Al conocer uno alcanza la fe; al hacer uno alcanza convicción; cuando sabes, te atreves. Proverbio egipcio
Abu Simbel resultó ser lo mejor que nos pudo pasar aquel día, a aquel grupo que nos pusimos en marcha a las 2:00 am desde Royal Viking. Muchos nos emocionamos a tal punto que nuestros parpados fueron la cuna de alguna lágrima. Muchos años habían pasado desde que en Santo Domingo, en alguna tarde de brisa tropical, el relato de Don Hernán, sobre el rescate de Abu Simbel nos conmoviera sin siquiera haber pisado un aula de arquitectura.
¿Cómo dejar al dios Ra sin su gran templo?…Como privar al mundo de las cuatro estatuas del más grande de los Ramsés: El segundo.
La UNESCO hizo el llamado, y nos imaginamos que fuera algo como: “Vengan, ahora o nunca, a rescatar más de 3.200 años de historia”. Y así se hizo, un grupo de países entre los que se cuenta a España, acudieron a esa llamada.
La presa de Asuán podría anegar la historia y eso no se podía permitir; el hipogeo debía pervivir; su magia no podía morir bajo el Nilo.
Como primera tarea del rescate, se retiraron por el orden de 300 mil toneladas de roca de la propia colina que acogía al templo. Esto facilitón el acceso a sus techos y su posterior desmontaje, pieza a pieza. Las aguas del Nilo, se contuvieron con toneladas de hormigón hasta sobrepasar los 20 metros de altura a modo de dique. Hasta se produjeron canalizaciones para drenar las aguas y salvar los templos.
Luego de asegurar el tesoro, se comenzó el despiece y bloque a bloque, numerando cada uno de comenzaron a trasladar a su lugar emplazamiento nuevo. Miles y miles de bloques, de 20 y 30 toneladas se llevaron como piezas del más fino cristal. Los cortes no podían ser “a lo loco” o “a la brigandina”, no; se buscaron marmolistas de la Italia de los monumentos para que como cirujanos hicieran incisiones de no más de 5 mm. Aún con todo esto la piedra podría pulverizarse en el proceso, y eso sólo podía evitarse con aditivos y resinas inyectadas, que sirvieran de vacuna a la desaparición del amor de Ramsés por Nefertari.
14 meses, poco más de un año, para que el nivel del Nilo, aumentado por Asuán, alcanzara los templos. 200 metros de traslado, junto al lago Naser como testigo, sería el objetivo. Una súper estructura de hormigón serviría para que las piezas fueran colocadas en un nuevo conjunto, construido como soporte y simulando una estructura hipogea, o lo que es lo mismo, excavada en la tierra o roca. Hasta la orientación del nuevo emplazamiento del templo principal se concibió para que dos veces al año los rayos de solares visitaran a las estatuas de Ramsés II y los dioses Horus y Amón Ra.