Quizás el camino se encuentra ayudando a otro a encontrar el suyo. Y el camino sea la palabra como se diría destino, ambas palabras sin la carga, una de la poesía y la otra, de implicación con la vida y el misterio. El camino podría ser el posibilitar a otro la luz para que se desenvuelva con tranquilidad mientras esté en la vía, el vivir, que sería o vendría a ser como una especie de guía. Que quien ayuda a otro a morir quizás le esté evitando un mal peor que la misma muerte.
Ante el camino resistirse a dejar de ser lo que siempre se ha sido, solo es tarea fácil para el que no está en ese “hacer” pensándose. Pensarse, en el cambio, solo en el instante de duda, ya es sabio, beneficio, sea por una frase hecha o por palabras para entenderlas desde dentro y dentro es estar con todo lo que cotidianamente es parte de uno y uno es parte de esa cotidianidad.
De ahí que el camino que no se puede abandonar, no se puede dejar de lado. Estar en el camino, a veces, exige ciertos niveles de silencio, sin embargo, estar en silencio no es la ausencia de ruido ni de gente. Es estar con la gente y en el ruido.
¿Meditar es pensar? ¿Sabiduría es inteligencia? ¿Ser es estar? El ruido de adentro nos evitar meditar, por lo que hay que mandarlo a callar y que baje la voz y al bajarla se escuche a sí mismo, que es donde radica el aprendizaje que nos hará echar raíces para alcanzar la profundidad deseada, aunque no se sepa, la profundidad ni dejando caer una piedra al pozo del interior.
Podría llegarse a pensar que hay demasiado ruido afuera que no ayuda a la “paz interior”, aun bajo el viejo axioma esotérico lo que es arriba es abajo; ¿Lo de adentro es lo de afuera? ¿El color de una rosa es el mismo al estrujarla en las manos o verla secar al sol porque el color que tenía ya pertenece a la memoria?
El camino a seguir debería ser el propio, no el de la voz que se escucha como si fuera la salida del sol; en el camino se tropieza con las nubes y hasta donde se sabe es imposible, pero ponderarlo lo hace posible.
Andar sin memoria es como si dejáramos de ser humanos, o pasaran cosas en el entorno de cualquier zona del mundo del que se desearía no tener memoria de naufragios.
Sucede que cualquiera que se decida a abandonar el camino no seguir siendo lo que es, ya es una manera de ser. Un ejemplo: puede ser nuestra democracia, nuestro paraíso, cuyo lema inconsciente: Empezar siempre con empujar/Empezar siempre con empujar/Empezar siempre con empujar/Es como nace el vacío y la presencia/Empezar siempre con empujar.