En la conmemoración de otro 27 de febrero no podemos perder esta oportunidad para varias cosas. Por una parte, de reflexionar hasta donde hemos llegado; y en segundo lugar para romper con los mitos y enfocarnos en una sociedad de oportunidades donde quepan todos y todas, libre del miedo y de la necesidad. Si la tradición liberal, y todas sus evoluciones, significa algo, si hay algo que rescatar de la civilización occidental, es esa libertad en igual consideración y respeto contra el miedo y la necesidad.
Una vez más saldremos o gritaremos fragmentos históricos imprecisos, pero, emocionantes. Volveremos una vez más a los rituales civiles de lo que implican las fiestas patrias, pero, continuamos olvidando el punto, continúo olvidando el punto. Cierto es que no es posible conmemorar o gritar sin un pleno orgullo. Pero ¿a qué costo?
Gritar con pleno orgullo cuando hasta el día de hoy, a 22 años de cumplir el bicentenario, hay personas que no son incluidas dentro de la “dominicanidad” (sea lo que sea que signifique). Sea por sus valores, creencias, virtudes o simplemente cómo desarrollan su personalidad. Personas que no hacen daño a nadie ni interrumpen la libertad de ser de otros, ¿por qué en el año 178 de nuestra independencia es tan difícil aceptar una verdad incuestionable que aquellas iguales a que aquellos que intentan no tomarlos en cuenta o simplemente justifican negarles la protección igualitaria de la Constitución y la ley? No son migajas o simples concesiones, es la dignidad humana como un árbol de fuertes ramas.
No es casual el impacto de aquella frase de que cuidado de los que aman la patria sin los compatriotas. Como aquella de Albert Camus en la introducción de “Cartas a un Amigo Alemán”: amo demasiado a mi país para ser nacionalista. La verdad, a final de cuentas, es esa, las personas, nosotros, los otros, el conglomerado hace la comunidad y damos lo mejor en este experimento que hacemos que este proyecto persista. No hay patria sin las personas, ni nación sin las personas, piénsalo dos veces si crees que los que vivimos y hacemos parte de República Dominicana estamos hechos de un mismo molde: tenemos y procuramos la igualdad política y social de oportunidades, pero, no somos clones – tenemos sueños, deseos e impulsos hacia la justicia.
Ya ese plan independentista llegó a donde tenía que llegar y debemos pensar en la otra frase. En otro plan para hacer valer la dignidad frente al mito, frente al miedo y la necesidad. Un plan que nos haga libres para ser con nosotros mismos y con los demás. Tener la igualdad de oportunidades en un país donde no existan otros mundos en burbujas.
Ya escribió Marco Aurelio en sus “Meditaciones” que las personas existen unas por las otras: instrúyelos o sopórtalos (VIII.59), que nos obliga a entrar en el interno de los demás y que estos entren en nosotros (VIII.61). La idea de la cohesión reside en esta capacidad de ser ellos unos con los otros y reconocernos como tal. La fortuna nos sonreirá a unos más que otros, pero, que no nos ciegue la arrogancia frente a los demás porque vives solo o sola en una isla.
Cada quien aporta como puede y en lo que hace consigo y con los demás que se instruyen. Hemos desafiado los límites del lenguaje y la familia se ha expandido para todo aquel que desee ir conmigo en mi suerte. Tal como el 16 de enero de 1844 llamamos a todo aquel que quiera compartir la suerte de esta media isla sin importar quiénes son o de dónde son.
Ante este momento oscuro de la historia donde nos enfrentamos, podremos salir adelante, al menos aquellos que tienen un pase a nuestro corazón. Si hay que definir un amor a la “patria” no es a la tierra, el aire, el cielo o el mar. Si la patria no tiene cara humana y no es capaz de dar amor, no hay amor a la patria sino ilusión o idea que tienes de lo que debe ser patria. El país es solo la vía para nuestra independencia del miedo y de la necesidad, de las oportunidades en igual consideración y respeto.
Si para esta “idea de patria” ciertas condiciones aplican, entonces, hemos perdido el tiempo en estos 178 años. Lo bueno que no es tarde para volver a transformar esto. El momento les pertenece a los vivos y si el coraje, la templanza, y el amor no forma parte del núcleo de nuestras virtudes cívicas. Poco importa qué bien cantes el himno nacional, poco importa qué bien sabes la simbología patriótica o demás rituales de una religión civil. No tendremos país porque nadie se podrá identificar con el, ¿por qué? Porque olvidamos lo importante de todo país: si gente y los que se quieren unir a la suerte de aquel en libertad e igual consideración y respeto.
El credo de nuestra vida aquí o fuera de Repúbica Dominicana es simple. Somos más que los colores, somos más que la bandera, el himno, somos más que los símbolos de un pasado. Somos muchísimo más. Somos un presente que busca día tras día abrirse a un futuro para sacar lo mejor de nosotros mismos, para tener una mejor vida y compartir esa vida con los demás. Somos una comunidad que cada año se hace más diversa en los étnico, religioso, político y cultural. Más que una Patria, somos una comunidad.
Somos una idea, un sentimiento que no termina, un amor profundo que va más allá de un simple amor a la tierra: es un amor por el otro. Así como luchar por la democracia es un plebiscito diario, la lucha por nuestra comunidad es un amor diario hacia el otro que nos acompaña a seguir la suerte de nuestro país. Celebramos un pasado importante, pero construimos una mejor comunidad al enfocarnos en un presente lleno de oportunidades y desafíos, cuando salimos día tras día en nuestros pequeños espacios para hacer del país un lugar mejor para todos y todas.
Al extender la mano al que está a nuestro lado, al indignarnos, luchar por la igualdad, por la responsabilidad política, por la democracia y por la república, rendimos homenaje a lo mejor de nosotros. A pesar de nuestros tropiezos y triunfos como comunidad, no dejamos de cambiar y de ser mejores. Cambiamos en nuestras vidas, cambiamos en nuestra cultura, cambiamos en todo en la medida que el tiempo pasa, pero no cambiamos nuestro profundo deseo de libertad, igualdad y justicia social, valores propios que realmente definen nuestra identidad.
Somos ese deseo, somos los sueños de los que se van y quieren que RD sea grande, somos el deseo de los que están – y de aquellos que nos acompañan sin distinción alguna – a seguir la suerte de nuestra hermosa comunidad. Ama al otro, y amarás a nuestra comunidad; date al otro y amarás a nuestra comunidad política; critica y busca soluciones y amarás nuestra comunidad. Que este día sea otro día para renovar nuestro compromiso con el más importante símbolo de nuestra comunidad, la Constitución.
Debemos romper con el pasado R.D, la nostalgia no es camino hacia el futuro sino a un rencor, miedo, resentimiento y desconexión con la realidad. Nuestro amor por el país inicia en el amor hacia el otro y nuestro patriotismo está canalizado por los valores, principios y virtudes constitucionales. Si conmemoramos la independencia de la República Dominicana, es porque es el hogar los que nacimos aquí y de todos aquellos que quieran seguir nuestra suerte, para seguir luchando por nuestra independencia contra el miedo y la necesidad.
Feliz día de la independencia