La Era Digital y la IV Revolución Industrial están para quedarse. Su estrella principal, el internet, ha asestado un jaque mate a la utilidad de las bibliotecas tradicionales. La necesidad de acceder a los libros físicos es cada vez menor a medida que se cierra la brecha digital y que los estudiantes reciben computadores para apoyar su aprendizaje. Eso pone en entredicho el actual uso y el futuro de todas nuestras bibliotecas, incluyendo la Biblioteca Nacional, la Biblioteca República Dominicana y las del Centro Histórico de Santo Domingo.
Una simple definición de una biblioteca se refiere a un lugar donde se guardan libros. Originalmente eran solo archivos, pero hoy día también guardan audiovisuales y otros contenidos para satisfacer una variedad de usuarios. Nacieron en Mesopotamia donde servían a escribas y sacerdotes, pero en el antiguo Egipto funcionaban como centros de estudio. (La más famosa de las bibliotecas de la antigüedad fue la Biblioteca de Alejandría, fundada por Ptolomeo I tras el colapso del imperio de Alejandro el Grande.)
Pero fue en Grecia donde se comenzó a usar el rollo de papiro y donde se desarrollaron las modalidades actuales. En Roma también se empleó el papiro y “se fundó la primera biblioteca pública de la que hay constancia.” El emperador Constantino transfirió al pergamino los rollos de papiro y fundó la famosa Biblioteca de Constantinopla.
Tras la caída del Imperio Romano las bibliotecas se transfirieron a los monasterios y fungían como custodios de la cultura cristiana. La aparición de la imprenta luego dio pie al surgimiento de las bibliotecas de la realeza y de la alta nobleza. A su vez las revoluciones francesa y americana auparon la diseminación de las bibliotecas para difundir la cultura y la educación para todos. Hoy día las bibliotecas “se pueden clasificar atendiendo a varios criterios (usuarios, acceso, ámbito geográfico, etc.) Las clasificaciones más utilizadas son las que proponen la Unesco y la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA).
Para una perspectiva de la futura evolución de las bibliotecas conviene repasar las revoluciones tecnológicas que han impactado la humanidad. La primera revolución “marcó el paso de la producción manual a la mecanizada, entre 1760 y 1830; la segunda, alrededor de 1850, trajo la electricidad y permitió la manufactura en masa. La tercera llegó a mediados del siglo XX con la electrónica y la tecnología de las telecomunicaciones. La IV Revolución Industrial, en cambio, “no se define por un conjunto de tecnologías emergentes en sí mismas, sino por la transición hacia nuevos sistemas que están construidos sobre la infraestructura de la revolución digital.” “Se basa en sistemas ciber físicos, que combinan infraestructura física con software, sensores, nanotecnología, tecnología digital de comunicaciones”.
En esta Era Digital “los cambios vertiginosos de las últimas décadas han transformado a la sociedad moderna industrial al grado de que ya es comúnmente aceptado que se vive en un nuevo tipo de sociedad y en una nueva era, la de la información. La mutua y cada vez más dinámica interrelación mundial entre las comunidades se ha visto impulsada por el avance tecnológico, sobre todo en el ámbito de las comunicaciones, así como por el intercambio económico y financiero, fenómeno al que usualmente se le conoce como globalización.” “Este complejo proceso está modificando y alterando la naturaleza de las sociedades, instituciones y naciones por lo que requiere ser investigado más allá de la apreciación subjetiva y el tamiz ideológico que ensalza o condena sin más tanto a la sociedad de la información como a la globalización.” La banda ancha del 5G está destinada a pisar fuerte el acelerador.
Las bibliotecas, por su lado, sin duda están siendo impactadas por esta IV Revolución, incluyendo la medida en que la robótica pueda sustituir parte de su personal. Pero lo más importante es el impacto que tendrá sobre su clásico rol de reservorios de conocimientos y almacenes de libros. En el pasado y todavía en el presente eran y son lugares donde se busca el conocimiento y en una etapa en que se dice que estamos en la Era del Conocimiento podrían concebirse como indispensables. Pero lo cierto es que ya con el internet y los principales buscadores existentes no requerimos visitar una biblioteca –y acceder a los libros físicos– si tenemos un ordenador. El conocimiento esta más en línea que en estantes de bibliotecas.
La misión de la IFLA parecería indicar que las bibliotecas convencionales estarán con nosotros por mucho tiempo. La reticencia al cambio es un fenómeno universal y posiblemente pasarán varias generaciones hasta tanto se destronen los hábitos de leer los libros físicos. Pero sería una miopía no tomar en cuenta la evolución de los instrumentos de la lectura. A nivel mundial ya existen unos inmensos reservorios digitales de conocimiento y la Biblioteca Mundial de la UNESCO y de la Biblioteca del Congreso de los EEUU (World Digital Library) es un excelente ejemplo. “Su misión es promover la comprensión internacional e intercultural, ampliar el volumen y la variedad de contenido cultural en Internet, proporcionar recursos para educadores, académicos y audiencias en general, y crear capacidad en las instituciones asociadas para reducir la brecha digital dentro y entre los países.”
En nuestro país ya la PUCMM tiene una biblioteca digital, la cual está afiliada a la Biblioteca Digital del Caribe. Pero en nuestro medio lo que prevalece es la biblioteca convencional. “En el país existen, al menos, 1,447 bibliotecas, según muestran los resultados preliminares del Segundo Censo Nacional de Bibliotecas publicado el año pasado por la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña (BNPHU). De esa cantidad, mil 46 son escolares, 244 públicas, 88 especializadas y 69 universitarias.” La tendencia de estas entidades es hacia la “biblioteca híbrida”, la cual integra lo tradicional con lo digital. Lo híbrido sería la primera etapa de la transformación total hacia lo digital.
No parece, sin embargo, que esa transformación avanza aparejada al uso de los medios digitales. Con respecto al uso y al acceso de las TIC, la ENHOGAR 2018 indica que el 13.7% de la población de 5 años y más posee al menos una computadora; y mientras que el 70.7% cuenta con al menos un teléfono celular.” El estudio del 2019 indica que “de los 10.9 millones de habitantes de República Dominicana, el 78%, equivalente a 8.53 millones de personas, posee al menos un teléfono móvil y de esa cantidad, el 77.8% tiene acceso a internet a través de su dispositivo. De los 10.9 millones de habitantes, 6.6 millones, un 61%, son usuarios de internet móvil.” “Digital 2019: Global Internet Use” explica que el país cuenta con 6 millones de usuarios activos en redes sociales, el 55% de su población. De estos cibernautas, el 95% se conecta a través de su dispositivo móvil.” Starlink, el servicio satelital de internet creado por Elon Musk, ya está disponible en el pais y su más bajo costo contribuirá a expandir el acceso a internet.
¿Qué está sucediendo con las dos bibliotecas públicas más grandes del país (BNPHU, BNRD)? El país requiere que ellas lideren la transformación y entablen relaciones con el aparato escolar para que su oferta digital logre un amplio uso. Mientras, ellas podrían servir de albergue a algunas bibliotecas del Centro Histórico de Santo Domingo que tienen un ínfimo uso por parte del público y que están desperdigadas y olvidadas: Biblioteca de la Academia Dominicana de la Historia, Biblioteca del Museo de las Casas Reales y Biblioteca de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos. De estas últimas la biblioteca de la Academia ya tiene su catálogo digital y parecería que todas las demás deberían comenzar el proceso de digitalización por ahí. Todo parece indicar que se necesita un plan nacional para la transformación digital de todas las bibliotecas.