Hipolito-Mejia-en-su-toma-de-posesion-el-16-de-agosto-del-ano-2000
Hipólito Mejía pronuncia su discurso en su juramentación como presidente el 16 de agosto del año 2000.

Hipólito Mejía es el segundo presidente de la república que asume el poder de la nación luego de la desaparición física de los tres (3) grandes líderes y oradores de la vida política dominicana: Profesor Juan Bosch, Dr. Joaquín Balaguer y el Dr. José Francisco Peña Gómez. Tras  la muerte del Dr. Peña Gómez el 10 de mayo de 1998, líder indiscutible del Partido Revolucionario Dominicano, y uno de los líderes políticos más connotados de la nación, la sociedad dominicana entendió que tenía una deuda moral con él, y que una  manera, en cierta forma solidaria, era llevar de nuevo al poder al Partido Revolucionario Dominicano, iniciando con las elecciones congruesales y municipales que se llevarían a cabo el 16 de mayo de ese año. De manera efectiva, en  el evento  electoral  programado, su partido obtuvo  mayoría en ambas cámaras legislativas, de igual forma obtuvo el triunfo en las municipales.

Para la ocasión, el Partido de la Liberación Dominicana ocupaba la presidencia de la república, victoria obtenida en las elecciones presidenciales complementarias del 16 de mayo de 1996, tras el respaldo endosado por Balaguer al Dr. Leonel Fernández, derrotando al Dr. José Francisco Peña Gómez y a su Partido Revolucionario Dominicano.

De esa fecha en adelante creció la percepción en una amplia franja de la sociedad dominicana de que en las elecciones presidenciales del año 2000, la organización del líder negro dominicano, debía dirigir los destinos de la República Dominicana.

Precisamente, dos grandes amigos y colaboradores consuetudinarios del Dr. Peña Gómez, el ingeniero agrónomo Hipólito Mejía y la Dra. Milagros Ostin Bosch, constituyeron la fórmula presidencial y vicepresidencial que el Partido Revolucionario Dominicano presentó al electorado el 16 de mayo del año 2000. El triunfo se concretizó en primera vuelta, aunque por una mínima diferencia porcentual. Esa ligera diferencia fue regateada por el candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), aunque de manera momentánea. Su  intención quedó sin efecto luego de buscar el respaldo del líder del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), doctor Joaquín Balaguer Ricardo para la segunda vuelta electoral como bien establecía el reglamento que al efecto dicta la Junta Central Electoral (JCE) cuando ninguno de los contendientes obtiene el cincuenta por ciento más uno (50% +1) de los votos depositados por le pueblo.

El discurso de toma de posesión se caracterizó por la franqueza y pragmatismo en sus palabras, obviando aludir con epítetos zahirientes a la gestión gubernamental anterior, presidida por el Dr. Leonel Fernández Reyna, del Partido de la Liberación Dominicana.

En su intervención frente a la Asamblea Nacional Hipólito Mejía valora la oportunidad de dirigir el país, convicción que deja clara cuando afirma que:

“Estoy plenamente consciente de la responsabilidad que encierra este compromiso y lo asumo con humildad y respeto ante el pueblo dominicano y la comunidad internacional y lo hago también con gratitud hacia todos los dominicanos y las dominicanas que en las elecciones recién pasadas, unidos a nuestros partidos aliados y simpatizantes del sector externo, aportaron sus esfuerzos y su trabajo para que la opción electoral del Partido Revolucionario Dominicano, integrada por la doctora Milagros Ortiz Bosch y quien les habla, fuera favorecida por el voto de la mayoría.”

“Deseo expresar con franqueza que en este momento, como en las ocasiones más significativas de mi vida, tanto yo como mi familia nos inclinamos reverentes y con fe inquebrantable ante Dios, porque en todo momento hemos sentido su protección al imponernos estas nuevas obligaciones.”

“Recibo pues, sin reservas, esta carga que Dios ha puesto hoy sobre mis hombros y acepto jubiloso el reto de servir desde la más alta posición del Estado al Pueblo Dominicano y en particular, a los pobres del país, a los que defenderé en cada acción de mi ejercicio gubernamental.”

“En este día memorable del 137 aniversario de la Restauración, puedo asegurar que el Poder Ejecutivo que presidiré actuará orientado hacia la prosperidad de sus ciudadanos, sin distinguir en banderías políticas, en creencias religiosas, en razas, en nivel social o económico; con la convicción de que no basta con el mandato del pueblo para gobernar con acierto, porque gobernar es equilibrar, distribuir con justicia, conciliar pareceres y, sobre todo, administrar con transparencia los bienes de la nación.”

