Lunes 21 de julio 1969. “Este es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”, decía emocionado el astronauta Neil Armstrong al asomar la superficie lunar en este memorable día, hace hoy 54 años.
Exactamente seis horas y 39 minutos habían transcurrido entre el alunizaje en la víspera del módulo lunar Eagle (“Águila” en español) y el primer paso del hombre en el satélite natural de la tierra.
Su compañero Edwin Aldrin le seguiría 19 minutos después mientras quedaba a bordo del módulo de mando el otro compañero, el piloto Michael Collins.
Desde el Centro de Operaciones en Houston describían el alunizaje del domingo anterior con estas palabras: “Ya el Eagle está posado sobre la superficie del satélite. En el momento del contacto, el motor de descenso solo posee 30 segundos de combustible restante, alunizando a 38 metros de un cráter de 24 metros de diámetro y varios de profundidad”.
“Houston, aquí base. Tranquilidad, el Águila ha alunizado”, había transmitido Armstrong al Centro Espacial Kennedy, desde donde se controlaba la misión del Apolo 11.
Así recuerdo aquel día
Con los difusos recuerdos de un muchacho de quince años recién cumplidos me reencuentro con aquel memorable acontecimiento, seguido por cientos de millones de personas en todo el mundo.
Muchos dominicanos lo verían en aparatos de televisor a blanco y negro -la televisión a color no había llegado, llegaría meses después, a fines de noviembre, con Color Visión- pero la mayoría lo seguimos a través de la radio.
La ciudad era “un solo radio”, todos atentos a las retransmisiones en vivo por las emisoras locales, en español, de los partes desde la Voz de América, instalada en Washington DC y manejada por el aventajado equipo de comunicadores integrado por Enrique González Regueira, Andrés Moreno, Mauricio Goldchain y Ramón Levis.
600 millones de telespectadores seguían en todo el mundo desde el lanzamiento hasta el término de la misión de Apolo 11, en el mayor número de receptores jamás antes captado por las vías electrónicas.
La histórica misión espacial culminaría con el exitoso retorno tres días después, el jueves 24, en un impecable amarizaje sobre las aguas del Océano Pacifico de los astronautas Armstrong, Aldrin y Collins.
El azar como categoría histórica
Ignoraba hasta hace poco que el honroso hecho de ser el primer humano en posarse sobre la luna fue para Armstrong un acontecimiento casual e imprevisto, pues quien debió bajar era Aldrin.
Leí en la revista española La Voz que los protocolos de la Nasa determinaban que el primero en salir debió ser el astronauta más joven (o sea, Aldrin), mientras Armstrong, como más veterano, tenía que quedar al mando de la nave.
Pero, ¿qué ocurre? que serios tropiezos por el diseño de la nave dificultaron este orden: la escotilla abrió por el lado opuesto al asiento de Aldrin, y para que este saliera primero era necesario que un astronauta con una mochila más voluminosa y pesada subiera sobre el otro, pero al intentar el movimiento la maqueta del módulo se dañó.
Leyendo esto, me vienen a la mente los planteamientos de mi amigo Tony Raful sobre la casualidad y el azar como elementos definitorios de muchos acontecimientos de la historia. ¿No sería una reafirmación de la teoría sobre el azar como categoría histórica?
Muy satisfecho de informar a muchos que por su juventud no pudieron vivir aquel histórico acontecimiento sobre la inaudita experiencia de que fuimos testigos los de mi generación.