La responsabilidad histórica, en esta etapa de la revolución, que recae sobre los progresistas, revolucionarios y comunistas, pesa más que la Cordillera Central. Incluyo estos importantes sectores políticos por el carácter democrático, popular y participativo, en el tránsito que recorremos.
El tramo que transitamos es largo. El atraso y dependencia, política, económica y social de la sociedad, así lo amerita. Por consiguiente, en cualquiera proyecto político unitario, se debe contemplar completar las tareas, pendientes, democráticas y el impulso de nuestra economía, rezagada y atrapada por grupos de poder. Quedarse en el inmediatismo, se comete un error de visión, imperdonable.
Es verdad que se aproximan las elecciones del 2024. Coyuntura electoral que debe ser aprovechada, al máximo, para avanzar en los planes tácticos y estratégicos de la revolución. El momento es ideal para crear un mecanismo, duradero, unitario que enfrente, competir, a los partidos políticos conservadores que se alternan el poder.
Los principales grupos revolucionarios y comunistas, deben entender que la base de cualquier unidad electoral, empieza con unificar criterios en el enfoque sobre la sociedad dominicana, su coyuntura en desarrollo y movimiento, y los vientos que soplan en el ámbito internacional. Compilar las coincidencias en todos los temas que, en un programa de gobierno y acuerdos políticos, cubra la etapa democrática para darle vida y salud a una criatura, no debe nacer muerta, preparada para llegar al poder: nueva alternativa política de progresistas, demócratas y de izquierda.
Si sustituimos las coincidencias programáticas por las escogencias de candidaturas, se comete un error imperdonable, se infecta una criatura muy frágil a las infecciones. Los conservadores, oligarcas y políticos corruptos, se ponen de acuerdo para repartirse el pastel alrededor de candidatos. En el litoral revolucionario y progresista, el asunto es todo lo contrario, sin reglas claras y precisas; podría desatar los mismos demonios en una carrera loca detrás de un puesto en la Presidencia. Congreso, y en los Ayuntamientos.
Abrir esa compuerta en estos momentos es peligroso. No se va a dinamizar nada, se despierta el gusanillo, bailarín y vicioso, dormido en una sub clase social inestable, ambiciosa y que no pierde tiempo en la búsqueda de lo mío. A pesar de ser extemporánea e inoportuna, las candidaturas distraen la atención en la creación, organización, fortalecimiento y difusión de un instrumento político unitario de largo alcance.
No negamos la importancia de la selección de candidatos con excelentes condiciones éticas y morales; políticas, académicas y aceptación popular, en la población. Pero iniciar un proceso unitario tan delicado, promocionando candidaturas, entre revolucionarios, comunistas y progresistas, es poner la carreta delante de los caballos.
Cuando todavía no se sabe si habrá unidad, ya los candidatos recorren las redes sociales, barrios y ciudades. Dejando entrever (…), vamos de cualquier manera. Así no se empieza con buen pie unitario con fines electorales; en un ambiente sin experiencia electoral, divididos y dispersos, colmado hasta la taza de frustraciones y decepciones, etcétera.
Más que a las candidaturas, apuesto a la creación unitaria de la alternativa política electoral, al surgimiento de un instrumento programático y organizado que presente soluciones a los graves problemas de la sociedad. Y por supuestos, los hombres y mujeres del proyecto serán los responsables de recorrer todo el país llevando las orientaciones que promuevan la entidad que defenderá los intereses de los trabajadores y la población.
La unidad es la clave para salir airoso. Continuar dispersos y aislados envía una mala señal a la población, se aprieta el cerco mediático y real que impide conectar con la sociedad. La coyuntura electoral permite caminar, con nuestros candidatos, unidos alrededor de un programa a corto, mediano y largo plazo. Un proyecto unitario que solo cubra el proceso plebiscitario del 2024, está bien, muy bien. Pero vamos por más.