-Porque: “Ninguna pérdida debe sernos más sensible que el tiempo, pues es irreparable”.
-El pensar es fácil. Actuar es un poco más difícil, pero, actuar y pensar cómo se debe, es lo más difícil de todo. Goethe.
Los poderes de los misterios, es decir, todo aquello cuya respuesta desconocemos y que nos llevan a conjeturar, predecir o temer, ya que las respuestas se mantienen tras un velo de misterio, en la mayoría de los casos con fines inconfesables, tal y como ocurre con casi todo lo relacionado con la política o las religiones, ha tenido la singularidad de haberse ido desarrollando de manera alarmante, no como una acción estratégica en busca de un objetivo institucional, sino, como una acción continua de engaños y manipulaciones en busca de satisfacciones mediatas y personales.
Desde hace mucho tiempo hemos estado viviendo dentro de la plasticidad de todo aquello que se llame profesionalidad, moral o ética y bastaría con ver el desempeño de aquellos grupos formados por profesionales llamados a establecer pautas de conductas y comportamientos pero que son todo lo contrario donde bastaría hacer referencia a abogados; contables y hasta médicos sin dejar fuera a quienes por obligación deberían hacerlo. La política se ha “cualquerizado” a niveles inconcebibles llevándose de por medio desde militares hasta sacerdotes absorbidos por los intereses terrenales. Tanto es así, que los ideales de estos, su decencia y hasta su conducta, ha sido absorbida por un tigueraje barrial brutal, de bajo mundo, donde la indecencia y la falta de principios, campean por su ausencia.
Las redes sociales se han convertido en un refugio o nido fecundo de protagonistas de indecencias y bajezas arropadas de un falso oropel, cosas estas, que se van adhiriendo al comportamiento de la juventud cual, si fuesen sanguijuelas, donde, el narcotráfico, no deja de tener una manifiesta presencia. Ahora en campaña, siquiera recordamos que la función de Regidor era ocupada por las personas moralmente reconocidas y símbolos de respeto dentro de su congéneres, siendo suplantados en su gran mayoría por cherchosos (as); faranduleros (as); opinadores (as), ventajistas y hasta desvergonzadas trabajadoras sexuales (bonito nombre para desvirtuar el real), en fin, que ya estas honrosas posiciones electivas, desde el más bajo nivel hasta la misma cumbre, han sido usurpadas por la peor ralea de la sociedad, esa que vive en un inmenso tremedal moral del que poco hacen por salir.
Siquiera vale la pena hablar de los reconocidos narcotraficantes per se y de aquellos a quienes ellos patrocinan, tanto en la política como en las posiciones cimeras de las Fuerzas Armadas, Policía Nacional y demás organismos que componen el Estado, cosas estas sabida por muchos, pero, tratadas por pocos. Siendo estos “muchos” los que se hacen los ciegos para no ver dentro de sus propias dependencias las cantidades absurdas de ácratas, bandoleros y tigueres barriales de la peor calaña, que han encontrado su nido en los senos de estas dependencias del Estado.
Y todo comenzó dentro de los organismos de seguridad, cuando la política partidista comenzó a nombrar a sus partidarios en posiciones claves dentro de las mismas, donde, los servicios de inteligencia dejaron de visitar los barrios para cuestionar los vecinos sobre el comportamiento de aquellos aspirantes a ingresar en ellas y de todo aquel que porta un uniforme militar y por eso, hoy, hasta personas que apenas balbucean el español, se encuentran dentro de ella y, yéndonos un poco más lejos pero quedándonos aquí, que personas relacionadas con narcotraficantes lleguen a estar en lugares muy sensitivos de las mismas, ¿o no?.
Pero, debemos estar contestes de que son escasas las esperanzas de que esta situación varíe, ya que, la finalidad de los partidos políticos está enfocada a logros personales y de caciques regionales, no a una política de desarrollo institucional. Siendo por eso, que tenemos décadas escuchando hablar de los mismos problemas y por igual las mismas propuestas y soluciones, es decir, bla, bla, bla. ¡Sí señor!