Cada acción que hacemos o dejamos de hacer tiene alguna consecuencia, lamentablemente no necesariamente el conocerla influye en nuestra conducta, porque no siempre nos guiamos por la razón.

Se nos advierte que Dios castiga nuestras malas obras, aunque actualmente pocas veces se escucha esa expresión, no quiere decir que podamos hacer lo que se nos antoje sin preocuparnos. Ya sea que le llames castigo divino, ley del Karma o ley de causa-efecto, cada acto que realizas (aunque sea oculto) tiene consecuencias.

La sabiduría popular tiene refranes como: “el que madruga Dios lo ayuda”, “el que mal anda mal acaba”, “lo que siembras, cosechas”, etc., son fruto de la observación durante milenios y muestran la vinculación de nuestros actos con algunas consecuencias determinadas.

El pecado sería la violación a alguna ley conllevando alguna consecuencia: dolor, angustia, enfermedad, rechazo, cárcel, pobreza, daños ecológicos, muerte; además de las penas que advierten las religiones para después de morir. Consiste en una transgresión que te produce daño a ti y tal vez también a otros. Alguien sin valores morales, tiene mayor riesgo de padecer enfermedades físicas o mentales y de morir joven.

Las antiguas civilizaciones pensaban que, si se portaban mal, Dios les enviaría desgracias terribles, ahora aprendimos que, si violamos las leyes de la naturaleza o de los hombres, provocamos desequilibrios que generan cambios negativos en nosotros y en nuestro entorno, sin necesidad de que Dios se ponga furioso con sus pequeños hijos.

Todas las agresiones que hacemos a los demás dificultan nuestra convivencia social. Si no pudieras respetar las normas o costumbres, la sociedad sencillamente te encierra en jaulas al igual que a los animales salvajes o a veces te mata.

Algunos creen que la desaparición de las normas, reglas y valores será el futuro: tener sexo de forma pública, no respetar la propiedad privada, promover la vulgaridad abiertamente, no formar familias, irrespetar a los demás, etc., pero en realidad esa supuesta libertad lo que propone es retroceder de la civilización que hemos logrado construir, para volver a ser animales.

Cuando creemos que en el mundo reina el caos y la anarquía, debemos revisarnos, porque probablemente sean nuestras vidas las que así se encuentren, pero nos resulta más cómodo buscar culpables fuera de nosotros.

Nuestro Planeta se formó hace 4,500 millones de años y necesitó muchas transformaciones para que los humanos pudiéramos llegar a existir, lo que fue posible por una organización de toda la naturaleza mediante leyes cada vez más complejas. La naturaleza fluye y en la medida que fluimos con ella y no contra ella, favorecemos nuestras existencias. Somos libres de ir en contra del orden del Universo, pero deberíamos siempre medir las consecuencias.

Somos inmaduros, por lo que hacemos daño hasta sin saberlo, pero las leyes universales no son acomodadizas a nuestro antojo y si metes la mano en el fuego te quemarás, sin importar si lo hiciste inocentemente o no.

Todos aprendemos en esta vida, algunos aprenden con una advertencia, otros solamente aprenden al recibir los golpes o consecuencias de sus actos. Cuando los padres les dicen a sus hijos que no hablen con extraños, no lo hacen por egoísmo, sino para evitarles la dura experiencia de la Caperucita Roja.

Aunque podríamos confundirnos, el camino del mal es progresivamente destructivo para nosotros, nuestros seres queridos y nuestro medio ambiente. De hecho, la evolución se hace posible simplemente porque favorece las mejores tendencias. La vida humana se desarrolla en sociedad, por lo que los antisociales son inadaptados al chocar con los grupos humanos. Somos fuertes unidos, un hombre en la selva pude ser presa fácil de los leones, pero en una ciudad es casi imposible que ellos lo ataquen. Los delincuentes tienen dificultad para vivir en paz, educar a sus hijos o disfrutar de lo que han robado, además la historia nos muestra que suelen terminar sus asociaciones destruyéndose unos a otros, porque la maldad que desarrollan, en cualquier momento los hacen traicionar a sus cómplices (Salmos 1:6).

Podrías lograr que Dios, tus amigos y tal vez hasta tus enemigos te perdonen, pero es importante que sepas que es difícil que tú logres perdonarte tus propias faltas; cuando logras apartarlas de tu mente consciente, te afectarán de forma oculta desde el plano inconsciente, a veces hasta con enfermedades físicas. El autoengaño es una simple ilusión.

Ciertamente el juez más estricto es nuestra propia conciencia superior y es capaz de desencadenar fuerzas que a penas conocemos, para atraernos lo que nos merecemos. Algunos podrán convencerte de que al desarrollar el mal alcanzaron la felicidad, pero cuando logras ver más allá de las apariencias, descubres que no es cierto. Podemos escoger, pero mientras más pura sea el agua que consumimos mejor salud tendremos.

La medalla de oro ganada en una competencia nunca tendrá el mismo valor que la medalla robada. Es fácil saber los frutos que cosecharás mañana, solamente debes analizar lo que estás sembrando hoy. Es correcto devolver bien por bien, pero es sumamente poderoso cuando logras voluntariamente devolver bien por mal.

Por oscura que te parezcan las tinieblas, la luz de una pequeña vela las disipa.