Abel Atahualpa Martínez Duran, actual alcalde de Santiago ha tenido la dicha o la desdicha, de llegarle su momento político, precisamente siendo miembro destacado de un partido en llamas.
Sin estructura ni plataforma política no se llega a ninguna parte, y él lo sabe muy bien. Trabajador político incansable, diputado y presidente de la Cámara, donde debió domar con su mallete a una fauna variopinta de honorables y de otros no tan honorables, que pueblan las poltronas del Congreso Nacional.
Joven y pragmático, emprendedor, animal político, autoritario para imponer el orden municipal, si se quiere, pero con logros visibles de una gestión innovadora y ágil, no ausente de las ineludibles críticas y descontentos.
Abel Martínez impulsa desde la sala municipal su proyecto presidencial, manteniéndose firme en la política y la línea del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), actualmente en manos de Danilo Medina, quien ve sin poder hacer nada, desde su asiento, como se desmorona el partido, gracias a las numerosas renuncias y deserciones que liquidan hoy esa organización fundada por Juan Bosch, en diciembre de 1973. El mismo Bosch que fuera el primer líder del PRD.
Deberá conectar con las masas de votantes y las mayorías nacionales, para lograr que lo vean a él, a Abel, y no al PLD, al momento de echar su voto.
Nacido el 21 de abril, hace 50 años, Abel Martínez se graduó en la escuela de derecho de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y enseñó, por varios años, en la misma escuela y facultad, de la Universidad Tecnológica de Santiago, UTESA. Luego saltó a su verdadera vocación: política, comunicar y conectar con las masas, escuchar el pensamiento joven e innovador, aunque, no por ello, desoír la voz de la experiencia de los mayores, no solo en el campo de la política.
Es miembro del Comité Central y del Comité Político del PLD, y practica la política con los acercamientos a las comunidades y a la vida sencilla de los munícipes y habitantes de los barrios.
Esa proximidad y participación directa en el municipio y el latir de la Ciudad Corazón – a veces desmontándose y recogiendo y haciendo recoger alguna basura- le ha construido un innegable liderazgo local, en la provincia y en el municipio. Ahora necesita ampliar su visión y sus alas para conectar, necesariamente, con las demás comunidades del resto del país, porque tiene aspiraciones nacionales, quiere ser el presidente de la República.
Esto lo va a embarcar en la tarea de visitar y desplazarse por todo el país, vendiendo su propuesta presidencial, a todas luces innovadora y joven, con los pies en el presente y la mirada en el futuro.
Tan pronto fue declarado ganador, o tal vez antes, los opositores enfilaron sus cañones y comenzaron a desenterrar fantasmas y demonios. Él sabrá responder y afinar un equipo de comunicaciones y de manejo de redes para promocionar adecuadamente sus aspiraciones presidenciales para el 2024.
La mayor debilidad que vemos en él es el desmadre que está afectando al partido o más bien a la plataforma política que deberá usar en su lucha hacia el Palacio Nacional: así como Joaquín Balaguer, que con su muerte liquidó al Partido Reformista; Miguel Vargas Maldonado también empujó hacia la morada de los muertos el cadáver insepulto de aquel PRD histórico de Peña Gómez, y Danilo Medina, con su salida del poder, teniendo como síntoma distintivo, el hecho de no haber asistido al acto de traspaso de mando y a entregar la banda presidencial, ve desmoronarse las estructuras de esa organización política.
La gran tarea de Abel Martínez debe ser permanecer en ese rancho en llamas y navegar hacia el Palacio Nacional en un barco hundiéndose. Deberá conectar con las masas de votantes y las mayorías nacionales, para lograr que lo vean a él, a Abel, y no al PLD, al momento de echar su voto. La suerte está echada para Abel Atahualpa Martínez Duran.