El exjuez Sergio Moro ha pasado de ser un azote del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, a sumarse a su campaña por la reelección para enfrentar un enemigo común, el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, a quien encarceló por procesos de corrupción luego anulados por la Justicia.
Moro, otrora adalid de la lucha anticorrupción, elegido senador en las legislativas del 2 de octubre, se ha erigido nuevamente en un defensor del líder ultraderechista, al que ha vuelto a abrazar después de lanzarse graves acusaciones públicamente.
Su retorno al bolsonarismo es, según dijo este martes en redes sociales, "para impedir la destrucción moral y económica" de Brasil con la vuelta al poder de Lula, favorito para la segunda vuelta electoral del 30 de octubre.
Moro y Bolsonaro sellaron las paces el domingo, cuando el antiguo magistrado de la Operación Lava Jato, que llevó a decenas de empresarios y políticos a prisión por corrupción, acompañó a Bolsonaro al primer debate en televisión con el dirigente progresista.
Moro asesoró al mandatario durante el debate y compareció con él ante los periodistas. Esta inesperada reconciliación se ha dado después de dos años y medio de completa enemistad.
HISTORIA DE UNA RUPTURA
Su relación saltó por los aires el 24 de abril de 2020, cuando Moro renunció como ministro de Justicia y acusó a Bolsonaro de acabar con la lucha anticorrupción e intentar interferir en la Policía Federal para proteger a su familia.
Antes, Moro había abandonado los tribunales de la ciudad de Curitiba, donde juzgó en primera instancia las corruptelas destapadas en la petrolera estatal Petrobras, para sumarse al Gobierno de Bolsonaro, en enero de 2019.
El mandatario, que, como este año, centró la campaña de 2018 en recordar los desvíos de dinero público durante los Gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, fichaba entonces al símbolo de la lucha contra la corrupción, al que prometió "carta blanca" para seguir combatiéndola desde el Poder Ejecutivo.
Pero los cambios promovidos por el capitán retirado del Ejército en la cúpula de la Policía Federal, un órgano autónomo pero vinculado al Ministerio de Justicia, dinamitaron su alianza.
A partir de ahí, ambos se atacaron desde la distancia diversas veces.
Entre medias, Lula recuperó sus derechos políticos tras ver anuladas sus condenas por el Supremo, que además declaró que Moro actuó de forma "parcial" al juzgar al exsindicalista, y aparecieron sospechas de corrupción en el Gobierno de Bolsonaro que incluso han salpicado a la familia del actual mandatario.
Desde su ruptura, el ahora senador electo criticó ferozmente a Bolsonaro, mientras intentaba articular una candidatura a la Presidencia que nunca se materializó.
Se presentaba como una alternativa a Lula y Bolsonaro, a los que intentó meter en el saco de aquellos que son conniventes con la corrupción.
"Como Lula, Bolsonaro miente" sobre que "era a favor de la Lava Jato", que era contra la vieja política, "y nada de lo que dice puede tomarse en serio (…) no es digno de la Presidencia", afirmó en enero pasado.
Bolsonaro no se quedó atrás e intercambió golpes con su exministro, a quien calificó de "traidor", "payaso", "mentiroso" e "idiota".
Todo ha quedado atrás desde que Moro declaró su apoyo a Bolsonaro para la segunda vuelta electoral, para la que Lula parte como favorito frente al líder ultraderechista, según las encuestas.
"Tuvimos algunas divergencias, pero nuestras convergencias son mucho mayores", dijo Bolsonaro el domingo junto a Moro, quien subrayó que su objetivo ahora es "derrotar a Lula y el proyecto de poder del PT". (Carlos Meneses)