El nuevo mandatario dominicano asume el reto de cumplir sus compromisos de campaña y gobernar con transparencia  durante su gestión de gobierno. Así lo hace saber durante su alocución, una de las más breves de las diecisiete (17) que se han llevado a cabo luego de descabezada la dictadura trujillista el 30 de mayo de 1961.

Cito su punto de vista:

“Estoy decidido a poner fin al tiempo de las promesas incumplidas y de las ilusiones convertidas en amargas frustraciones.”

“Voy a gobernar desde una casa de cristal, con transparencia, para que la vigilancia ciudadana sea el testigo de las actuaciones de todos los funcionarios de la administración pública. Y puedo asegurar que si en estos próximos cuatro años reprodujesen actos de corrupción, seré yo mismo quien alentará los procedimientos legales para el castigo merecido.”

Su intervención de ese día ante las cámaras legislativas, el cuerpo diplomático y consular acreditado en el país, así como ante invitados internacionales, trajo al presente advertencias judiciales y administrativas que pasados estadistas han promocionado en el mismo escenario, y cito:

“Lo he dicho hasta el cansancio: los funcionarios de mi gobierno deben venir a la administración pública a dar de ellos mismos y no a servirse a sí mismos. Quiero encabezar un gobierno capaz de imponer una verdadera moralidad en la gestión administrativa, a fin de que desaparezca la mentira, la doblez, el fraude y el engaño.”

“Ahora bien, si en el pasado se ha incurrido en actuaciones indebidas y en corrupción demostrable, será el Poder Judicial quien tendrá la tarea de investigar y de proceder de acuerdo a las normas legales.”

“No seré yo ni el gobierno que presidiré quienes tratarán de incidir en la conducta de los jueces, no intervendremos nunca en el ámbito del Poder Judicial, de ese poder a cuya independencia y soberanía rendimos el más respetuoso tributo.”

Un estadista que procede de un partido integrado en su gran mayoría por personas que viven en la extrema pobreza y edificado ampliamente por el líder fallecido sobre la necesidad de atender  las carencias de esos valiosos recursos humanos, incluye  e n su exposición ante la Asamblea Nacional, perfiles de la gestión que inicia e n favor de esa humilde legión de habitantes del  país:

“El programa de gobierno que me ha servido de plataforma y orientación para los próximos cuatro años contiene metas y objetivos muy concretos. Una de sus metas y de sus objetivos más ansiados es la lucha contra la pobreza que alcanza a un enorme porcentaje de dominicanos. Pueden estar seguros de que mantendremos el equilibrio macroeconómico, pero será un equilibrio macroeconómico con rostro humano, orientando a satisfacer la enorme necesidad de justicia social que tiene el pueblo dominicano.”

“El crecimiento económico resulta una burla cuando no se traduce en mejoría del nivel de vida de los más desposeídos.”

“Como bien señala un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo, los principales indicadores sociales del país se han mantenido por debajo de los promedios de América Latina. Esta realidad nos impone la obligación de hacer una obra de gobierno que priorice la inversión en la gente, en el desarrollo del ser humano como factor indispensable para un desarrollo social armónico y equitativo.”

Sin lugar a dudas, la pieza discursiva del 16 de agosto del año 2000 del presidente de la república debió sorprender a los presentes en el Auditorio de la Asamblea Nacional y aquellos que lo seguían a través de los medios de comunicación porque no estableció aspectos claves de la sociedad ante los nuevos retos económicos del continente y el mundo. Más aún, su intervención no impactó a un selecto grupo de dominicanos con cierto poder económico e influencia política, que por lo regular no presta atención a la alocución de ese día, pero que se sienta sólo o acompañado a analizarlo fría y detalladamente en fechas posteriores, en interés de establecer criterios de grupos e individuos de cara al desarrollo del país.

Releerlo y analizarlo veinte (20) años después también sorprende, como estoy seguro sorprendió a muchos analistas de la vida pública dominicana: Hipólito Mejía, el presidente electo y juramentado aborda superficialmente todos los temas agobiantes de la nación, y en  ninguno hace énfasis especial para llevar acciones eficaces y  profundas para solucionarlo o encaminarlo hacia su solución, máxime cuando el país se encuentra a las puertas de un nuevo siglo. Era el momento preciso para relanzar el país ante el mundo, pero sobre todo, ante la sociedad que lo había hecho presidente. Sin duda alguna, su pieza discursiva pudo incluir algunas de las propuestas planteadas de manera constante por el doctor José Francisco Peña Gómez, para beneficio del país. Ese mismo criterio podía valorar para traer al presente medidas importantes del gobierno del fallecido presidente Antonio Guzmán Fernández.

