Ante los tantos desaciertos, decisiones fallidas y errores cometidos, en lo económicos, político e institucional por la mayoría de los gobiernos de la República de Argentina, los cuales llevaron a ese país a una gran crisis económica, política y social, en muchas paredes de edificios, cruzas calles y avenidas de Buenos Aires, hace muchos años se observaban la colocación de un mensaje, que me llamó mucho la atención: ¡Basta de realidades. ¡Queremos promesas!
Debido a las tantas promesas y a los tantos programas de gobiernos incumplidos por los jefes de Estado de los últimos años, los argentinos se sentían indignados, de falta de fe y esperanza, por lo que enviaron un mensaje de manera sarcástica e irónica a sus gobernantes, en el que expresaban que no estaban conformes ni satisfechos con sus formas de gobernar ni con sus actuaciones, pues cada día ese país era sumergido a una crisis económica cada vez peor.
Los pueblos se cansan los partidos políticos y de sus gobernantes por sus malas actuaciones, pues pierden la confianza y la credibilidad en ellos. Cuando observan la falta de liderazgo, se produce un vacío político.
De ahí es que surgen los llamados Outsiders, término utilizado por los politólogos sobre las personas que buscan posiciones políticas sin contar con ninguna experiencia, pues nunca han incursionado en ella, por el simple hecho de haber sobresalido en ciertas áreas, como en lo empresarial, profesional, gremial, religioso, militar, deportivo, cultural o artístico.
Conocemos muchos casos de este tipo de personas, tanto en nuestro país como a nivel internacional, los cuales han incursionado en el área municipal, congresual y presidencial. El actual presidente de Argentina, Javier Milei, es el más reciente. Son muy pocos los que han tenido éxitos en sus funciones, la mayoría han terminado en un rotundo fracaso.
Cuando un país, por falta de confianza, credibilidad, autoridad o voluntad política de sus mandatarios, por no cumplir con su programa de gobierno, decide escoger como presidente de la República a una persona sin experiencia ni formación política, es algo muy riesgoso, pues el remedio puede resultar peor que la enfermedad.
Normalmente cuando logran alcanzar esa posición, se rodean de colaboradores con muy poca formación profesional, moral, visión política, social y económica, por lo que pueden llevar al país a un despeñadero, fruto de la improvisación.
A más de 60 años de vida democrática, nuestros partidos y gobernantes continúan cometiendo los mismos errores; aunque ha habido ciertos avances en lo material, es muy poco lo que hemos avanzado en cuanto al desarrollo humano y social, pues los principales problemas básicos que conforman nuestra gran deuda social acumulada aún continúan sin soluciones, como lo es crisis energética, la salud y la educación, a pesar de que nuestra deuda externa cada vez es mayor, casi impagable. La corrupción pública y privada va en aumento, la administración de justicia solo funciona para los descalzos.
Todos los gobiernos sólo han sido eficientes en la aplicación de reformas arancelarias y en el aumento de los impuestos, aunque a espaldas de la gran evasión fiscal, la cual ocupa el lugar número tres de los países del área.
La falta de confianza y credibilidad se ha apoderado de la mayoría de la población, a esto se debe en gran medida la gran abstención de votantes en los últimos procesos electorales. En este sentido, los partidos políticos y sus precandidatos presidenciales, deben mirar hacia las elecciones generales del 2028, para que nuestro país, en medio de la desesperación, no cometa el error de otros países, escogiendo a un improvisado, un aventurero, que lo conduzca al abismo más profundo.
La población está hastiada y cansada de tantas promesas de cambios incumplidas, de tantas falsedades, de tanto enriquecimiento ilícito, de tanta corrupción pública y privada, sin que se aplique un régimen de consecuencia; de permisividad, impunidad e inseguridad. Se requiere de autoridad, voluntad política y vocación de servicios.
¡Basta de realidades, queremos promesas!, pero que generen ilusiones, esperanzas, que sean cumplidas, ya que las realidades que estamos viviendo han sido frustrantes, espantosas y catastróficas. No se puede continuar gobernando haciendo más de lo mismo, hay que aprender de los errores cometidos en el pasado; los intereses particulares jamás deben ser colocados por encima de los de la nación, pero sobre todo, castigar los actos de corrupción, si queremos construir una patria digna para todos los dominicanos. Que así sea.