Imagina que los demás te desprecian, se burlan de ti o te miran con asco todos los días mientras vas de camino a tu trabajo, cuando tomas el transporte público, al llegar al banco o a la oficina. Imagina ser soltero o soltera y sentirte inseguro de ir a citas porque nunca sabes si realmente le interesas a alguien o se fijan en ti por el morbo de ser un poco distinto a la mayoría, un fetiche para algunos, una curiosidad.
Y hay más: no solo sientes las miradas que duelen, tienes dificultades para encontrar trabajo porque tu apariencia es una molestia, sabes que tienes pocas opciones en el mercado laboral, y te aferras a ese empleo sin pensar demasiado si te gusta o no, si te pagan bien o no, te aferras a la sobrevivencia. También sabes que hay médicos que prefieren no atenderte y que debes ser muy cuidadoso para hacer nuevos amigos, porque eres siempre sospechoso sin cometer ningún delito, ninguna falta de educación o prudencia.
Ahora despierta de la pesadilla. El marginado no eres tú, es tu amiga del bachillerato, tu colega, tu vecina. ¿Te animarías a ser amable, saludarla, enviarle ofertas de empleo, invitarla a tu casa? Esa vecina es no binaria o transexual, ¿te sigues animando a ser una persona decente o te lo impediría la homofobia, la transfobia, algún prejuicio arraigado en el fondo de tu educación conservadora?
La escritora dominicana Agatha Brooks nos explica ese sentimiento de ser mirada como un fetiche o una burla de forma constante en su texto “Mujer”.
“La gente me mira con extrañeza por las calles, mi cuerpo con vestimenta de otro género les confunde y eso hace que las burlas se manifiesten ante mi presencia. No eres mujer, es lo primero que dicen, para ser mujer debes tener la flor que destila rocíos mensuales y da vida llegado el tiempo oportuno.
No eres mujer, los estereotipos que tengo asignados para ella no los cumples y eso me confunde. No eres una mujer, por más que te vistas, maquilles o te asemejas a una, en verdad, tu biología no miente.
Debo luchar contra todos para mantenerme firme y no caer en los brazos de la depresión, baja autoestima, el seguir el montón.
Y seguir a pesar de los que con placer arrancan el aliento a cada mujer trans. Sí, mujer trans (o mejor dicho mujer sin el apellido trans), no ese hombre vestido de mujer, como todo el mundo suele llamarnos”.
Las mujeres trans sufren violencia de forma constante en el país. No se les respeta la identidad, se les dificulta encontrar trabajo, y a muchas la exclusión solo les deja como opción el trabajo sexual, y cuando lo ejercen son violentadas por la Policía y por muchos hombres que buscan sus servicios, según denuncias de defensores de derechos humanos.
“En cuanto a las personas trans entrevistadas, debido a la discriminación basada en su identidad y expresión de género, son el grupo que mayores obstáculos enfrenta en el acceso al trabajo, ubicándose en los sectores más precarios y marginales de la economía. Frente a esta situación algunas personas decidieron modificar su expresión de género conforme el mandato cisnormativo”, se indica en el informe Ser GLBTI en El Caribe: República Dominicana 2022.
Sí, sé que hay muchos aspectos de la orientación sexual y de la identidad que posiblemente no entendemos, y está bien, no hay que entenderlo todo. Aquí pueden leer sobre el tema, pero no es tan importante entender sobre identidad, expresión y orientación de género o sexual como respetar a cada persona por lo que es: un ser humano como tú.
Los derechos que los activistas de la comunidad GLBTQI conquisten beneficiarán al resto. Mientras más personas son violentadas en una sociedad, más vulnerables somos todos ante los abusos. Mirados de cerca, casi ninguno de nosotros, de nosotras, responde al ideal de ciudadano con privilegios que puede escapar por completo de la discriminación. Quien no puede ser discriminado por pobre, puede serlo por mujer, por tener la piel más oscura que la mayoría, por ser del campo, por no estar alfabetizado, por ser del barrio….Más vale que espabilemos y dejemos los prejuicios a un lado para no afilar cuchillos que cortarán nuestras propias gargantas.
Y más allá de estas consideraciones políticas y de sobrevivencia, ¿de verdad queremos ser los que miran con desprecio a una mujer como Agatha, que habla sobre la vida, el amor, la soledad y las contradicciones que a todos nos acechan o queremos ser de los que le dan un abrazo?
Leí: “Soy una conformista por aceptar todo lo que la vida le place entregarme, en silencio como feligreses en congregaciones que tienen prohibido cuestionar su deidad. Así voy por la vida, diciendo ser única e independiente y al final me lleno de tantas etiquetas como sea posible para poder encajar. Soy la que tiene más temores que valor, la que se cuestiona si todo esto del vivir vale la pena y que será de mí cuando no esté en este plano. No quiero pensar mucho, puesto que los problemas me arropan y el hacer lo que no me gusta por un par de pesos es el pan de cada día…” y la quise abrazar. Al final no somos tan diferentes ella y yo, ni ustedes y ella tampoco. Todos amamos y a todos nos duele un poco el corazón. Ninguno, ninguna gana todas las batallas. No seamos unos azarosos, unas azarosas, y tratémonos al menos con respeto.
La Canoa Púrpura es la Columna de Libertarias, espacio sobre mujeres, derechos, feminismos y Nuevas Masculinidades que se transmite en La República Radio, por La Nota.