Los libros tienen el encanto -la indiscreción acaso- de revelar sentimientos. Son un intento de sobrevivir al olvido y desafiar la muerte. En muchos casos, su impacto puede llegar a ser trascendente. Por desgracia o fortuna, los fantasmas del autor nunca logran satisfacer a todos los lectores.
Ello viene a cuento a propósito de la nueva obra del doctor José Miguel Gómez: Balaguer visto por un psiquiatra…, señalada ésta como la más vendida en la recién concluida Feria del Libro 2023, por cierto, la feria mejor organizada hasta ahora.
Presentado como la mirada de un psiquiatra sobre Joaquín Balaguer Ricardo (alexitímico, con trastorno esquizoide), al estudio bien le calzaría un título más adecuado; digamos: Balaguer visto por sus familiares y amigos, o mejor: Balaguer visto por sus admiradores, entre los cuales se halla el autor de la obra.
Las opiniones, en las que el especialista engancha su “radiografía de cuerpo entero” (p 19), privilegian las del propio Balaguer sobre sí mismo, así como las de íntimos y admiradores. Son los casos de Virgilio Álvarez Pina, Pedro Gil Iturbides, Víctor Gómez Vergés, Ramón Font Bernard, Charles Dunlop…, o bien, de su madre Carmen Celia Ricardo, entre otros, lo que contribuye a sesgar el relato.
Ni una jota respecto a la valoración que tienen o tenían víctimas y opositores de todos reconocidas: doña Manuela Aristy, madre de Amaury Germán, Carmen Mazara, viuda de Maximiliano Gómez; Mirna Santos, viuda de Amín Abel Hasbún, Elsa Peña Nadal, viuda de Homero Hernández Vargas; Narciso González (Narcisazo), Roberto Duvergé, Juan B. Mejía, Rafael Fafa Taveras, Narciso Isa Conde, Rafael Chaljub Mejía, Esteban Díaz Jáquez, Fidelio Despradel, Juan Isidro Jimenes Grullón….
Una “mirada” más equilibrada y objetiva del sujeto estudiado, con énfasis en sus reacciones y actitudes en circunstancias cruciales, darían mayor credibilidad a su perfil. Digamos (solo una muestra):
Octubre, 1961, “Masacre de la calle Espaillat”: Estudiantes universitarios reclaman salida de los remanentes de los Trujillo. La policía ametralla, y hay muertos y heridos. Balaguer felicita a la policía….
Enero/marzo, 1962. Tras la deposición de su Consejo de Estado, por el general Pedro Rodríguez Echavarría, Balaguer huye a la Nunciatura Apostólica, donde permanece oculto por cerca de dos meses.
Noviembre, 1969: con tres años de gobierno post Trujillo, el terror de su régimen impone la creación del Comité de Madres, Esposas y Familiares de Muertos y Desaparecidos, como respuesta a los cientos de crímenes que ensangrentaban el país.
Enero, 1971: La designación ex profeso, del sanguinario general Enrique Pérez y Pérez como jefe de la Policía Nacional; la creación del Frente Democrático Anticomunista y Antiterrorista (La Banda Colorá’) y la muerte y MUTILACIÓN de los jóvenes del club Héctor J. Díaz, la madrugada del 9 de octubre, 1971. No basta una simple “mirada”.
1971: Balaguer anuncia su disposición de renunciar a la presidencia de la República ante el gobierno de Richard Nixon (!), si se aprobaba la reducción de la cuota azucarera a RD, lo cual se discutía en el congreso USA. En la ocasión, según señala Bernardo Vega, escribe una carta personal al presidente Nixon, la que remite con Charles Bluhdorn, presidente de la Gulf + Western, con una sarta de habladurías sobre la peligrosa amenaza comunista. Es el perfil capcioso y servil del sujeto….
12 enero,1972: el asesinato de los Palmeros (Comandos de la Resistencia), que bien pudo evitar.
Abril, 1972. Ocupación del campus universitario. La estudiante Sagrario Ercira Díaz herida de muerte.
Enero, 1973: Reacción de Balaguer ante el apresamiento del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó….
Marzo, 1975: Balaguer ante las críticas de Orlando Martínez, director de la reviste Ahora y columnista de El Nacional….
La abundancia de adjetivos elogiosos con que el escritor envuelve a su ídolo, no deja margen a la duda. En un libro de poco más de 200 páginas, dice EN 25 OCASIONES, que Balaguer era un político inteligente. A ello hay que sumar la alta cantidad de veces que le atribuye sabiduría, destreza, talento, astucia, flexibilidad, pulcritud, resiliencia, honradez, habilidad, disciplina, civilismo, cultura….
Que el doctor Balaguer fue un íncola inteligente, está fuera de duda. Al respecto cabe preguntar ¿al servicio de qué y quiénes estaba la misma? El hecho de que el psiquiatra Gómez remarque esa cualidad hasta el fastidio supone una admiración fuera de lo común, y una indulgencia capaz de matizar charcos de sangre.
El aturdimiento del escritor no se detiene ahí. Insinúa prendas de demiurgo. Balaguer siempre “sabe”, “supo” o “sabía”. Así: “Supo interpretar, sintonizar y empatizar en cada circunstancia y en cada adversidad…” (p. 60); “sabía crear el suspenso, conquistar la atención y lograr…” (p. 79); “sabía cómo gerenciar las emociones…” (p. 119); “supo gestionar sus emociones y lidiar con las de los contrincantes” (p. 120); “supo crear y aprovechar las oportunidades y las circunstancias” (p.121); “siempre sabía qué hacer…” (p. 155); “siempre supo controlar y sacar beneficios de…” (p.190); “sabía qué hacer y cómo hacerlo…” (p. 229); etc.. Al final: Balaguer “Decidió por libre albedrío (?) terminar como quiso y con quién quería, cómo quería ser recordado y cómo se escribiría su historia” (p. 222)
A juicio del escritor, en Balaguer sobresalen: “su inteligencia, sus habilidades y destrezas para sintonizar…” (p.66); “la inteligencia, el talento, la(s) habilidades y destrezas…” (p.95); sus “niveles de inteligencia, equilibrio y fortaleza emocional…” (p. 97); Balaguer fue “un hombre de habilidades, destrezas e inteligencia social” (p. 140); etc. etc..
Con tan oceánico palmarés de virtudes, no extraña que controlara, lo que Gómez llama “Los antibalagueristas rabiosos de la izquierda, de derecha o centro izquierda, sindicalistas, dirigentes universitarios…” (184). También a Juan Bosch, Peña Gómez, Augusto Lora…. (Ah, Roberto Santana no llegó a ser senador por Ocoa, como se lee en la p. 185))
Es cierto que unos cuantos izquierdistas se vendieron, pero es una barbaridad desconocer la entereza indoblegable y el sacrificio de la mayoría.
El psiquiatra maquilla y edulcora la figura del “crótalo de Navarrete” (así lo llamaba Rafael Flores Estrella, exsecretario de la presidencia durante el gobierno de Salvador Jorge Blanco) hasta convertirlo en digno de veneración. Una herejía; una distorsión consciente de la calaña del déspota.
Resulta feo que el doctor Gómez busque aquiescencia a su andanada de elogios desorbitados en el prestigio de la psiquiatría.