El 18 de febrero reciente, los votantes del municipio Pedernales escogieron uno de los dos buenos candidatos que pretendían la alcaldía. Entre el exalcalde Jacobo Féliz Terrero (PLD, FP y aliados) y Alfredo Francés (PRM y aliados), se decantaron por el segundo. Una vez posesionados, el desafío de Francés y los concejales es sideral. Necesitarán mucho de racionalidad y consenso, por su bien y el bien del destino de la comunidad.
La provincia Pedernales es foco de un ambicioso proyecto de desarrollo turístico, desde Cabo Rojo, y, según actores gubernamentales que protagonizan el proceso, será sostenible y distinto a las iniciativas de los polos del norte y del este.
Y la ciudad Pedernales, municipio cabecera, registra una deuda acumulada humillante en cuanto a servicios de calidad y carencia de otros.
En el Sistema de Monitoreo de la Administración Pública (Sismap municipal), el gobierno local ocupa el lugar 142 (índice de 25.60%) de 158 municipios, con la agravante de que los 16 debajo de ella casi todos son muy pequeños y lejanos de la trascendencia de Pedernales. El chico municipio Bánica, provincia fronteriza Elías Piña, es un oasis en gestión. Ocupa el segundo lugar en calidad de la gestión con 95%, sólo detrás de Santiago de los Caballeros, la segunda ciudad más grande del país.
Eso significa que somos es próceres de la falta de planificación, transparencia, gestión interna en general. Y, conforme el diagnóstico oficial, el gobierno local está muy quemado.
Pero algo bueno subyace en ese sombrío panorama: se sabe de la enfermedad y de las estrategias y tácticas para sanarla de raíz.
El nuevo alcalde y sus concejales deben resolver el estado actual de la institución. Organizar adentro, a la par que subsanan la anarquía en las calles.
Hay prioridades más allá del partidarismo político, el fanatismo y las exclusiones.
Entre ellas: retomar su liderazgo como uno de los pueblos más limpios del país. Convertir las playas locales en modelos de orden e higiene. Desarrabalizar el cementerio; sacarlo de su categoría de botadero de muertos en tumbas dispuestas asimétricamente conforme el gusto de cada quien; de sitio vandalizado, tomado por la delincuencia, los viciosos y animales realengos.
Rescatar el mercadito de la calle Genaro Pérez Rocha y su entorno caótico para convertirlo en referencia de calidad para locales y turistas. Construir un matadero moderno, distante de la mugre. Cambiar la imagen de corral de chivos y vacas que le han dado al municipio. Designación de calles tras profundas investigaciones y reflexiones. Vincular a la alcaldía con grupos sociales, culturales, deportivos y los pedernalenses no residentes, que rondan el 30% de la población y representan excelente capital humano con voluntad de cooperar.
El pueblo no resiste más improvisaciones ni caprichos, y el nuevo turista al que -según el Gobierno- se aspira, huye a los malos servicios y a la contaminación sónica, visual y por desechos, así como al daño a los recursos naturales.
Por suerte, el Ministerio de Turismo (Mitur), vía su Dirección de Planificación y Proyectos, ha puesto en manos de la alcaldía el Plan de Ordenamiento Territorial Turístico de Pedernales, zona urbana.
Se trata de una herramienta fundamental para, al menos, tratar de ordenar la casa. Es posible lograrlo, si hay conciencia sobre su valor y predomina la voluntad de anteponer el interés general al particular.
Aquí, uno de los promotores de esa idea, el director ejecutivo del proyecto de desarrollo turístico, viceministro de Cooperación Internacional del Mitur, Carlos Peguero, sin ser edil ni nada parecido, tiene el reto de empujar para lograr las sinergias necesarias y evitar que estemos ante otro documento natimuerto tirado en los depósitos de papeles olvidados de la administración pública.
Sí o sí, Pedernales debe prepararse acometer los desafíos del turismo masivo y las demandas de los propios ciudadanos.
Por razones de sobrevivencia, el gobierno local necesita situarse a la altura de las circunstancia. Para ello, la nueva gestión requiere trabajar con más valentía que el salmón cuando remonta el río porque le urge desovar. Y buscar legitimidad social porque, sin ella, llegará a ninguna parte. Ojalá se entienda.