Si de algo la sociedad dominicana se había enterado a profundidad del presidente de Gurabo, Santiago de los Caballeros, es que era un  hombre de amplios conocimientos agrícolas. No sólo existía esa percepción en el ambiente porque lo expresaba el doctor Peña Gómez en sus recorridos políticos rutinarios, y uno que otro de sus compañeros de vida y partido, sino además porque sus estudios profesionales provenían de esa área. Se agregaba además el hecho de que su gestión en el Ministerio de Agricultura durante el gobierno del presidente Antonio Guzmán Fernández (1978-1982), llevó a cabo una muy aceptable y bien recordada labor de producción de alimentos e n el campo dominicano.

Ahora en su propia gestión gubernamental, el presidente Hipólito Mejía apenas dedica un párrafo al área que todo el país espera dedique sus mayores energías físicas, intelectuales y materiales. Esa particular referencia expone los siguientes criterios:

“El impulso al desarrollo agropecuario marchará de la mano de un componente indispensable que asumimos con todas sus consecuencias: la rentabilidad de la noble actividad de producir alimentos. La época de las importaciones innecesarias ha terminado. Si el 16 de mayo se votó para que se respetara al productor dominicano, les aseguro que estoy dispuesto a encabezar ese desafío.”

La sociedad dominicana vio en el presidente de las huestes perredeístas, a un estadista que implementaría una estratégica dualidad gubernamental que tendría como renglón fundamental la producción y exportación de rubros alimenticios, sin descuidar la presencia y acoplamiento funcional de las plataformas multimedia.

En los tres (3) párrafos siguientes el Tribuno de Gurabo, Santiago de los Caballeros plantea una suerte de soluciones estratégicas en distintos estamentos sociales, pero sin explicar las fuentes las fechas y las estructuras estatales que estarían a cargo de materializarlas.

“Promoveré la rehabilitación y construcción de viviendas populares, dinamizaré la producción nacional, industrial y agropecuaria, enfrentaré resueltamente el grave problema de la energía eléctrica y le pondré particular atención a la institucionalización de nuestra Fuerzas Armadas y la Policía Nacional como garantes de la soberanía, el orden público y la seguridad ciudadana. Le daré un giro total a los sistemas de gestión en la administración pública, de manera que los servidores del Estado actúen con la conciencia de que son simples servidores del pueblo y administradores de sus instituciones.”

“Y para estos fines el gobierno adoptará un código de conducta frente al cual todos seremos compromisarios. Este código se fundamenta en la honradez, la equidad, el respeto a los derechos humanos, la solidaridad social, el respeto a la libertad y al orden democrático y tiene como valor supremo el derecho a la vida y a la integridad humana, rechazando la tortura y el trato cruel y degradante de las personas por las autoridades de la seguridad pública.”

“Prometo trabajar como un verdadero gerente para rehabilitar el país, reconstruyendo sus abandonados caminos vecinales, sus carreteras deterioradas, sus calles rotas y sus canales de riego mal atendidos. El país tendrá nuevas escuelas, hospitales, politécnicos, presas; serán reforestadas nuestras cuencas hidrográficas con el propósito de preservar el agua que sacia la sed de nuestra población y sostiene nuestra agricultura.”

Las nuevas tecnologías de información y comunicación para la fecha habían inundado el mundo empresarial tanto público como privado. La presencia de estas herramientas en todas las acciones de vida del mundo eran fundamentales en los procesos de desarrollo de todos los pueblos. La República Dominicana, aún  bajo los efectos del subdesarrollo, daba pasos precisos para ponerse en el mejor nivel posible de modernidad, y ese campo de tanta demanda a escala internacional, tenía que ser tratado sustancialmente, por el presidente anterior y por el siguiente. Una nación ante los retos del nuevo milenio necesariamente tenía que dar pasos precisos para encarrilarse en esa senda de tanta importancia para su crecimiento sostenido. El presidente saliente había invertido cuantiosos recursos económicos en el renglón, destacando entre estos la creación del Instituto Tecnológico de las Américas (ITLA), mediante el decreto No. 422-00, del 15 de agosto del año 2000. Sin embargo el presidente Hipólito Mejía no se refiere a esa realidad, que estaría muy presente en cada paso de su gestión de gobierno. La idea debió incluirla en su agenda aunque no ocupara la principalía de sus políticas de desarrollo.

