Disculpen la visión capciosa, pero uno se detiene y piensa: ¿Quién diría que siendo República Dominicana uno de los países del Caribe e incluso de Latinoamérica que más crece en términos económicos, después de Panamá, atravesó a su vez junto a otros países de la región “la segunda década pérdida” 2009-2019, un período más nefasto que la primera ocurrida en 1980-1990? ¿Cómo es posible que ante tanto “progreso” la región sea la única en el mundo que presente dos fenómenos simultáneamente como la alta desigualdad estructural y la baja productividad y aún así se hable de crecimiento? ¿Qué clase de crecimiento es ese? ¿Cómo se puede crecer “tanto” a la misma vez que se atraviesa otro periodo nefasto en términos económicos? ¿De qué crecimiento hablan ante tanta inestabilidad social y económica, y falta de oportunidades?

La realidad es que a nivel global tal crecimiento no es tal. En 2019, sin haber estallado la crisis económica pospandemia, el crecimiento de la productividad laboral de la región fue de 0,6% anual, mientras que en Europa emergente y Asia central fue de 3,2% y en el resto de Asia del 6,1%, ¿Cómo pueden hablar de crecimiento con una productividad tan baja? La realidad es tal como la plantea el informe Regional de Desarrollo Humano IRDH 2021: la doble trampa se trata de una alta desigualdad y un bajo crecimiento resultado de una baja productividad. De manera tal que cuando se dice que República Dominicana es de los países de la región que más crece, tal crecimiento económico se estima real solo para quienes concentran el poder de monopolio y el poder político, pero tal crecimiento es en última instancia, un paupérrimo crecimiento de sus arcas personales y no obedece a un impacto en la calidad de vida ciudadana ni de la sociedad.

El hecho de que dos fenómenos como la alta desigualdad estructural y la baja productividad se presenten al mismo tiempo en la región es el dato más alarmante en los informes, puesto que ellos plantean que otras regiones del mundo pueden ser desiguales como la nuestra, pero crecen más rápidamente y otras pueden crecer lentamente, pero ser más igualitarias, lo que hace nuestra realidad una exclusiva en su anormalidad, porque pocas regiones del mundo han presentado ambos fenómenos por tanto tiempo.

El análisis elaborado por el Laboratorio de Inequidad Global nos coloca junto con Haití, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Guyana, Panamá y Surinam entre los que más alta desigualdad estructural presentan; lo que nos convierte en la tercera región del globo más desigual después de Oriente Medio y el Norte de África, donde el 10% más rico participa del 58% de la riqueza general de la zona, en Latinoamérica el 10% más rico concentran el 55% de la riqueza total, mientras que en la región Europea el índice de concentración es del 36%. Lo curioso es que tanto en Medio Oriente como el Norte de África presentan marcada inestabilidad política y social, no se encuentran dentro de un marco político y social democrático y de libertad económica como se presume en esta región. Lo curioso es que la profundización de esta condición se agudizó precisamente al inicio de la década de 1980 cuando arribábamos a la primera década pérdida y el informe confirma que no era inevitable llegar a esos niveles de desigualdad, sino que más bien fue una decisión política y de la manera en la que gestionaron una serie de programas de liberalización y desregulación de operaciones financieras en su propio provecho.

¿Cómo se explica que un país que crezca “tanto” tenga como piedra angular de su economía las remesas? Las cuales configuran el factor de estabilización por excelencia de nuestra economía, representando actualmente más del 15% del PIB, comparados con otros sectores de la economía, como por ejemplo, las inversiones directas, solo representan el 3.0%, las exportaciones el 11% y el sector turismo un 12%.

Finalmente, ¿cómo puede crecer un país que subutiliza y desaprovecha el capital humano, caracterizando el mercado laboral con la vulnerabilidad del empleo y generando una estructura de protección social fragmentada?. ¿De qué crecimiento se habla cuando las familias no cuentan con la calidad en el empleo en cuanto a la formalidad y las condiciones laborales adecuadas que se requieren para la competitividad y el nivel de remuneración al que obligatoriamente debe recurrir que no rozan los mil dólares de ingreso?

El tiempo no se perdió, simplemente lo han malgastado. Dentro del marco actual, es poco lo que se puede hacer para avistar un futuro mejor sin cambiar nuestra manera de gestionar nuestro tiempo. Se puede empezar por mejorar la salud financiera, la cual actualmente es de 54 puntos sobre una base de 100, lo cual indica que el 85%  equivalente a 8.9 millones de dominicanos, tenemos una situación de sobrevivencia o vulnerabilidad, el 49% no logra pagar todas sus cuentas a tiempo y el 38% cuenta con mal historial crediticio o no lo conoce. Todos estos factores aunados a un afán irresponsable e infantil de aparentar un estilo de vida que no se puede solventar, para impresionar personas que realmente no nos importan ni les importamos, recae en nuestra escasa o nula planificación, organización con anticipación y a la falta objetivos claros que alcanzar. Como ya les he mencionado anteriormente, el presente ofrece la oportunidad de realizar una acción para la que ahora es aún demasiado temprano, pero pronto resultará demasiado tarde. Planificar, establecer prioridades y actuar en consecuencia es un hábito que podemos implementar ahora para estar preparados en tiempos de crisis o cuando el viento cambie a nuestro favor. La realidad es que no nos hubieran hecho perder otra década si nosotros hubiéramos sido conscientes de la subutilización  y desaprovechamiento de nuestro tiempo, pero nos quedamos esperando que un político decida qué hacer con el mismo, pero a su provecho para luego desentendernos y posteriormente quejarnos de los resultados.

Nadie hará por nosotros lo que se supone debemos hacer por nosotros mismos.