El presidente de la República Luis Abinader Corona continuó con bombos y platillos la construcción en el municipio de Dajabón de un tramo de unos 54 kilómetros del controversial muro fronterizo con la República de Haití, el cual, por más que se quiera sobredimensionarlo, no será la solución definitiva a los graves problemas de la inmigración irregular ni a los actos de corrupción que se producen en la frontera con ese país.
Por más tecnologías y vigilancia que se coloquen a dicho muro, no podrá frenar el problema más grave que afecta a la República Dominicana, el cual es alentado por la comunidad internacional: la inmigración irregular haitiana, porque desgraciadamente, el propio Estado es quien la propicia, fomenta y “legaliza”, permitiendo la contratación de obreros indocumentados en la construcción de las grandes obras públicas y privadas y en las labores agrícolas, por lo que no se descarta que dicho muro sea construido con obreros haitianos indocumentados, violando la ley 16-92 del Código de Trabajo, que establece que por cada cien trabajadores contratados por una empresa, ochenta deben ser dominicanos.
Además, y esto sí que es muy grave, nombrando a cónsules irresponsables, inescrupulosos, sin pudor ni conciencia patriótica, que no le importa el país, porque su única misión es hacer fortunas a como dé lugar, otorgando visas de manera festinada, cuyos ingresos no van a parar a las arcas del Tesoro Nacional, sino a sus bolsillos, generándole al país graves problemas sociales: insalubridad, inseguridad, desempleo, arrabalización, deforestación, contaminación del medio ambiente y algo peor, el tráfico de mujeres embarazadas.
De ahí las decenas de miles de nacionales haitianos que ingresan al país como supuestos estudiantes universitarios e inversionistas, que ni aparecen inscritos en las universidades ni realizan ningún tipo de inversiones aquí. Es decir, mientras los cónsules se hacen multimillonarios, el país se empobrece cada vez más. Aun así, no se toman las medidas correctivas ni se aplica un régimen de consecuencia.
No obstante, este muro podría contribuir a definir los verdaderos límites fronterizos; a evitar la pérdida de territorios dominicanos que viene ocurriendo, fruto del abandono de sus pobladores por la falta de atención de nuestros gobernantes; a facilitar el control y la custodia de la frontera; a mitigar el contrabando de todo tipo de mercancías, armas, drogas, vehículos, ganado, pero sobre todo, de nacionales haitianos, que desde siglos, viene afectando nuestro país.
El mismo fue iniciado en la pasada administración con la construcción de unos 23 kilómetros. Para un periodo gubernamental, esta es una mega obra, pues nuestra frontera tiene unos 376 kilómetros de longitud. La misma puede ser continuada por los distintos gobiernos que se sucedan, tal como sucedió con la Gran Muralla China, cuya construcción tardó unos 200 años, equivalentes a 50 periodos de gobiernos dominicanos. La frontera dominico-haitiana fue establecida mediante el Tratado Fronterizo del 21 de enero de 1929, firmado por los presidentes Horacio Vásquez y Louis Borno y ratificado en el año 1936 por el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina.