Benjamin-Peret
Benjamin Peret

En este centenario del manifiesto surrealista que proyectó tan versátil movimiento artístico y vivencial (el surrealismo fue una forma de vida alternativa), cunden la consabidas generalidades sobre el onirismo poético, la escritura automática y las falsas confluencias de sus postulados  con el psicoanálisis. A estos lugares comunes, se agregan, en las caóticas listas de sus actores, ( poetas y pintores) tanto franceses como extranjeros, olvidos inaceptables, muchas veces explicables por le utilización abusiva de Wikipedia, concomitante al desconocimiento de la historia compleja y accidentada del movimiento.  En los cuantiosos y reiterativos artículos leídos, desaparecen personalidades cimeras del surrealismo, como el único surrealista fiel hasta el final  a los preceptos de la escritura automática y a la vida libérrima y errátil que primó a inicios del movimiento: Benjamín Peret (1899-1959).

Su olvido es tanto más escandaloso cuanto que manifestó una fidelidad amistosa indeclinable a André Breton; ambos están enterrado en el cementerio de Batignolle,  a escasos metros uno del otro, en el noroeste parisino. Peret fue el surrealista por excelencia, el único que mantuvo incólume, una ética de la escritura como impugnación de la realidad y sus leguajes encasillados, contra el embrutecimiento mental por la adopción de lenguajes de conveniencias sociales. Impugnó asimismo la noción de poema como articulación de ritmos y sentidos; para él el poema respondía a una imaginación sin cálculo, donde un flujo de imágenes se erigía como una antirealidad, entre el sentido y el contrasentido.

Figura en la nómina inaugural de 1924 donde se congregan en torno a Breton   los aedas Robert Desnos, Aragón, Paul Eluard, Delteil, Barón y otros; de ese encuentro primigenio emana el primer manifiesto de octubre.   Había descubierto su vocación poética leyendo a Stéphane Mallarmé. Publica ese mismo año siete poemas premonitorios de su adhesión a la escritura automática, bajo el título Inmortal enfermedad. Breton  pregonaba una libertad absoluta hacia la institución literaria, y hacia el poder político y religioso, pero marcado por el sello de un autoritarismo medieval,  excluyó de manera expeditiva a  varios de sus amigos surrealistas. En 1926   se deshizo de los jóvenes y alucinados poetas Antonin Artaud y Jacques Barón. En 1929 cuando Breton se aproximó con cándido fervor  al comunismo  stalinista, expresó su renuencia a escuchar peroratas libertarias y expulsó sin miramientos a  Robert Desnos, el poeta del trance poético, del ludismo onírico que moriría de tifus en un campo de concentración nazi. Expulsó  a Michel Leiris, a Rene Crevel  a Luis Aragón y Paul Eluard  quien manifestó sus desacuerdos estéticos y políticos que lo alejarían   taxativamente  de la dogmática surrealista de  Breton, para crear una poesía más acorde con el dramático proceso histórico que desemboca en la ocupación de Francia en 1940. Se transforma en el poeta de la resistencia.    ¿Y Benjamín Peret? Este poeta fue purista, pensó que la poesía no debía estar al servicio de las ideologías,   formas grotescas y caricaturales del  lenguaje, a las que había que combatir. Roland Barthes en su libro El grado cero de la escritura suscribe a la idea que hay  morales de la escritura; en Peret su moral de la escritura se asienta en la deconstrucción de todo asomo de  moral  del poema como construcción lógica de un sujeto

Peret se mantuvo silente ante los desmanes de Breton, hizo acto de indulgencia hacia su paradójica e injusta libertad autoritaria.  Envuelto en amores pasionales con la cantante brasileña Elsie Houston, ligada al trotskismo, zarpa hacia Brasil durante los años treinta; dos años después es expulsado por el dictador populista brasileño Getulio Vargas, y aparece en España en 1936 en plena contienda bélica entre republicanos y golpistas franquista. Manifestó su animadversión ideológica y literaria hacia los comunistas franceses y españoles; de temperamento profundamente anarquista se enroló en las milicias de Durruti durante la guerra civil.

A la diferencia de los bardos Paul Eluard y Luis Aragón, que se afiliaron al partido comunista, antes de ser expulsados, Peret desdeñaba con su característico humor negro poner su poesía al servicio de una supuesta revolución, y sobre todo de lo que él denominaba una iglesia intolerante como la comunista. Su concepción del lenguaje poético mal se avenía con  la jerga psicorígida del partido. En Francia estuvo preso en 1940, y  aprovechando el desorden mayúsculo engendrado por la capitulación de su país ante Alemania, escapa y los encontramos en México donde contrajo nupcias con  la pintura surrealista española Remedio Varos. En el país azteca se apasiona por los mitos precolombinos, y hace una introducción magistral al libro de los mayas Yukatecos el Chilam Babal de Chumayel. De las antiguas civilizaciones amerindias retiene el flujo poético, la eclosión de lo maravilloso tanto en sus textos como en las imágenes, sus cosmogonías de portentosa imaginación.

Durante su estadía mexicana publica Fuego central ( 1947) en torno al cual los pintores y poetas mexicano organizan una velada intensa para recolectar fondos a fin de que el poeta pudiese regresar a Francia.

En 1962 realizó una traducción magistral de poemario de su amigo Octavio paz, Piedra de sol.

Durante nuestra larga estadía parisina compramos algunos volúmenes de sus obras completas, publicadas por una editorial  ‘’marginal”, la exitosa  Joel Losfelds. Sus  libros eran de un largor inusual, y cocidos con hilo grueso, todos de un amarillo sol, insoslayable. Aquí proponemos una  traducción nuestra de un fragmento de su muy divulgado: Dormir dormir dentro de  la Piedra.

La primavera está enferma de un súbito cerezo

De un cerezo ahíto de frutos radiantes

donde se ensombrecen las pestañas de porcelana

como una mirada dentro de una fuente

Sentada espada flamígera sentada en los vientos

El mar se descolora mientras el rojo se expande

El rojo de mi corazón es el viento de sus islas

el viento que me ciñe como un insecto

el viento que me saluda desde la distancia

el viento que escucha el rumor de sus pasos decrecer sobre mi sombra

pálida como un pez volador.