Cumplidos ya 530 años del “descubrimiento” de América, es una ocasión propicia para examinar a partir de la funcionalidad de sus Estados la realidad actual de América Latina, considerada la región más desigual del mundo.
Como primera referencia tomemos el Índice de Desarrollo Humano-IDH-. El IDH es un indicador elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo- PNUD- que se utiliza para clasificar a los países por sus niveles de desarrollo, y en el cual se integran la esperanza de vida, que es el promedio de la cantidad de años que vive una determinada población; la educación en cuanto a tasa de alfabetización y tasas de matriculación en diferentes niveles y asistencia neta; además por el ingreso per cápita como el ingreso promedio por habitante de acuerdo a lo que produce su economía.
En el informe del IDH de este año el PNUD presenta la relación de 20 países de América Latina en las respectivas posiciones propias de la región, pero al mismo tiempo en las posiciones que ocupan a nivel mundial. Por ejemplo Chile ocupa el primer lugar en la región, mientras que a nivel mundial le corresponde el lugar 42; Argentina ocupa el segundo lugar en la región, y el lugar 47 en el mundo; la República Dominicana ocupa el sexto lugar en la región y el 80 en el mundo.
Si bien esos números pueden decir algo, no explican lo principal: por qué es la región más desigual del mundo. Es insólito que ese Chile que ocupa el primer lugar es tan desigual que una mujer en un barrio pobre nace con una esperanza de vida 18 años menor que otra de una zona rica de la ciudad.
Uno de los principales problemas que explican esa situación está asociado a la real representatividad y sobretodo la funcionalidad de los Estados. Se entiende ese como su problema principal y es desde ahí que han de provenir las soluciones, lo cual es posible en un relativo mediano plazo.
Más lo primero que hay que considerar es qué hacen y qué no hacen los que dirigen los Estados de la región. Desde lo peor con cruentas dictaduras en el pasado, hasta la rampante corrupción. Hoy es correcto reconocer que la tendencia es hacia Estados democráticos y transparentes con raras excepciones; pero está muy rezagada más que en identificar las reales causas de los principales problemas, en las soluciones.
América Latina ante las sociedades del presente 530 años después. Las prioridades parecen conocerse en la mayoría de los países, se impone la mayor transparencia, eficacia y eficiencia de los Estados.