Ante la 76 asamblea general de legendaria Organización de las Naciones (ONU), en Nueva York, Estados Unidos, el gobierno dominicano ha exigido otra vez, ahora con más fuerza, que la comunidad internacional pase de las ayudas humanitarias a Haití a resolver el caos.

Este miércoles 22 de septiembre de 2021, el presidente Luis Abinader Corona ha advertido que “no hay ni habrá jamás una solución dominicana a la crisis haitiana”. Y ha presagiado que la grave inseguridad ahondada por la toma de ese país por parte de pandillas fuertemente armadas, tendrá un impacto regional, si se mantiene la indiferencia.

Contundente. Plausible.

Es muy probable, sin embargo, que estas valientes frases se las lleve el viento.

La ONU ha perdido pertinencia por causas atribuibles a su conducta ambigua, en contraposición con sus principios democráticos.

Siempre ha sido extremadamente diligente y feroz cuando los mandatos de sus sesiones benefician a países poderosos, y sorda, ciega, muda, parapléjica y errática cuando se trata de países en desarrollo.

Basten como ejemplos, su recurrente votación casi unánime, desde 1992, a favor del desbloqueo económico contra Cuba, pero sin gestión real para que se ejecute su decisión.

Y la desvergüenza de la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah), que operó a sus anchas desde 2004 hasta 2017.

Esa Minustah malgastó gran cantidad de dólares en acciones militares de terror y en francachelas. Y agravó el desorden. El último año manejó un presupuesto de casi 346 millones de dólares. Haití es el país más pobre del hemisferio.

Al marcharse, la Minustah fue acusada de violaciones sexuales contra menores y de haber plantado la epidemia de cólera que causó 10,000 muertes, según reveló en 2017 el presidente Jovenel Moise.

El mandatario fue asesinado la madrugada del 7 de julio de 2021 por un comando de exmilitares colombianos mercenarios que obedeció a un diseño de una oficina ubicada en Miami.   https://www.france24.com/es/20171006-haiti-mision-minustah.

Pero, más allá de la arruinada credibilidad y  urgencia de refundación de la ONU, el justo reclamo del presidente Abinader Corona debe ser potenciado por cada dominicano sensato, sin importar colores partidarios.

RepDom, en el este de la isla, es la primera en sufrir las consecuencias de la profunda desestabilización haitiana, aunque eso parece desconocido para grupos internos que -se da por descontado- harán contrapeso y seguirán obedeciendo a matrices económicas e ideológicas de agencias europeas y estadounidenses.

El mandatario nuestro no se equivoca con su sentencia sobre el destino haitiano, si la comunidad internacional no se sensibiliza.

Las bandas haitianas son una creciente plaga que domina a esa nación. Son un gobierno aparte, pero parece que el mundo no se entera, o cree que no le afectaría.

Tras el terremoto de 7,2 grados Richter que ocurrió en el sur de aquel país, hubieron de pedirle permiso para transportar a rescatistas y ayuda humanitaria por las carreteras. Están armadas hasta los dientes y sienten pasión por los secuestros y la sangre humana. Se ufanan de su poder y de sus brazos largos para trascender el perímetro del territorio.

Y eso no se resuelve con parches democráticos a la usanza ONU/OEA. Mucho menos con pirotecnia humanitaria para ganar titulares de medios de comunicación, sino con soluciones de fondo.

Lo denunciado por el presidente Abinader Corona es grave y requiere de un plan para construir el desarrollo integral de los haitianos, amén de la acción inmediata para eliminar las pandillas.

Pero cambiar la situación actual ya requiere del concierto de naciones pudientes; sobre todo, Francia, Canadá y Estados Unidos, históricas beneficiarias de las riquezas naturales de ese país del oeste de la isla Española.

Sale socialmente menos costoso hacerlo ahora. El desorden de Haití proyecta un desorden regional que tendrá repercusiones más allá de América.

Si mejora Haití, mejora el mundo. Y esa mejoría jamás se logrará provocando estampidas hacia territorio dominicano, con base en el caos institucional, el terror y el hambre.