugares de trabajo. Otro escenario de chismes son las redes sociales que expanden los chismes más allá de las fronteras territoriales hacia el espacio virtual.

La reciprocidad presente en el chisme y en el fenómeno del chismorreo convierte esta pauta en un mecanismo de control social. Las jóvenes y las mujeres del barrio son “controladas” por vecinas, vecinos y comadres que a través del chisme se enteran de sus actividades intimas y las sancionan socialmente.

El peso del chisme puede variar si se integra a la interacción social el diálogo abierto y la transparencia y disminuye el miedo.

De ahí que el miedo a “el que dirán” o “lo que piensen los demás” funciona como barrera al cambio social y cultural, fortalece la doble moral y doble vida en muchas personas. Así permanecen muchas pautas culturales sexistas y no se enfrentan directamente. Las rupturas y enfrentamientos se evitan o se ocultan por temor al chisme. Se bloquean las tendencias de cambios culturales en el micro-espacio, barrio, campo o localidad.

La imagen corporal, el uso de vestimentas adecuadas a las pautas sociales requeridas tiene que ver con este sistema de control social donde nuestra gente se encuentra atrapada en su imagen externa. Romper con modas, peinados, estilos distintos a la “norma social de apariencia de estatus” se dificulta por el tejido social de resistencia al cambio sostenido en el chisme y el rumor. El miedo al chisme o rumor funciona como sistema de resistencia.

La ruptura con el chisme como sistema social compartido e integrado a la cotidianidad resulta complejo en nuestra cultura social. En las nuevas generaciones el chisme adquiere mayor relevancia desde las redes sociales que alcanzan cada vez mayor control social e influencia en las pautas de consumo, estilos y modas, así como las prácticas socioafectivas. El peso del chisme puede variar si se integra a la interacción social el diálogo abierto y la transparencia y disminuye el miedo.

Las estructuras sociales que funcionan como parte de sistemas de control social como el chisme y las redes sociales favorecen a la resistencia al cambio social y cultural. Los juicios de valor que acompañan a los chismes reflejan estigmas sociales y estereotipos que reproducen la desigualdad de género y la negación de la diversidad sexual, étnico-racial y cultural.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY