En el transcurso de la historia contemporánea, han existido artistas que, ya sea por acción e inacción, se han aliado a regímenes autoritarios o han permanecido en silencio ante guerras de exterminio e injusticias sociales. Este silencio, en la mayoría de los casos, puede interpretarse como complicidad, lo que plantea una serie de interrogantes en torno a la responsabilidad del artista en la sociedad.
Sin embargo, no todo ha sido silencio.
En Santo Domingo, la música, por ejemplo, ha desafiado la censura y ha servido como catalizadora de las luchas de los sectores populares y revolucionarios. Un ejemplo de ese posicionamiento artístico con los sectores democráticos fue el concierto Siete días con el Pueblo durante la sangrienta dictadura balaguerista en 1974.
En 1965, artistas y escritoras/res (entre los que sobresalieron los poetas) del Frente Cultural bajo el liderazgo de Silvano Lora tomaron el lápiz, la máquina de escribir, el pincel y el fusil en defensa de la soberanía dominicana durante la revolución de abril y la guerra anti-imperialista en contra del yanqui invasor.
Navegando a contracorriente de los sectores conservadores que pululan las columnas de “crítica de arte” (en su mayoría mercaderes del arte) y en los pasillos oscuros del bochinche cultural, insistimos en que la historia del arte no se limita a la estética o al proceso creativo; también involucra cuestiones y decisiones morales que los artistas y escritoras/res eligen tomar o no. Surge, entonces, la inquietante pregunta: ¿Vale la pena leer a poetas y escritores que se muestran indiferentes ante las injusticias?
Otras preguntas que surgen son: ¿qué hacer con poetas o artistas que se pasan viajando por el mundo, de festival en festival, sin decir nada en relación a injusticias sociales? ¿De qué viven y quienes les pagan sus viajes? ¿Son cómplices del sistema de opresión y explotación simplemente por guardar silencio? ¿Cómo influye la falta de conciencia de clase y las aspiraciones de clase media de poetas y artistas que guardan silencio cómplice?
Nos preguntamos, sin aludir a nadie, y si se sienten aludidos no es nuestra culpa: ¿dónde están los poetas dominicanos que no dicen nada ante las deportaciones y el racismo anti-haitiano? ¿Y dónde están los sectores intelectuales que no salen de sus torres de marfil a defender a la ciudadanía ante el alto costo de la vida, intelectuales que no denuncian la existencia de los cordones de la miseria, la hacinación en los barrios populares y en las orillas del río Ozama?
Vemos como en el 2021 los momios de la Academia Dominicana de la Historia recibieron con brazos abiertos al recién fallecido general genocida Ramiro Matos. Es más que obvio que de lo que se trata es de encubrir los crímenes del trujillismo y el balaguerismo, de promover abiertamente el revisionismo histórico y la falsificación de la historia. Esta pregunta es en serio: ¿para qué sirve la Academia de la Historia Dominicana si solo se posiciona al lado del poder y la mentira? ¿Y los sectores disidentes, para cuando es que van a romper el maldito silencio y fundar una Academia de Historia Dominicana destrujillizada?
El legado de Pablo Picasso
Un precedente que podríamos destacar en la presente discusión es la postura anti-guerra adoptada por grandes artistas como el pintor de origen andaluz Pablo Picasso (1881-1973). Su obra Guernica, representación pictorica del sufrimiento humano y la destruccion causada en 1937 al pueblo vasco de Guernica por los bombardeos de la Alemania Nazi y la Italia fascista, se convirtio en una denuncia pública e internacional en contra de la violencia imperialista y el genocidio.
El legado artístico y político de Picasso cobra más vigencia en estos días de barbarie genocida y silencio cómplice: Picasso no sólo utilizó su arte para expresar su repudio a la barbarie, sino que también mostró cómo el arte puede construir espacios de resistencia, de denuncia social y, como lo ha demostrado el paso del tiempo, espacios de preservación de la memoria histórica.
Sionismo y boicot cultural
Hoy dia el genocidio en Gaza (transmitido en vivo por las redes sociales) ha generado un movimiento artistico anclado en la disidencia y la etica radical. Y a pesar de que el reciente llamado al boicot cultural en contra del Estado sionista ha generado presiones desde arriba asi como divisiones dentro del ámbito artístico y literario, miles de artistas y escritores han perdido el miedo y por ende han decidido no colaborar con instituciones israelíes en protesta por la campanna de extermino del pueblo palestino. Esta postura ética de artistas y escritores ha dado lugar a un fenómeno sin precedentes en lo que se refiere a la lucha en contra del Estado racista de Israel. Veamos en que se basa el boicot cultural [1] al Estado sionista y sus instituciones culturales:
“Nosotros, como escritores, editores, trabajadores de festivales literarios y otros trabajadores del libro, publicamos esta carta mientras nos enfrentamos a la crisis moral, política y cultural más profunda del siglo XXI. No se puede negar la abrumadora injusticia a la que se enfrentan los palestinos. La guerra actual ha entrado en nuestros hogares y ha traspasado nuestros corazones.
