Se han hecho estudios para conocer la relación que puedan tener las enfermedades físicas con nuestros estados mentales. Científicamente está demostrado que estados de, pueden repercutir en la funciones normales de nuestro organismo provocando alteraciones biológicas, por afectar nuestro equilibrio psiconeurofisiológico.
Cada vez estamos más conscientes de que nuestras enfermedades y trastornos físicos tienen un indiscutible componente emocional y normalmente hasta los médicos más escépticos lo están tomando en cuenta. Hoy en día nadie pondría en duda el que una persona extremadamente ambiciosa tiene un riesgo mayor de padecer de hipertensión y cardiopatías. Pero algunos investigadores han estado analizando lo inverso: si estoy padeciendo de alguna enfermedad física, ¿qué emociones o pensamientos negativos habré estado presentando?
Las enfermedades físicas no solamente podrían ser consecuencia de nuestros desequilibrios mentales, sino que también podrían ser el medio utilizado por nuestro inconsciente y nuestro cuerpo, para llamarnos la atención por ideas o conductas inaceptables. Con el agravante de que el ignorar algunos de esos “avisos” podrían pagarse con la muerte.
El tema que trataremos hoy es simplemente una teoría probable, pero sin la pretensión de que se trate de una verdad científica, por lo que somos libres de aceptarla o no.
Algunos autores como Christian Flèche y Claudia Rainville, se han dedicado a relacionar cada enfermedad física con alguna tipología específica de pensamientos. El aporte que esos planteamientos pueden proporcionarnos es la oportunidad de que al detectar pensamientos desadaptativos que estén determinando la aparición o desarrollo de una enfermedad, si los corregimos, podríamos curar o aliviar un trastorno físico que estemos padeciendo. Ciertamente la humanidad manifiesta una tendencia a controlar cada vez menos sus estados mentales, pero es inevitable recuperar ese control como único camino de retomar el timón de nuestras vidas.
Dentro de ese contexto y después de este largo preámbulo, vamos a enfocar las alergias e intolerancias que estamos viendo cada vez con más frecuencia.
Nuestros comentarios surgen especialmente motivados por los aportes de Rainville. La alergia e intolerancias según nuestro planteamiento se originarían en una disminución de nuestra capacidad de adaptación y de una marcada elevación de nuestra reactividad frente a estímulos no gratos.
Mientras vivimos, todos reaccionamos a estímulos, algunos tendrán baja tolerancia, lo que les hace reaccionar inmediatamente a estímulos leves; tendrán un margen estrecho de confort y no están dispuestos a conformarse o resistir cualquier situación que no encaje en sus exigencias estrictas. Vulgarmente se suele decir que “tienen mecha corta”. Otros en cambio, podrían ser los últimos en reaccionar cuando algo molesta a su grupo, prefieren desviar su atención y a nivel popular se comenta “a ese no lo mata nadie”. Como en todo, lo recomendable es el equilibrio.
Imaginemos a alguien con una tolerancia muy baja. Si sintiera un prurito o picazón en cualquier parte del cuerpo, el rascado será excesivo y podría ser agresivo, incluso contribuyendo a empeorar la situación. El rascado es una conducta consciente o inconsciente, protectora en nuestro cuerpo, pero si es excesivo podría desencadenar otras patologías incluso peores. Un buen ejemplo de lo anterior es la tiña inguinal, que ciertamente es muy pruriginosa, pero si el afectado logra resistir un poco su necesidad de rascarse (además de utilizar los tratamientos), presenta una mejor evolución.
La tos o la diarrea son funciones corporales que nos ayudan a liberar nuestros cuerpos de algún elemento agresor que nos esté afectando, pero si estamos irritados o ansiosos, nuestra respuesta podría ser exagerada. En los casos de las alergias, basta con que nuestro cuerpo entienda que algo inocuo es peligroso, para disparar reacciones desproporcionadas, similar a cuando reaccionamos a un elogio de forma agresiva por no haber reconocido la buena intención detrás del mismo.
La histamina es un mediador involucrado en las reacciones alérgicas; pese a ser un mecanismo defensor que mejora nuestras respuestas a las agresiones de nuestro organismo, cuando su liberación es excesiva, podríamos vernos obligados a utilizar esteroides o antihistamínicos para contrarrestar su efecto, ya que podría incluso provocar la muerte.
Podemos y debemos entrenarnos para mejorar el control mental sobre nuestros cuerpos. Así si tienes una tos excesiva, pero es seca, no está expulsando nada hacia el exterior y tu médico te dice que es una tos nerviosa, ya sabes lo que tienes que hacer: sencillamente elevar tu nivel de tolerancia a la pequeña irritación que sientes e incrementar tu resistencia al deseo de toser, ya que la misma tos podría contribuir a lastimar tu organismo.
Expresiones como “no puedo”, “no resisto”, deben ser reemplazadas por “lo lograré”, “resistiré” e incluso: “estoy comenzando a lograrlo”. Repetir que no tienes la fuerza de voluntad necesaria no te ayuda en nada. Debemos trabajar aumentando nuestro nivel de tolerancia especialmente a las cosas que no deban o puedan cambiarse, al mejorar nuestro nivel de adaptación mejoramos nuestra capacidad de supervivencia, uno de los mayores méritos del Homo sapiens, hasta ahora.