En las páginas de ese sintético discurso ante el país, el presidente Hipólito no hace alusión alguna a ese aspecto de importancia trascendente. En una exposición zigzagueante, el gobernante que en ese momento asume la dirección del Estado Dominicano, introduce la palabra globalización como único vestigio de que en su obra de gobierno ese concepto tendrá alguna repercusión funcional. Veamos  el contexto en que se incluye el término:

“Esos propósitos me conducen a impulsar, en un orden de prioridades, las reformas económicas pendientes en los renglones de transparencia presupuestal, arancelaria, monetaria y financiera así como en los de la energía, los hidrocarburos, la educación, el comercio, la salud y en otros significativamente importantes para el ordenamiento de una sociedad que enfrenta los retos de una globalización que es preciso orientar en beneficio de la Nación dominicana.”

“Trabajaremos con el Congreso Nacional para acelerar la aprobación de los marcos legales de cada una de estas áreas. Reitero que trabajaré con aquellos hombres y  mujeres de los partidos aliados y del sector externo, que me ayudaron a alcanzar el triunfo electoral junto a mi Partido Revolucionario Dominicano y buscaré el apoyo de otros sectores que desean ayudar en la culminación de esta enorme pero dignificante tarea.”

“Deseo ahora reafirmar que el gobierno que tendré a bien dirigir estará abierto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a canalizar todas la iniciativas que tiendan al bien común, al mejoramiento de las condiciones de vida de los más pobres y a la prosperidad integral de todos sus ciudadanos.”

“Como presidente de la república, deseo actuar con generosidad y compresión ante los desafíos normales de esta investidura y ante las provocaciones que pueda encontrar frente a mi determinación de servir a la patria.”

Luego de transcurridos veinte (20) años de aquel  momento histórico para el presidente Hipólito Mejía, y revisar de manera detallada su intervención discursiva, debemos llegar a la conclusión de que fue muy mezquino con dos de los amigos más significativos e influyentes en su vida política y personal: Antonio Guzmán Fernández y el Dr. José Francisco Peña Gómez.

Sólo en el antepenúltimo párrafo tributa un ligero reconocimiento a ambos  seres humanos que tanto influyeron en su  formación integral, y en las posibilidades de ese deseo de todo  político de carrera, de querer, en alguna oportunidad de su vida, ocupar la primera magistratura de la república a la que pertenece  por derecho de nacimiento.

La mención de ambos personajes, al final del documento que certifica su comparecencia pública ante las cámaras legislativas, para jurar el cargo de presidente de la república, el 16 de agosto del año 2000, comprende el texto siguiente y cito:

“Quiero ser digno continuador de los ideales de Duarte, Sánchez, Mella, Espaillat, Meriño y Luperón. Quiero realizar los más caros sueños de nuestro recordado líder y hermano José Francisco Peña Gómez y del hombre de bien que fue no sólo mi maestro sino mi segundo padre, Don Antonio Guzmán Fernández Y sobre todas las cosas, aspiro a que cuando termine mi obra de gobierno, mi familia y mi pueblo puedan decir que fui un hombre digno y un presidente honrado y constructivo.”

“Creo en la mano todopoderosa de la providencia y en la protección de la Virgen de la Altagracia, a ellas me encomiendo humildemente para servir con todas mis fuerzas a los dominicanos. Gracias a todos, señoras y señores.”

“Gracias, distinguidos dignatarios e invitados extranjeros. Gracias, honorables legisladores y funcionarios del Estado. Gracias a ti, valiente y generoso Pueblo Dominicano.”

Sin lugar a dudas, estamos frente a una pieza discursiva con escasa participación de expertos en la materia, pero tampoco figuran en ella los técnicos y teóricos que en la administración pública son responsables del diseño de planes y proyectos y que luego integrarían su gabinete ministerial por cuatro años. La segmentación de ideas  y criterios para dirigir una nación con tantas limitaciones económicas, y graves problemas sociales como la nuestra, no debió ser el cuerpo fundamental de su metodología de trabajo de cara al futuro inmediato, y a la tan anhelada prosperidad ulterior del país.