El “Padre Agripino”, como siempre le llamamos, es una inteligente representación del trabajo sistemático, creativo y humilde. Desplegó en más de 50 años una gestión que lo transformó, sin él proponérselo, en un auténtico líder de la política, la academia y la religiosidad dominicana. La donación de todos sus bienes personales y familiares al programa de crédito educativo de la PUCMM, y la creación de la Fundación Polanco Brito para estos fines, refuerza nuestros argumentos.
El pasado sábado 22 de enero 2022, fecha de su expiración física inesperada, debiera evocarse como el día que monseñor Agripino Núñez Collado ascendió a leyenda histórica de la República. Un ícono imperecedero de la democracia dominicana. Un constructor creativo del desarrollo sostenible, visto desde la perspectivas del premio Nobel, Amartya Sen, como la acumulación de capacidades y funcionales para el bienestar.
Quién como él para dejar embelesados al selecto, infranqueable y auto-creído núcleo de “capitaleños ilustrados”. A esos sabelotodo de siempre, aquellos que nunca imaginaron que una universidad cibaeña, donde rector, profesores y estudiantes hablaban con la “i”, despuntara en el olimpo de la innovación, investigación y excelencia académica.
En vida, nunca le expresé las gracias por habernos designado, junto a mi esposa, Mariana Moreno García, como profesores universitarios. Antes de iniciar la travesía por el cosmos socialista de los años 80, acumulamos en la PUCMM, siendo estudiantes, ayudantes y jóvenes profesores, méritos académicos suficientes.
Sin embargo, nuestros posteriores nombramientos decididos por Usted, cuando regresamos a Santiago, luego de 6 años residiendo en el exterior, sorprendieron a muchos. Usted escogió para una universidad pontificia a dos cuadros universales de la izquierda. Un creativo atrevimiento del monseñor de la democracia dominicana.
Sabíamos que la alta jerarquía católica de los años 80 se había confeccionado sotanas y trajes en el negocio de mi padre, la Sastrería Rey de Santiago. Sin embargo, dudábamos que en las rivalidades ideológicas existentes, precisamente en los años previos a la caída del Muro de Berlín, el rector de la PUCMM decidiera contratarnos en esta alta casa de estudio.
Nunca pudimos contárselo, pero con su apoyo hicimos un asombroso “crossover”. Antes de regresar a República Dominicana fuimos a un periplo por países africanos anticolonialistas. Luego de su designación académica, asistimos y representamos a la PUCMM en la misma sede de las Naciones Unidas (ONU) y en la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra, Suiza.
Con su apoyo, mi esposa fue la primera mujer decana de Ciencias de la Salud de la PUCMM. En mi caso particular, por su consideración, logré ser gerente de exitosos proyectos internacionales de desarrollo de esta universidad que dejaron absortos a los incrédulos y resentidos de siempre. Incluso con su aval pude presentar a la crema y nata intelectual de la Fundación Kellogg de los EUA un proyecto de sistema de salud, educación e inclusión social que se convirtió en modelo replicable de atención primaria de salud participativa.
Asimismo, Núñez Collado fue defensor activo del medio ambiente. Cautivó a los mejores diseñadores mundiales de universidades para cimentar edificios académicos, laboratorios y centros de investigación que dialogan con la naturaleza. En 1964 inició arborizaciones, cuidados hidráulicos y ecológicos para transformar el campus universitario en el espacio más sostenible y verde de todas las universidades de América que conozco.
Impulsó investigaciones y proyectos sobre la cuenca del Yaque. Fundó el Centro de Estudios Urbanos y Regionales y colaboró activamente con la sostenibilidad del Plan Estratégico de Santiago (PES), siendo miembro de la Asociación para el Desarrollo (APEDI).
Creó la biblioteca universitaria más avanzada del país y gestó varias museografías ambientales como el aljibe elevado en un territorio que asegura el consumo racional del agua. Fue radical en la higiene universitaria y la gestión de residuos. Él mismo se inclinaba a recoger papeles del piso.
En el caso de la actual pandemia de COVID-19 y la importancia del sector salud, monseñor ayudó a transformar la epidemiología y medicina social como ciencias imprescindibles en esta coyuntura pandémica en pilares de la Escuela de Medicina de la PUCMM.
Gestó la asesoría de la Organización Panamericana de la Salud y el auspicio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y logró en 1974 un diseño curricular que superó en América Latina y en la República Dominicana el enfoque de enseñanza tradicional que todavía muchas universidades preservan. Se creó una referencia educativa validada por la Conferencia de Educación Médica en Edimburgo en 1988.
Desde el primer día, al entrar a la Facultad de Ciencias de la Salud, los estudiantes de Medicina hacían inmersión en la situación de salud. Un instrumento de información cartografiada se aplica en cada barrio. Se asegura que el estudiante asista durante 4 horas semanales a familias pobres, monitoreando 35 indicadores, entre ellos niños no vacunados, embarazadas sin asistencia médica y sospechosos de tuberculosis, entre otras tareas de atención primaria.
Esta escuela de la PUCMM explica por qué los servicios de salud santiagueros son visitados por miles de dominicanos, haitianos y turistas internacionales. Hoy, la PUCMM y otras universidades pueden ser centros de estudios y control de epidemias con maestrías y doctorados en epidemiología para actuar con impacto en el desafiante futuro que nos espera.
Monseñor Núñez Collado, ahora que puedo contarlo, gracias por todo su apoyo. Eterna gratitud por su amplitud de miras y por situarse por encima del conocido sectarismo ideológico local.