Maradona ya conocía el césped del Camp Nou cuando jugó el primer partido del Mundial de España, en el que su equipo, por cierto, perdió por la mínima. Sin embargo, en esa misma cancha estaba por descubrir el dolor y el miedo a no volver a tocar una pelota. Una tarde gris de septiembre de 1983, el defensa Andoni Goikoetxea, conocido como el carnicero de Bilbao, le dio una patada por detrás y, sin metáforas ni hipérboles, le rompió la pierna.

La euforia de la Eurocopa que acaba de arrancar en Alemania es tal, que la crónica deportiva ha recordado que dicho Mundial inició un fatídico trece de junio, entre la Albiceleste y los Diablos Rojos de Bélgica.

Fue un torneo difícil para las selecciones americanas, pues ni Argentina que era el campeón actual, ni Brasil, dueño de la magia y la alegría en los botines de Zico, Falcao o Sócrates, llegaron lejos. Italia, que había iniciado con 3 empates lastimeros, los borró en la segunda fase y como si fuera un vampiro les chupó el talento. Hay mucho para rememorar de aquel campeonato, van algunos balonazos a la nostalgia.

Empecemos por el final o, mejor dicho, la final, que fue Made in Italy, gracias sobre todo a un delantero, Paolo Rossi y a un guardameta, Dino Zoff. El primero sería el mejor romperredes del torneo y, el segundo; con su veteranía de cuatro décadas, le dio tranquilidad a la Squadra Azzurra. Por su parte, los alemanes llegaron cansados luego de un duelo de gladiadores contra Francia y no pudieron remontar el 1-3 definitivo.

En esa semifinal, los sibaritas del futbol lamentaron que aquella media cancha de ensueño con Platini, Giresse, Genghini, Tigana, Fernández, no pudiera avanzar. Lo que más se recuerda fue el rodillazo digno de un pandillero que Harald Schumacher le asestó a Battiston, por si fuera poco; el árbitro nada vio y no hubo ni penal ni expulsión. Eduardo Galeano señala que el germano, antes de abrazar pelotas, daba martillazos en una herrería, por eso el francés quedó inconsciente y su equipo tendría que guardarse el júbilo hasta que otros hechiceros de la técnica como Zidane o francotiradores del área como Mbappé lo despilfarraran con sendos triunfos en 1998 y 2018…

En aquellos días también hubo hechos menos futboleros. En medio de la nada, otros argentinos, manipulados por una junta militar, corrupta y sanguinaria, disputaban un duelo trágico contra Inglaterra, no por un balón, sino a cuenta de unas islas horribles y gélidas, que nadie podría encontrar en el mapa. Videla terminó por rendirse mansamente, apunta Galeano. No era lo mismo aniquilar compatriotas «subversivos» que luchar contra el ejército del imperio. Además, los soldados fueron reclutados al cuarto para la una y no alcanzaban los 20 años; esto es, ni experiencia ni formación. La falta de abrigos y armamento hicieron más daño que las furibundas estrategias de la Thatcher…

Igualmente, un año antes, en 1981, cuando la propia España intentaba dejar atrás la larga resaca del franquismo, sufrió un amago golpista del guardia civil Antonio Tejero que, pistola en mano y con un: «¡Quieto todo el mundo, coño!», irrumpió en el Congreso de los Diputados. La amenaza no prosperó y a esos bravucones les sacaron la roja directa y los mandaron muchas jornadas al banquillo-calabozo. Hoy le dicen el 23F y uno piensa más en un modelo de coche deportivo que en la abreviatura de la efeméride…

¿Y si hablamos de Kuwait y su camello, que a manera de talismán acompañó al equipo a todos sus encuentros, pese a las burlas de contrincantes y aficionados? El veintiuno de junio, perdían en el estadio de Valladolid 3-1 contra Francia. Ahora bien, luego de que Giresse marcara el cuarto, el mandamás de la federación invadió la cancha. La leyenda cuenta que el reclamo de Fahd Al-Ahmad Sabah fue por un silbatazo que había dejado a sus muchachos inmóviles y que, por eso, sólo estorbaron con la mirada el ataque de los franceses. ¿Acaso el jeque sedujo al silbante con la promesa de obsequiarle el caballo, digo el camello, un barco petrolero, una cuenta pletórica de dólares o, todo eso junto en un combo? Lo que se sabe es que después de 10 minutos de discusiones, la túnica volvió al graderío y el gol quedaría anulado.

Otro hecho importante, aunque saturado de bostezos, sucedió entre Austria y Alemania. Para ambas selecciones era conveniente el empate a cero (en perjuicio de Argelia), así que se pasaron 90 minutos aburriendo a la pelota con pases laterales. A partir de ese momento, la FIFA determinó que los últimos partidos de cada grupo se jugarían a la misma hora.

En fin, las crónicas hablan de que fue el primer mundial con 24 selecciones (en el próximo habrá el doble, prepárese para partidos infumables), donde una de ellas, la húngara, fue inmisericorde y se regodeó marcándole 10 goles a El Salvador – el récord sigue vigente–; que gracias a la buena organización, España sería elegida sede olímpica en el 92; que las estrellas brillaron solas o acompañadas: Rossi, Platini, Zico, Boniek, Tigana, Conti, Sócrates, Altobelli, Rummenigge, Maradona, sin olvidar al Naranjito, una fruta gordita y sosa, sin duda, menos original que el camello…