Ya es una noticia habitual desde hace unos años atrás, el crecimiento en términos económicos del país. Hasta lo que va del 2024, la semana pasada se decía, que habíamos crecido en un 5.0% con relación a los demás países de América Latina, estamos a la cabeza de tal acontecimiento. Agencias internacionales dan cuenta del hecho, e incluso muchas fundaciones o entidades de ayuda internacional, nos han retirado su haber al conocer por sí mismo esta noticia.

Si bien es cierto hemos crecido en el renglón económico, eso lo vemos por nuestros propios ojos, cada día hay más turistas, por todas partes grandes construcciones inmobiliaria del sector privado, nuevas franquicias de productos, y más, pero sin embargo, si se le pregunta al dominicano de nivel medio o bajo a nivel social, que son la mayoría, todavía conciben su futuro de prosperidad en irse del país, probar suerte en otros linderos, tales como Europa o Estados Unidos. Cada año hay una alta taza de la población ya profesional o salidas de las universidades, que tienen planes e incluso hasta vuelo después de la graduación para marcharse del país. Entonces si estamos creciendo, o hemos crecido algo o se ve  que ese crecimiento seguirá, no se detendrá: ¿Qué pasa que muchos se quieren ir del país? O como dicen algunos: "No ven esperanza de mejoras para ellos en la nación".

El querer hacer vida en otras latitudes, es algo normal, parte de las apetencias humanas. Tenemos una gran diáspora en Estados Unidos, desde los años 60, la cual creció más en los años finales de la década del 70 y los años 80, esa era la máxima aspiración de entonces, por que ciertamente no se veía salida y los índices de pobreza, junto a lo de pocas oportunidades a nivel nacional eran evidentes. También muchos, sobre todo de la región sur y la línea noroeste emigraron sobre todo a Europa: España, Holanda e Italia, sobre todo, pues la pobreza de muchos de esos lugares rayaba en lo extremo. Además los problemas de electricidad, educación, agua y medicina, eran calamitosos, junto a las constantes huelgas de maestros y médicos que empeoraban la situación más de lo que era en sí, y los indicadores económicos andaban por los suelos.

Pero hoy estamos ante otra tesitura, como ya dijimos, los indicadores económicos hablan de otra realidad, algunos incluso han pronosticado que de seguir así, para el 2035 entraremos en la esfera de pueblo desarrollado económicamente. Pero la huida, el querer irse del país, sobre todo gente joven, preparados y agentes productivos, continúa, de ahí que algo pasa, algo sucede, hay alguna arista que debe ser tomada en cuenta, pues aunque la vida no es lógica, en este caso, las sumas deben resultar.

Buscando algunas razones, no vamos a partir del hecho de la ambición humana, algunos piensan que los dominicanos somos muy ambiciosos, pero este no sería el caso. Tal parece que el Estado, a través de los últimos gobiernos que hemos tenido, que han conseguido este crecimiento, unido a un gran empeño y dedicación del sector empresarial (entre otras cosas), no se han implementado políticas que ayuden a bien redistribuir los beneficios de este crecimiento de manera directa, y algunos planes creados para dicha redistribución, han sido muy mínimos y se han politizado. Hay la impresión veraz de que el dominicano no ha experimentado en su cotidianidad los beneficios de dicho crecimiento, que todavía hay viejos problemas sin solucionar como el eléctrico, la falta de agua en algunas localidades y la salud y la medicina, súmele a eso el costo de la canasta familiar, y los sueldos que no aumentan y cada día no alcanzan. Y todavía se cierne sobre la sociedad dominicana, la inseguridad futura de poder tener un retiro digno después de toda una vida de trabajo.

Ante todo esto la salida que todavía se ve es irse, probar suerte en otras tierras, donde esas cosas que se quieren y necesitan se puedan conseguir, pero sobre todo hay la sensación de que no hay salida honrosa para  las funciones de Estado, pues la corrupción administrativa en lo estatal y gubernamental no se detiene, continúa, se torna más sofisticada, es decir, se ha vuelto un activo cultural del dominicano que asume dichas funciones. El crecimiento económico de estos años, queda contrarrestado por una falta de crecimiento en moral y esperanza, de que las cosas se hagan bien,  de que haya más calidad de vida, de que la equidad se haga presente, sino se seguirá buscando otros horizontes donde realizar la vida.