Depende.   No sabe

la ruta.

La palabra ganada.  Perdida.

Solitaria y mordida

por el tiempo.

Degradada por los signos recurrentes

como un barco y un pez que de cerca y de lejos

desaparece en la página secreta.

Y así dice cuando es soñada

por otra especie milenaria.

 

Por dónde se orienta

la palabra milagrosa?

Desde luego el mundo es un camino de caminos.

Era un asunto de cuerpo y tono épico.

El poema

fue liturgia    página

y piel de espejo.  Paraíso /laberinto y lengua compartida.

Núcleo y pérdida del otro.

Ciudad de ángeles y huellas inhumanas.

 

Fue allí donde  el trueno se escuchó como especie de retumbe y eco de pasado.   Nada como el norte de la crisis.

Señal del otro y la palabra.  Pero era aquella isla desterrada de la historia y de la guerra de Babel.  Se trata del punto.

Clave del contacto y la pregunta por la cosa.

Idéntica al nicho del lenguaje.   Victoria.

Memoria.

Canto de abismo.

Suelo donde camina el otro del espejo.

Incendio de voz y de lenguaje.

Materia de aurora y de crepúsculo.

Afirmativo.

Negativo.    Fuerza de relámpago.   Tierra de nombres  y sentencias.

 

Sin embargo

el norte de Virgilio y Dante sube al punto

del encuentro.

Mancha y claridad

en el pecado.

Nadie lo piensa

El nombre prohibido

penetra la huella y el destino donde el otro

se esconde y aparece

sorprendido  en el centro de la voz.  El Dios regresa del origen.

 

Todo y nada. He ahí la cuestión. Órbita de Aquiles. Cetro de sol

que anuncia gesto en

profecía.

 

Y así regresa el otro del espejo.  Persona non grata. Prohibido preguntar. Prohibido

escuchar lo prohibido.

Y qué decir del rayo

que penetra la página

y el nombre oscuro.

Negativo.

Es el presente.

Es la picadura eterna.  Inminente.

Redonda y obsesiva.

Nadie. Nadie es el punto de la historia.

Cuál historia?

La que duele y truena. La que exige su piel

y su presencia.

 

Pregunta prohibida y ley. No es otra cosa.

Es el hechizo procreado.

Es y no es cierto.

Quién habla y desde qué lugar narra su historia.

Claridad.

Oscuridad. Geometría. Gesto iracundo. Pueblo que calla y habla su memoria.

Justo allí donde penetra lo humano y lo inhumano

sobresale el punto de equilibrio.

Pero ya el poema

se conoce por sus huellas.

Cuerpo que sellado no responde. No transita por la cosa ni la casa

del eterno solitario.  Así es si os parece.

El gran Quevedo ofrece su disculpa.

Y quién se atreve a entrar en ese polvo

perdido de la especie?

Furor.

Temblor.

Fragor de las palabras.

Y qué si el cuerpo vive

y muere acusado de marcar la ruta peligrosa del relámpago?

 

Si la sierpe de criatura

vuelve y se pronuncia

todo su peso es soportable.   Dice  su estado de sombra y de memoria compartida.

Lo escucha.  Lo niega y lo reafirma. Es la razón de ser de la bestia. Pesada. Iracunda. Pervertida.

La pensada y pesada bestia duerme y acaricia la inocencia de las cosas.

Conducta de sol y nombre solitario. Positivo. Herido por la mano y el ser de la palabra. Épica del sueño en su costumbre. Revelación

del vuelo en la ciudad

incierta. Frágil punto y coma que se burla de

amenazas. Dicho del que mira y busca el día

compartido por el otro

que no cesa de soñar

abismos y pliegues donde ya la especie no depende de nombre   autoridad o fuerza de voz o de fantasma.

Quiebre de forma en cauce de metal y tiempo.

Pero el resuello de la bestia apocalíptica .  Toca.  Lanza la soga al cuello de la noche.

Nombre que no aguanta el peso del planeta.

Dios del viento

que no espera el pacto

de silencio.

Cartografía que al fin y al cabo se pronuncia como cuerpo negociado por los dioses del actual presagio.   Nunca más que arena y ala de pájaro sonriente.

Cómo así?

Así como lo escuchas.

Humo. Piedra. Borde. Espacio. Nervio del lenguaje.

Interior de nube.   Secreto y forma.  Nueva ciudad de las palabras.