La batalla política por la conquista de la presidencia de los Estados Unidos está al rojo vivo. Lo demuestra lo álgido de la disputa que en la actualidad muestran los partidos Demócrata y Republicano.
La situación ha tomado un nuevo giro desde que el presidente Joe Biden se retiró de la contienda electoral el pasado domingo 21, por petición de la alta dirigencia de su partido.
La entrada en escena de la vicepresidenta Kamala Harris, como aspirante a la nominación presidencial demócrata, ha encendido el debate dentro y fuera de la organización que ostenta el poder.
Biden renunció al darse cuenta que 30 legisladores de la Cámara de Representantes y del Senado, así como altos dirigentes de su partido le estaban retirando su apoyo, como forma de presión para que abandonara su intención de reelegirse.
La baja popularidad ante su rival político el expresidente y candidato presidencial republicano Donald Trump, y el deterioro constante de la salud del mandatario estadounidense, fueron las causas que derrumbaron el proyecto reeleccionista del candidato presidencial demócrata.
La renuncia de Biden debió ocurrir hace más de un año, cuando sus problemas cognitivos se acrecentaron, poniendo en peligro la continuidad del Partido Demócrata en la Casa Blanca.
Antes que presionar por su renuncia, prefirieron esperar que la justicia inhabilitara a Trump como candidato presidencial. Pero la estrategia no les salió como esperaban.
El mejor momento para lograr sustituir a Biden como candidato era acogiendo el informe que entregó al Departamento de Justicia el fiscal especial Robert Hur, cuando investigó al presidente por guardar ilegalmente documentos clasificados en su hogar, en Delaware.
Hur tuvo el coraje de afirmar en su reporte del 8 de febrero de este año que el presidente tenía “una memoria significativamente limitada”, ya que no supo recordar la fecha de la muerte de su hijo Joseph R. Biden, ni la fecha en que ejerció el cargo de vicepresidente de EEUU.
Sabían además que la condición de rigidez mental o rigidez cognitiva que por su edad estaba padeciendo el mandatario, es una condición que tiende a “frisar” la mente de una persona en un momento determinado.
Aun así, se arriesgaron a enfrentar a Biden frente a Trump en un debate político que sería observado por toda la nación y el resto del mundo.
Trump salió de nuevo airoso. Biden derrotado. Así, se desplomaron las esperanzas del partido de retener el poder con el presidente como candidato.
Su única opción de emergencia ha sido la escogencia de la vicepresidenta Kamala Harris para la nominación como candidata presidencial para la Convención Nacional Demócrata (CND) a celebrarse a mediados de agosto.
De ser confirmada, Harris, de 59 años, sería la primera mujer estadounidense con descendencia afroamericana, asiática (India) y jamaiquina en ocupar esa nominación, en busca de gobernar la nación más poderosa del mundo.
En la Convención Demócrata quedará claro si en verdad la discriminación racial y étnica aún prevalece en la poderosa cúpula elitista que influye directa e indirectamente en las decisiones electorales internas del partido, al momento de escoger al candidato presidencial.
La sola proposición de nominar a Harris como candidata presidencial se ha convertido en un dolor de cabeza para Trump y sus asesores políticos.
Temen que el voto femenino, que históricamente ha superado al masculino en las elecciones, se incline a favor de la aspirante demócrata, ex fiscal general de California (2011-2017) y ex senadora por el mismo estado (2017-2021).
Un enfrentamiento interesante entre una abogada con vasta experiencia como fiscal contra un candidato presidencial con problemas legales pendientes en la justicia.
Las recaudaciones a favor de su nominación establecieron un record; más de $80 millones de dólares en menos de 24 horas. Un buen impulso para colocarse bien cerca o superar en las encuestas a Trump que hoy se considera un predestinado e invencible luego del atentado en su contra.
Para aumentar sus posibilidades de triunfo, Kamala deberá lograr el apoyo del influyente y carismático ex presidente Barack Obama. También, de la comunidad LGTB constantemente vapuleada por Trump, así como el voto de la comunidad afroamericana y latina en EEUU.
De los muchos aspirantes a la vicepresidencia a escoger, John Shapiro, gobernador de Pensilvania, es uno de los potenciales líderes del partido que pudiera ser seleccionado como compañero de boleta de Harris.
Shapiro, demócrata moderado de 51 años y líder político en un estado clave para definir unas elecciones presidenciales, podría competir muy bien frente al joven senador republicano J.D. Vance, de 39 años, compañero de fórmula de Trump.
Hay que recordar que la decisión clave para elegir al presidente y vicepresidente de EEUU radica en los 270 votos mayoritarios, de un total de 538 que emiten a mediados de diciembre los miembros del Colegio Electoral.
Hillary Clinton ganó las elecciones de 2016 con 65.8 millones de votos (48.17%). Sin embargo, perdió la presidencia al obtener 227 votos electorales.
Trump obtuvo 62.9 millones de votos (46.15%), pero ganó 304 votos de los miembros del Colegio Electoral, obteniendo así la presidencia (2016-2020).
Todo está definido en el Partido Republicano. Aún faltan muchas sorpresas por ver en la celebración de la Convención Nacional Demócrata a mediados de agosto en Chicago, en las elecciones del 5 de noviembre y en la votación especial del Colegio Electoral.