“La emergencia está aquí: Israel ha hecho de Gaza un lugar inhabitable No es posible saber exactamente cuántos palestinos ha matado Israel desde octubre, porque Israel ha destruido todas las infraestructuras, incluida la capacidad de contar y enterrar a los muertos. Lo que sí sabemos es que Israel ha matado, como mínimo, a 42,126 palestinos en Gaza desde octubre y que se trata de la mayor guerra contra niños de este siglo.
“Se trata de un genocidio, como llevan meses afirmando destacados expertos e instituciones. Los funcionarios israelíes hablan sin rodeos de sus motivaciones para eliminar a la población de Gaza, imposibilitar la creación de un Estado palestino y apoderarse de tierras palestinas. Todo ello tras 75 años de desplazamiento, limpieza étnica y apartheid.
“La cultura ha desempeñado un papel integral en la normalización de estas injusticias. Las instituciones culturales israelíes, que a menudo trabajan directamente con el Estado, han sido cruciales para ofuscar, disfrazar y blanquear con arte (artwashing) el desposeimiento y la opresión de millones de palestinos durante décadas.
“Tenemos un papel que desempeñar. No podemos en conciencia comprometernos con las instituciones israelíes sin cuestionar su relación con el apartheid y el desplazamiento. Esta fue la postura adoptada por innumerables autores contra Sudáfrica; fue su contribución a la lucha contra el apartheid allí.
“Por lo tanto: no trabajaremos con instituciones culturales israelíes que sean cómplices o hayan permanecido como observadores silenciosos de la abrumadora opresión de los palestinos. No cooperaremos con instituciones israelíes, incluidas editoriales, festivales, agencias literarias y publicaciones que:
1.Sean cómplices de la violación de los derechos de los palestinos, incluso mediante políticas y prácticas discriminatorias o encubriendo y justificando la ocupación, el apartheid o el genocidio de Israel, o
- Nunca han reconocido públicamente los derechos inalienables del pueblo palestino consagrados en el derecho internacional.
“Trabajar con estas instituciones es perjudicar a los palestinos, por lo que pedimos a nuestros colegas escritores, traductores, ilustradores y trabajadores del libro que se unan a nosotros en este compromiso. Pedimos a nuestros editores, redactores y agentes que se unan a nosotros para adoptar una postura, reconocer nuestra propia implicación, nuestra propia responsabilidad moral y dejar de colaborar con el Estado israelí y con instituciones israelíes cómplices.”
El boicot demuestra cómo el giro crítico dentro del mundo del arte y la literatura se vuelve crucial y esencial en la sociedad contemporánea, planteando la siguiente pregunta: ¿deberían los artistas adoptar una postura activa, pública y directa en las luchas sociales y en los movimientos anti-colonialistas?
Responsabilidad ética y moral
La historia registra muchos momentos claves en donde el arte y la literatura se convirtieron en medios para propiciar el cambio social y también como una forma de perpetuar las estructuras de poder. Hoy mas que nunca la responsabilidad ética y moral de los artistas frente a situaciones de discriminacion racial, homofobia y transfobia, machismo, guerra y genocidio es un tema que invita a una profunda reflexión. Ejemplos como el de Picasso reseñado más arriba resaltan la importancia de amplificar el clamor de los sectores bajo fuego, sectores perseguidos, oprimidos y explotados; el legado de la obra Guernica de la autoría de Picasso invita a cuestionar la violencia e injusticias promovidas por las clases dominantes y los imperialismos sean estos imperialismo chino, ruso y yanqui. Sin duda alguna, una visión artística disidente puede transformar las obras artísticas (poesía, novelas, música, películas) en una suerte de luz colectiva para alumbrar este largo camino o, por el contrario, en un eco individualista de la indiferencia total.
En última instancia, la decisión de alzar la voz o permanecer en silencio tiene consecuencias que trascienden el ámbito artístico, afectando el tejido moral de la comunidad y poniendo en peligro la vida de millones de seres humanos. Alzar la voz, tomar la palabra por los cuernos y transformarla en acción requiere de mucho valor. La historia de la humanidad (que es también la historia del arte y la literatura oral y textual) está repleta de ejemplos de complicidad y resistencia, resaltando la urgencia de que los artistas e intelectuales asuman un compromiso ético, humano y social con el mundo actual que les rodea.
Notas
1.Tomado del portal de la organización Escritores en contra de la guerra con base en los EE UU.