John J. Mearsheimer, prestigioso erudito, profesor distinguido de Ciencias Políticas de la Universidad de Chicago ha hecho planteamientos controversiales sobre la invasión de Putin, pero tiene el irrefutable mérito de haber hecho certeras predicciones sobre la inexorable confrontación entre Rusia y Ucrania.
Hace unos 30 años, en el verano de 1993, Mearsheimer publicó su premonitorio artículo “El caso de una disuasión nuclear ucraniana” confrontando a Bill Clinton, que proponía que “Europa sería más estable si Rusia se convirtiera en el único estado sucesor de la Unión Soviética con armas nucleares”. Prosiguió: “Estados Unidos y sus aliados europeos han estado presionando a Ucrania para que transfiera todas las armas nucleares en su territorio a los rusos, quienes naturalmente piensan que es una excelente idea”. Sin tapujos dijo: “El presidente Clinton está equivocado” y que, tan pronto declaró su independencia había que estimular silenciosamente a Ucrania para “diseñar su propia disuasión nuclear”, para mantener la paz entre Rusia y Ucrania y para “que los rusos que tienen un historial de malas relaciones con Ucrania, no se muevan para reconquistarla”.
Mearsheimer minimizó a Nostradamus: “Ucrania no puede defenderse de una Rusia con armas nucleares con armas convencionales, y ningún estado, incluido Estados Unidos, le extenderá una garantía de seguridad significativa. Las armas nucleares ucranianas son el único elemento disuasorio fiable de la agresión rusa. Si el objetivo de Estados Unidos es mejorar la estabilidad en Europa, el argumento contra una Ucrania con armas nucleares no es convincente”.
Prosiguió: “Estados Unidos y sus aliados europeos… no están en condiciones de obligar a Ucrania a dejar de ser nuclear. Además, buscar una confrontación con Ucrania sobre el problema nuclear aumenta los riesgos de guerra, al hacer que los rusos sean más audaces, los ucranianos más temerosos y los estadounidenses menos capaces de desactivar una crisis entre ellos”.
Proponer que Ucrania mantuviera su potencia nuclear no implicaba una proliferación desarticulada pues “La proliferación nuclear no promueve axiomáticamente la paz y, en algunos casos, puede incluso provocar la guerra”. “Además, la proliferación generalizada aumentaría el número de dedos en el gatillo nuclear, lo que a su vez aumentaría la probabilidad de que se disparen armas nucleares por accidente, uso no autorizado, incautación terrorista o toma de decisiones irracional”.
Siendo agredido, Zelensky reclamó que Ucrania pudiera volver a ser potencia nuclear. La revista alemana Spiegel y el “Think Tank” ruso Valdai plantearon que también Alemania pudiera poseer su propio armamento nuclear. Todo eso lo predijo textualmente Mearsheimer: Sin embargo, la proliferación nuclear a veces promueve la paz. En general, la mejor fórmula para mantener la estabilidad en la Europa posterior a la Guerra Fría es que todas las grandes potencias, incluidas Alemania y Ucrania, tengan disuasivos nucleares seguros y que todas las potencias menores sean no nucleares”.
Al margen de Mearsheimer, en 1994 se firmó el Memorándum de Budapest y Ucrania entregó a Rusia su arsenal nuclear. Estados Unidos, la Federación de Rusia y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte se comprometieron a darle garantías a Ucrania contra cualquier tipo de agresión y, sobre todo para proteger su territorio. Posteriormente Francia y China, por separado, también dieron garantías a Ucrania, con ciertas reservas. El Memorándum de Budapest y su incumplimiento fueron causas remotas y estímulos efectivos para Putin envalentonarse e invadir Ucrania.