El 7 de mayo de 1824 se estrenó, conjuntamente con la Missa Solemnis opus 123 y la obertura La consagración de la casa, opus 124, la obra más emblemática del compositor alemán Ludwig van Beethoven, “La Novena Sinfonía”.
Bajo la batuta del maestro Michael Umlauf y la supervisión del mismo Beethoven, se llevó a cabo la primera audición en el Teatro de la Corte de Viena. A casa llena y donde estuvieron presentes varias personalidades del ámbito musical y social como el compositor Franz Schubert, el virtuosos del piano, compositor y profesor Carl Czerny y el canciller austriaco Klemens von Metternich.
Desde que salió a la luz, esta obra ha estado envuelta de mitos, cuentos y leyendas. El mismo día del estreno, al finalizar la obra, producto de su sordera, Beethoven no escuchaba los aplausos y no fue hasta que le dieron la vuelta y supo del éxito.
La leyenda que corrió y aún corre, de que ningún compositor podría superar la frontera de una novena sinfonía, después de la Novena de Beethoven. Nueve sinfonías tienen Schubert y también Dvorák. Mahler no enumeró la que debió ser su sinfonía nueve, llamándola “La Canción de la Tierra” y comenzó su décima sinfonía, completando sólo el primer movimiento, ya que la muerte lo sorprendió. Pasaron más de cien años para que se rebasara la frontera de la “Novena”, cuando en 1953 Shostakovich llegó a escribir hasta una décima.
Beethoven rompió con toda tradición que había hasta ese momento. En la estructura rompe el equilibrio del Clasicismo, del tiempo de duración con casi setenta minutos y en la inclusión, por primera vez, de la sección de la percusión, coro y solistas vocales en una sinfonía, abriendo paso y convirtiéndose en el padre de la sinfonía coral.
Esta obra, polémica desde su génesis, fue un encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres, por lo que se suponía que el estreno tenía que ser en Inglaterra. Pero a solicitud, por escrito, de unos cuantos amantes de la música, se estrenó en Viena. Beethoven dedicó la sinfonía a Federico Guillermo III de Prusia, distanciándose así de la monarquía austríaca.
Esta obra maestra ha sido utilizada por los diferentes regímenes políticos. En el Tercer Reich fue la obra más interpretada y fue símbolo del Nacionalsocialismo como ejemplo de la supremacía alemana, llegando a cambiar la letra de la Oda de la Alegría de Friedrich von Schiller. Se interpretó para celebrar el cumpleaños 53 de Adolf Hitler, bajo la batuta de Wilhelm Furtwängler y la Filarmónica de Berlín.
Arturo Toscanini, que se oponía al fascismo y exiliado en Estados Unidos, la solía incorporar con regularidad en su repertorio. Pietro Mascagni, por su parte, músico oficial del régimen de Benito Mussolini, la dirigía en conciertos multitudinarios.
La Unión Soviética celebró la aprobación de su Constitución de 1936 con la interpretación del cuarto movimiento. En 1959, la República Popular china celebró su décimo aniversario con la presentación de la Novena de Beethoven, con los versos de Schiller traducidos al mandarín.
El cuarto movimiento de la Novena sinfonía fue el himno que se acuñó Alemania, cuando compitió con un equipo unificado, pese a la división posguerra, en los Juegos Olímpicos de 1956, 1960 y 1964. Utilizada como himno nacional en los años 70, por parte de la República de Rodesia -hoy Zimbabue- que impuso un régimen de apartheid.
Pablo Casals dirigió esta sinfonía en los actos de la proclamación de la Segunda República española en 1931. En la dictadura militar en Chile, liderada por Augusto Pinochet, las mujeres se manifestaron con el Himno a la Alegría por la liberación de los presos políticos.
En junio de 1989, los estudiantes de China cantaron la oda durante sus protestas en la Plaza de Tiananmen. Ese mismo año, Leonard Bernstein dirigió la Novena con motivo de la caída del Muro de Berlín, donde políticos de ambos partes, cantaron el "Himno a la Alegría" en el curso de la reunificación.
El coro final, con el Himno de la Alegría, se convirtió en el himno del Consejo de Europa en 1972 y desde 1985 es el himno oficial de la Unión Europea. Se convierte en Patrimonio Documental Mundial de la UNESCO desde 2001, siendo por primera vez en la historia del género sinfónico.
Hoy celebro con mucho júbilo y alegría, el cumpleaños 200 del estreno de esta monumental y enérgica obra, Sinfonía nº 9 en re menor, op. 125, que marcó un antes y un después en la historia, que permitió el regreso, después de diez años de ausencia en los escenarios y la última aparición pública del gran genio Ludwig Van Beethoven.